26. Pequeño bastardo enamoradizo

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COLE


—«¡Atentamente tu perro!»

Lo llamaba como yo quería.

Muchos eran los que hablaban de ellos.

Maldije en voz baja el hecho de que Freya estuviese ahí respirando al unísono y sintiendo nunca haber estado ahí. Zev es tan idiota como para hacerla sentir mal. Está bien que los alumnados dejaran de hablar de ella, pero eso también la involucraría de cierta manera.

No sé cómo siguió con esta estupidez.

Me esforcé por evitarlo, pero pasé minutos allí y no tenía idea de cuan culpable me sentía. No debí dejar que Zev se le acercara. Por otra parte, sentía varios componentes de odio hacia él y una rara e insólita tortura que retorcía todos mis sentidos.

Mi rostro se contrajo y hubo un eco en todo el pasillo. Cuchicheos y señas con las manos fuera de los bolsillos hasta que —un hombre con la vestimenta impecable y de escaso pelo— hizo acto de presencia. Todos voltearon a verlo y, sí, se trataba del Señor Bridge, y encontré en su rostro una serie de expresiones.

—Señor Wood y señorita Moore a mi despacho. ¡Ahora!

En definitiva, ese hombre a quien odiaba con todas mis fuerzas los llamó y la ira burbujeó en mis venas. Freya metida en esto por culpa de mi hermano. Esperaba que hiciera algo bueno antes de que mi puño estrellara contra su delicado rostro.

Caminé de un lado a otro entre todas esas cornejas, quienes fueron por un año mi dolor de cabeza. No pude pensar siquiera en como la estaba reprendiendo por algo que ella ni siquiera hizo, mientras no hacía nada por evitar el acoso que se daba muy a menudo en esta prestigiosa escuela, donde los ricos tenían más poder que los pobres y donde los bullies atacaban a los más vulnerables. Todos en absoluto hacían caso omiso. No había ni una puta charla. Fingían que les importábamos, pero no hacían más que recibir donaciones a cambio de algo, envueltos por la corrupción en el sistema educativo.

Mis dedos se hundían como bitácoras en los bolsillos de mis pantalones de vestir y, en una de esas, la vi salir. Estaba avergonzada y con muy pocas ganas de querer hablar. Pero, a pesar de todo, fui tras ella.

—Freya... —La tomé del brazo y la llevé hacia el pequeño patio de atrás. Quería deshacerme de esta bola de mentirosos, sobre todo, de mi impertinente hermano. Sabía que lo hacía por molestarme, él era así; aunque no era capaz de admitirlo—. ¿Qué hacías hablando con ese idiota?

—No lo llames así —protestó de mala manera—. Solo intenté detenerlo.

—Y todavía lo defiendes —Tuve ciertas alteraciones cuando se trataba de Zev—. Solo te pido que no estés tan cerca de él. Todo esto no es más que una patada al culo y, aunque lo querría, no lo hizo por ti. Es tan egoísta como para ponerse a defender a alguien.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora