¿Quieren que les cuente cómo volvimos todos de Ituzaingó?
Pues volvimos volviendo, en el tren.
Dailan Kifki siempre con la trompa enrulada para arriba y su traje de pasajero, se acomodó en un asiento, con cara de disimulo.
Por suerte el coche estaba vacío, de modo que todos nos apresuramos a ocupar los asientos restantes.
Por suerte el guarda era un poco miope y nada le llamó la atención.
Por suerte llegamos todos sanitos y salvos a Plaza Once.
De allí fuimos a pie hasta mi casa, que queda en Palermo.
Fue bastante cansador, y piensen además que ya teníamos los zapatos a la miseria.
Por las calles no llamamos mucho la atención porque a esas horas de la madrugada estaban bastante desiertas.
Llegamos por fin a mi casa, y todos los que pudieron entraron a tomar el desayuno.
Yo llevé a Dailan Kifki al jardín. Parecía contentísimo.
Allí lo dejé charlando con las flores y las hormigas y me fui a la cocina a prepararle un buen barril de sopita de avena con leche.
Todos desayunamos, y entonces llegó el triste momento de la despedida.
La verdad es que nos habíamos encariñado, nadie quería irse a su casa.
Tuve que prometerles una fiesta para muy pronto, y entonces empezaron a desfilar en retirada con lágrimas en los ojos.
El Comisario, a fuerza de palo y guantes blancos, pudo poner un poco de orden.
Primero nos presentaron sus saludos los Embajadores, luego el Chiquitisecretario, que se había achicado notablemente con tantas aventuras.
Después saludó el Intendente, luego el director del Observatorio Astronómico de La Plata, luego el Almirante Barriga Picante, después el Capitán de los Bombero, después los heladeros, y al fin el perro con dos colas.
Tanto lloraron todos que hicieron un bochinche impresionante.
En eso sonó el timbre.
Cuando abrí, estaba en la puerta un hermoso cartero color café con leche.
"¡Zápate!" pensé yo, "seguro que viene a quejarse porque con el escándalo se despegaron todas las estampillas del correo"
Pero no.
El cartero se quitó la gorra y preguntó:
-¿Vive aquí un señor llamado Dailan Kifki?
No necesito decirles que todos los que se habían despedido se quedaron, muertos de curiosidad
-Sí, aquí vive el señor Dailan Kifki- contestaron todos.
-Todas estas cartas son para él- dijo el cartero sacando tres millones de sobres de su bolsa.
Yo me abracé a las cartas y corrí al jardín, seguida otra vez por toda la comitiva, incluido el cartero, a leérselas a Dailan Kifki.
Y, muy nerviosa, abrí la primera.
Era del Director del Zoológico y decía mas o menos así:
"El Director del Zoológico invita a usted y familia a la gran kermés y fiesta en homenaje a Dailan Kifki, primer elefante volador de la República"
¿Se dan cuenta qué emoción?
La otra carta era del club de aviadores, que iban a darle una medalla a Dailan Kifki.
Otra era de un Embajador que lo iba a condecorar.
Otra era de la Universidad de Astronáutica Chiripitufláutica de Calamuchita, que lo iba a nombrar doctor honoris causa.
Y así todas.
Cartas de todo el mundo.
Me llevó como tres horas leérselas.
Cuando terminé, vi que le corrían por la trompa gruesas lagrimotas de emoción.
Todo el mundo se abrazaba y lloraba. Decidieron ir a cambiarse de ropa y volver al día siguiente para ir a una gran fiesta en el Zoológico.
Cuando acabé de despedirlos, cerré la puerta y me quedé sola por fin.
Iba a ir a dormir una siestita cuando...
Sonó el timbre.
Rin
Rin
Rin
¿Quién será?
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Dailan Kifki
عشوائيDailan Kifki apareció un buen día y cambió la vida de toda la familia. Porque, aunque te parezca mentira, no es fácil criar a un elefante, sobre todo si se queda dormido arriba de una plantita que crece hasta las nubes.