11. Debajo de esa oscura capucha

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FREYA
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Aquel lunes por la mañana, era uno de esos días que de solo pensar se me nublaba la mente; sin embargo, sería una nueva etapa en mi vida, y no sé en qué momento me desperté. Llevaba un rato observando mi celular, con eso de que Cole y yo habíamos vuelto hablar después de aquel beso en la pequeña pero pintoresca casa. Intenté evitarlo pero no pude contenerme.

Por un maldito instante traté de ponerme en pie y pasé las manos por mi cara. La misma que fue empapada por unas gruesas lágrimas. Ni aquel chico podía quitarme la tristeza que había dentro de mí.

Era mi primer día de clase en el segundo período del año escolar y, a pesar de todo, sentía la misma sensación oscura en mi interior. No quería que alguno de esos recuerdos viniera a mi mente. Ya era hora de que todo volviera a ser como antes. Bajé los escalones y no importó mucho lo que yo sentía. Me hubiese gustado no haber pasado por ello y no estaría sintiendo aquel escalofrío en todo el cuerpo. No después de lo que sucedió.

Cuando miré a mi madre, me miré a mí misma en ese instante sintiendo que mi mundo se derrumbaba. Quise pero no puse resistencia. Me odiaba más por haberme callado lo suficiente y no haber hecho nada que sentir su desprecio. Deseaba con tantas fuerzas poder descubrir y quitarme este peso de encima. Me bastó saber que estaba bien, claro, era algo que todo el tiempo fingía, pero entonces... ¿quién llenaba ese vacío? ¿Ese dolor que había aquí dentro? ¿Y cómo iba a mirar hacia adelante?

Mamá me miraba con ojos llenos de sorpresa.

Traía puesta la ropa del instituto con el logo en la parte posterior del pecho y la falda se me levantaba un poco. Llevé mis manos lo suficiente para sentirlo. Ya nadie más podía lastimarme. Los colores de los pompones en mis manos combinaban. Después de todo era una de las animadoras del equipo de baloncesto.

—Hija, ¿es esto lo que quieres?

¿Por qué la pregunta?

No era la hija que perdió. Era la hija que había tomado terapia en estos dos meses debido a un trauma psicológico. Sin embargo, me miraba como si todavía debería quedarme en casa, y que era imposible vivir con algo así. ¿Y qué tal si el mundo se enteraba de mi desgracia? Por ahora, al menos nadie en la escuela debería enterarse. Mamá se moriría de la vergüenza y yo no sé lo que haría.

—Ya es momento de que lo haga.

—No me parece.

—Mamá, estaré bien —dije tajantemente.

—De acuerdo, no hay nada que pueda hacer para detenerte —No estaba del todo convencida. Temía más que el resto lo supiera que por mí.

—Iré por mi bolso.

—Sé muy cautelosa, ¿quieres?

—Lo seré.

Tomé lo que había en el sofá y recorrí el lugar con la mirada. Papá no había estado ahí para echarme porras, había salido muy temprano a trabajar y no sé qué pensaba acerca de ello. Y aunque en ese momento quería oír a secas mi propia voz, también quería que ellos pudieran sentirse bien por mí. Por el primer paso que estaba dando.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora