3. Cuando cae la noche, el sol deja de brillar

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FREYA

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Desde que aquellas imágenes se grabaron en mi mente, no pude sacudirme la sensación de inquietud que me habían dejado. Los recuerdos de esos momentos taladraban en mi cabeza, y la ansiedad que me generaban era casi sofocante. Intenté compartir mis emociones con alguien, pero las palabras se atascaban en mi garganta y no lograba expresar la angustia que sentía.

Esta mañana, antes del amanecer, salí a correr para liberar la tensión que había en mi cuerpo. La oscuridad aún cubría la ciudad, pero yo ya estaba lista para enfrentar el día. Me vestí con comodidad, elegí mis zapatillas favoritas y me recogí el pelo en una cola práctica, lista para dejar que el movimiento y el aire fresco me ayudaran a despejar mi mente.

Mientras corría, el ritmo de mis pasos y la respiración profunda me ayudaron a clarificar mis pensamientos y dejar atrás, por un momento, las preocupaciones que me habían mantenido despierta durante la noche.

Me sentí renovada, como si hubiera dejado atrás todas mis inquietudes. Pero sabía que esa sensación de calma era solo temporal, y que pronto tendría que enfrentar la realidad que me había llevado a correr en primer plano.

La sesión de ejercicio terminó, y regresé a mi rutina diaria. Me preparé para ir a la escuela, elegí un conjunto elegante y unos zapatos cómodos.

Cuando me senté a la mesa, un delicioso aroma captó mi atención: pollo con waffles. Una sonrisa se dibujó en mis labios.

—¿Cómo te va, princesa? —papá me miró detenidamente.

—Todo bien. Por cierto, tengo clases de baile más tarde y necesito conseguir el papel de nuevo.

—Hija, debes tomarte el baile con calma.

—Fergus, ya hemos hablado de esto. Nuestra hija tiene talento, y Juilliard es el único lugar donde puede desarrollarlo completamente —mamá lo reprendió.

¿Quién no quería estar en Juilliard? Juilliard era una de las mejores universidades de artes escénicas.

—Se necesita mucha práctica —contestó papá.

Y lo hago, ¿o no?

—Lo sé, he sido una de las mejores —hablé entre bocados.

Aunque papá tenía fe en mí, detectaba una leve duda en su mirada. Eso me generaba inseguridad, pero no me detuvo. Me esforcé en trabajar duro para obtener ese papel y disfrutar plenamente de las festividades escolares.

—¿Podrían dejar su discurso para otro momento? —Intervino mi hermana, frunciendo el ceño—. Me llevaré esto para el camino —envolvió un sándwich enorme y lo guardó en el bolsillo de adelante de su mochila.

—Enara, asegúrate de tomar tus vitaminas hoy.

Mi hermana era una excelente atleta y siempre se esforzaba por mantener su cuerpo en óptimas condiciones.

—Ya lo sé —Tiró un gran mechón de cabello hacia atrás—. Freya, ¿te quedas? —me miró con un pie fuera.

—Ya voy.

Me sequé los labios con una servilleta.

—Por favor, date prisa. Tengo un examen de Química y no quiero perderlo por tu culpa.

—Dije que ya voy —me puse de pie y busqué mi mochila con la mirada.

—¡Papá, mamá, nos vemos!

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora