25. Todo el mundo se pierde un poco por dentro

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FREYA


¿Ese chico de cazadora negra era de quien me estaría enamorando?

¿Cole, el chico de la carrera de Grace Lane?

Después de todo ya no me sentía abrumada.

Era mi lugar favorito.

Me imaginaba caminar de su mano por las calles oscuras.

Su cabello rebelde, su mirada verde esmeralda, sus labios rosados y algo sedientos por el frío eran un simple antifármaco para curar mi alma. No era un atleta, un sabelotodo, ningún capitán del equipo de baloncesto, mucho menos un modelo de alguna revista de VMan o Nylon Guys. Su rostro era delicado, su piel era fría y lívida. Su cuerpo delgado lucía golpeado por la falta de hambre. Sobre todo, los problemas que cargaba se lo guardaban para sí mismo. Pero, poco a poco se estaba abriendo a mí. Yo en cambio... me sentía muy cobardica. No sé en qué momento seré capaz de declararle mi verdad, la verdad que empezaba a arder por dentro con mucha más profundidad.

Había actuado de una manera que ni yo podía entenderlo. Le seguí el paso en lugar de sincerarme y restar el resto de la herida. Lo que sucede es que, no solo me pasaban a mí cosas malas, sino que estaba a punto de darme un apoplejía, se debía a que tenía muy mala suerte. Estaba liada después de haberles contado a mis padres la situación por la que estaba atravesando. Me sentí tan culpable y a cada momento me apuntaban con el dedo acusatorio. Fue tan bochornoso que vieran aquel video que ha sido subido a internet.

«No tendría que haber ido a esa fiesta», pensé en voz alta.

El cuerpo ya no me respondía bien y el estómago me daba un vuelco. Mi corazón dejaba de funcionar por cortos intervalos y no estaba segura de cuánto tiempo resistiría. Alcanzaba a ver el tragaluz y, sin duda, eso me hizo tropezar contra algo.

Caminé hacia el lavabo y me vi en el espejo como si esa chica parecida a mí no fuera yo.

Me tomé las pastillas para aplacar los nervios y me alisté lo antes posible; aunque de hecho, no quería ir más a la secundaria porque, todo lo que hacían era ponerse hablar a mis espaldas.

Bajé los escalones hacia la primera planta, y allí estaba mamá trayéndome del brazo hacia adelante como si fuera una pequeña mascota.

—Esta de aquí es mi hija.

—Mucho gusto, Freya. Soy la licenciada Reed. Tus padres me han hablado de ti —Una mujer alta y de cabello rubio me tendió la mano. Yo en cambio le devolví un gesto forzado—. Toma asiento —me señaló el sofá que estaba al frente—. ¿Quieres hablar?

—¿Aquí?

—Sí.

Me molestaba la presencia de esa extraña mujer que había venido hasta aquí solo para hacerme preguntas incómodas y, al parecer, este día sería diferente al resto. Preferiría estar en un monólogo que en un conversatorio frente a mis padres.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora