1. La luz de la noche

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FREYA

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Recuerdo ese momento con claridad. Me sentía completamente desesperada, sin saber qué hacer ni hacia dónde ir. Las lágrimas corrían por mi rostro, mezclándose con la tristeza y la frustración que me consumían. Mi corazón latía con fuerza, y mi respiración era entrecortada.

Me sentía sola y vulnerable, como si el mundo se hubiera derrumbado sobre mí. No podía pensar con claridad, solo sentía un dolor profundo y una sensación de abandono. Mi mente estaba llena de voces negativas y pensamientos oscuros que no podía sacudir.

En ese momento, dejé caer mi teléfono y no pude siquiera recogerlo. Me sentía paralizada por la emoción. No sabía cómo seguir adelante, ni cómo escapar de ese dolor que me estaba consumiendo.

Nunca había sentido esa sensación en mi pecho.

¿No les sucede que, en ese estado de ensueño, todo parece posible, y la realidad se vuelve más tangible?

Sacudí la cabeza, intentando despejar mi mente, y cubrí mis mejillas con mis manos. Pero pronto, alguien me sacudió bruscamente de mi asiento. Me sobresalté de inmediato, con el corazón latiendo a toda velocidad. Sentí una oleada de emociones: miedo, ansiedad y confusión. Mi mano se quedó congelada en mi rostro, y segundos después, mi estómago se revolvió en un nudo de tensión.

Bueno, eso no era todo lo que les quería contar. Aún me temblaban las manos como si tuviera tantos problemas y montañas rusas en mi interior.

—¡Oye! El profesor Fishman está esperando tu respuesta.

En ese momento de ensimismamiento, Pixie fue la que me devolvió a la realidad, y le estaré eternamente agradecida. Ella, junto a Kayla, eran mis confidentes, mis compañeras de aventuras y mis mejores amigas, las personas que siempre habían estado allí para mí.

—¿Eh...? —murmuré confundida, frotándome el rostro con las manos.

—Parece que alguien se quedó dormida en mi clase —escuché la voz grave de ese hombre. Estaba delante del pizarrón mirándome fijamente, mientras se escuchaban pitidos en todo el aula—. Señorita Moore, es la tercera o cuarta vez que se queda dormida en mi clase. Eso significa que ya se sabe el ejercicio de las matrices.

—Eh... yo —Tartamudeé como si fuerzas me faltaran.

—A la pizarra, ahí tiene el problema: construir una matriz de A de orden 2, tal que —indicó—. ¡Qué espera!

Me puse de pie con los nervios a flor de piel.

Asistía a la secundaria Rousseau, en el corazón de Falls Church, un lugar donde el misterio y el drama se respiraban en cada pasillo, como una niebla densa que envolvía a todos. Cada día, nuevos secretos y rumores surgían, y nuestra escuela se había convertido en un tema de discusión en la revista Iberoamericana de educación, así como en los grupos de Facebook, WhatsApp y TikTok. Pero había algo más, algo que se escondía detrás de las sonrisas, algo que solo pocos conocían.

Ese día, llevaba mi armadura: una prenda gruesa de manga larga que me cubría hasta debajo de la rodilla, vaqueros ceñidos y calzados retro con punta redonda. Pero ninguna prenda podía protegerme de la ansiedad que me invadía cada vez que entraba en el aula de matemáticas, un lugar donde mi mente se convertía en un laberinto de números y símbolos inexplicables.

La mirada del señor Fishman me hizo estremecer. Su expresión era impenetrable, como una máscara que ocultaba secretos oscuros. Su presencia parecía llenar el aula, y yo me sentía atrapada en una marea de expectativas y miedos.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora