41. En esa cama sellamos nuestro amor

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Él solo sonrió y me permitió estar a su lado

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Él solo sonrió y me permitió estar a su lado. 

Me tomó del rostro y siguió besándome, primero con delicadeza y luego movió más los labios sobre los míos. Sus brazos se cerraron con más fuerza a mí alrededor, su boca no se separó de la mía y la respiración se nos hizo más pesada. Abrió paso con su sabor a café y menta. Y, por si fuera poco, la punta de su lengua chocó con la delicada consistencia de mi lengua y se me escapó un gemido suave. Nada mejor que un beso para endulzar nuestras noches. Cara a cara con una gran descarga eléctrica.

A este paso estaba segura de lo que quería. Llevábamos días sin vernos y desde hacía tres días nos habíamos vuelto inseparables. Él se inclinaba hacia mí debido a su altura. Cerró los ojos y sentí que cogía un puñado de mi cabello. Estábamos juntos y solo era cuestión de movernos.

—No sabes cuánto me hacía falta... esto —le respondí con una sonrisa.

—Haré que tus sueños se hagan realidad —se inclinó y pegó los labios a mi oído.

—¿Eres tú, Cole?

—Todo este tiempo he sido yo.

—¿Cómo ha pasado?

—No tengo idea, pero realmente me gusta.

—Me gustas tú.

Y, sin más, me cerró la boca a besos y fue realmente apetecible. Estaba saboreándolo de la manera más cautivadora, me gustaba que se sintiera suave y húmeda. Capté el momento, mi corazón dio un vuelco y fue una sesión de pura felicidad. Me besó de afuera hacia adentro y sentí ese cosquilleo en todo mi cuerpo. Lamió y chupó mis labios con un estallido en el pecho. La inocencia y la pasión se fundieron en ese beso increíblemente arrebatador. La poca experiencia cubría mi rostro. Mis oídos zumbaban debido a los jadeos que soltaba, mientras una pintoresca sonrisa se dibujaba en sus labios.

—No quiero dejarlo ir —hablé cerca de sus labios mojados.

—No dejas de ser la chica que tanto quiero —Su mano se deslizó por mi pequeña espalda y al instante sentí una serie de hormigueos.

—Y tú no haces más que adorarme —inhalé profundamente—, sabes cómo cuidarme.

—Freya, no puedo contenerme.

—Entonces... no lo hagas.

—El problema es que, no quiero sobrepasarme, no contigo —me empujó hacia atrás dando pequeños trompicones. La habitación de Cole estaba a solo unos metros de distancia. Aunque lo decía, sabía que a los dos nos gustaba la idea a pesar de todas las dificultades que habíamos enfrentado.

—¿Por qu-ué no? —La confusión trazó mi rostro.

—Sabes que te tengo un gran aprecio.

—Estoy dispuesta a todo. Podemos intentarlo.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora