19. Oscuras palabras

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FREYA

Miré la lluvia caer desde los gruesos cristales de la ventana, pero no era todo lo que podía apreciar en ese instante. Sentí un estallido en el pecho y rápidamente desvié la mirada hacia la puerta. La lucecita me condujo temiendo lo peor y, al notarlo, había un muchacho con la camiseta holgada dejando ver sus delgados brazos. Todo dejaba lugar a dudas. Y cuando alcancé a ver su muñequera entendí la razón. Era Cole. Había un gesto de derrota en su semblante.

No se había presentado a ninguna clase y todas las cornejas de Rousseau no paraban de hablar de lo mismo. De cómo Cole había provocado una pelea en el pasillo de la escuela. Me costó mucho creer lo que decían. Llevaba mucho tiempo sabiendo lo conflictivos que eran todos ellos.

Anoche no pude en un acto de besos e intensas miradas. Sencillamente me había vuelto a romper y la coordenada fue aquel maldito episodio que arrastré entre los cipreses. Me llevó a un salón vacío de recuerdos. Cosa que tampoco me ha gustado hablar del tema. No quería que nadie más lo supiera y menos él. Sentí pinzas en todas partes del cuerpo y me tuve que bajar del auto.

No esperaba verlo de vuelta. Quería al menos estar sola por unos minutos. Pero, entonces, me di cuenta el lugar en el que estaba metida. Todo estaba completamente oscuro. Me aparté cada vez más con un estremecimiento en el cuerpo, y Cole no vino por mí. O al menos se tardó demasiado hasta que Zev apareció en esos momentos de tensión. Me arropó y me metió dentro de la camioneta. Seguí siendo conservadora y no dejó de preguntarme que hacía aquí sola a estas horas de la noche. No obtuvo nada de mí y, enhorabuena, no permitió que algo así me afectara.

Ya contando los minutos, otra luz refulgente emanó al otro lado de la carretera. Ya os había mencionado que Cole regresó por mí pero tarde. Los dos se miraron fijamente. Uno de ellos lucía furioso y el otro consternado. Dos rostros completamente diferentes.

Todo se evaporó en cuestión de segundos y en él se respiró una expresión monótona. De modo que el recuerdo de su mirada verde esmeralda empezó a darme una corazonada y la repercusión del motor encendido me demostró que había un nivel de disgusto.

No sabía con exactitud qué era lo que le había incomodado.

Si hubiera sabido, habría hecho todo lo que estuviera en mis manos.

Ya era bastante difícil para mí mientras esperaba que la densa lluvia se detuviera, pero, eso iba a tardar demasiado. Teniendo en cuenta lo que eso podría costarme. Me quité la mochila de encima y me cubrí con ella la cabeza. Intenté parecer lo más segura y salté escalones que daban con el patio de afuera. Un minuto después, soltó un fuerte estallido en lo alto y peleaba iracundamente cuando las luces chispeantes de las farolas comenzaron a titilar.

Ahí me di cuenta cuando sentí pasos misteriosos entre los arbustos. Tragué saliva y seguí avanzando hasta más no poder. La sangre me heló y olfateé el suave olor a cigarro. Alguien estaba fumando cerca de aquí y eso entumeció mis extremidades. Ojalá pude haberme ido con alguna de mis amigas, pero desafortunadamente, según ellas tenían cosas más importantes que hacer. Dentro de poco, busqué mi celular en el bolsillo de mi chaqueta lila y le marqué a mamá, pero no atendió mi llamada. El miedo se atiborró en mi rostro y un dolor punzante se hundió en mi pecho.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora