35. Tinta de lapicero

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Había pasado dos días desde que mis padres tuvieron que irse a un viaje de negocios y todavía estaba inmersa en mis pensamientos

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Había pasado dos días desde que mis padres tuvieron que irse a un viaje de negocios y todavía estaba inmersa en mis pensamientos. No era suficiente consolar a la caprichosa de mi hermana, y la prima Sharyl había llegado a nuestras vidas de una manera increíble. Ninguna hacía caso a lo que ella decía. Nos la habíamos pasado ignorándola.

Y, desde entonces, no supe nada de Cole y os juro que me había sentido mal aquella tarde cuando su mirada estuvo puesta sobre la mía. Sin él los minutos me parecían años y vaya que la vida se había puesto así de complicada.

«La pena me mata», pensé con el corazón magullado.

Bajé los escalones mirando la hora en la pantalla de mi teléfono. Sharyl estaba al frente con una gran sonrisa en el rostro. El desayuno estaba sobre la mesa y las flores en un búcaro. No tenía ni la menor idea en donde estaba parada. Esperó que Enara bajara mientras me servía una taza de café y, la verdad es que, mi intención no era herirla con mis acotaciones. Pero sí decirle que deje de ser tan sofocante con sus cuidados y, tras varios minutos, mi hermana bajó a desayunar y no parecía muy feliz que digamos. Se acercó al refrigerador y sacó una caja de leche. Se sirvió y fue lo único que se llevó al estómago.

—Chicas, ¿podemos hablar? —Sharyl inquirió con real interés.

—Creo que ya se me está haciendo tarde —Enara se excusó con un rictus amargo y ese fue el motivo por el que no debería haber venido a esta casa.

—Deben de estar pensando lo peor de mí, me refiero a que, me ven como si fuera una intrusa más en su familia. Pero lo justo es que hablemos y nos conozcamos.

—No gracias.

A mi hermana le daba muy mala pinta y a mí también, eso pensé. Llevábamos dos días sin dirigirle la palabra. Pero ¿y si de verdad estábamos siendo injustas? Nunca imaginé que diría esas palabras. De algún modo, parecía distinta y, hasta el hecho de que llevara puesta una remera con el retrato de Lana Del Rey, me estaba empezando a caer mejor que antes.

—Enara, será mejor escucharla —La detuve cuando tenía un pie fuera de casa y asintió con un ademán—. ¡Adelante! — Esta vez me dirigí a la chica del cabello rubio.

—Quería hablarles de algo importante.

—¿Sobre qué?

—Su mamá me contó que el día de mañana Enara cumplirá años.

—Ya lo tengo todo preparado, así que ya no necesito tu ayuda —Enara la miró fulminante y por poco ni la dejó hablar. Había actuado así desde entonces y, por lo visto, no era la única. Y a lo mejor, ya entendí, aunque no estaba del todo segura.

—Enara —Le chisté.

—Solo quería hacer algo por ustedes.

—¿Y qué te hace pensar que estarás en mi fiesta?

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora