Extra - Parte II (Villain)

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"Qué sucede si en quién confiabas tanto resulta ser tu peor pesadilla?"

Descubre la vida de cada uno de los villanos y/o antagonistas de la novela.

Y me despido con mi frase épica: "Mis historias no son de rosas ni purpurina, solo escribo lo que la mente me hace explotar".


VILLAIN



OWEN SANDERS

Érase una vez

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Érase una vez... un niño solitario y arrinconado en medio del patio de la escuela con el uniforme lleno de mugre. Mientras tanto, todos, sin excepción, lucían impecables uniformes a medida. A los once años, uno tenía esas ganas de crecer y, por supuesto, tener amigos, pero nadie quería ser amigo de un niño que se orinaba en los pantalones cada vez que lo amedrentaban.

Pues bien, ese niño ya creció, pero ya no tenía la misma inocencia de antes. Su expresión se ensombreció y no había rastro de sentimientos en su interior.

Y así fue como pasé de ser: De víctima a bully.

Hasta que caí.

—¡Levántate! —Un niño mucho más grande que yo, me tomaba de la correa de la mochila y me arrastraba por el pasillo de la escuela—. Te dije que te levantes.

—No.

Tenía la mirada puesta hacia esos pares de zapatos finos. Entré en pánico al escuchar risas por todas partes, mi cuerpo sufrió una serie de espasmos y el corazón me iba demasiado rápido. No pude contenerme y terminé orinándome después de intentar levantarme y mi rostro registró muestras de burla.

—¡Qué asco! ¡Te mojaste los pantalones!

Me empujó y caí de bruces.

"El señorito Wood", como así lo apodaban, era el terror de la escuela. Si no se cumplían sus órdenes, a uno le iba mal y se metía con los más vulnerables. Yo era su principal víctima. Me quitaba la comida, copiaba mis exámenes y disfrutaba empujándome y acariciándome la cabeza.

No puedo imaginar el odio que sentía hacia él.

Hubo un día en que quiso intimidarme con su porte y cerrarme el paso junto a otros de esos marginales que lo veneraban como a un maldito Dios de la destrucción. Muchos de ellos querían ser como él. Se me erizaban los vellos de la piel y a mi agresor no le importó en absoluto. Y, para empeorar las cosas, me jaloneó y me arrastró al sanitario agarrándome del pelo. Grité de pura frustración, pero nadie, absolutamente nadie hizo nada.

—¡¡Déjame ir!!

—¡No seas marica!

—¡Por favor te lo suplico! —rompí a llorar, pero a él le valió un comino y no quiso escuchar mis súplicas, así que siguió divirtiéndose.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora