10. Muñeco de nieve

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COLE

Sus labios estaban suaves y parecían hechos para mí, lo que me hacía desear más de ella. No pude resistirme y, en ese momento, quería sostenerla como si nunca la fuera a soltar.

Freya Moore era alguien que no se podía borrar ni olvidar fácilmente.

Mi alma necesitaba de su luz.

Estaba hambriento de ella, nada me detenía. Sus ojos se cerraban lentamente y descubrí ese brebaje cuando nuestras bocas se unieron.

Estábamos en medio de la oscuridad, sintiendo el único brillo en sus ojos. Nuestros cuerpos se derretían como chocolate caliente. Su piel era la droga que me aprisionaba. Eliminaba todas mis complicaciones y multiplicaba el placer. ¿Cómo podía un simple beso cambiarlo todo? No lo sabía. La forma en que giraba en torno a ella desbarataba todos mis planes.

Después de llevarla de vuelta a casa, no pude evitar pensar en lo bien que se había sentido eso. No sabía si tenerla cerca de mí era un premio o un castigo.

Tiré el cigarrillo por la ventanilla y me desabroché el cinturón. Las luces estaban encendidas, alguien estaba en casa y, al entrar, me puse al corriente de todo.

—¿Dónde estuviste? —Sherisse me esperaba furiosa.

—Quizá viene de estar con esa chica —indagó Kalan con sátira.

—¡Hey, guárdate tus comentarios!

La pelirroja le lanzó una mirada recriminatoria con un tono demandante y, en una fracción de segundo, encontró mi semblante.

—Es verdad, estuve con ella —admití—, así que les sugiero que no me hagan más preguntas.

—¡Hermano, desembucha!

Se le veía ansioso con la sonrisa puesta, esperando que dijera algo y tenía los ojos demasiado abiertos. Sabía exactamente a qué se debía.

—¿Qué se traen los dos?

Sherisse nos examinó.

—Nada que deba importarte —respondí cruzándome de brazos.

—Sé que hay algo que no me lo quieren decir.

Reprimí un gesto ante lo que fuera a ocurrir y por ahora trataba de no pensar más en eso, aunque a veces me costaba aceptar. La formalidad era lo más ajeno a mí, y me veía alguien fuera de lo normal. Evitaba todas esas pequeñas punzadas en el estómago y, sin duda, sonaba como el pobre chico que se ponía a pedir limosna en los autobuses con aquel aspecto desfavorable.

—Cole, no has comido nada en todo el día —Sherisse me acababa de leer la mente, últimamente evitaba al hambre, tanto que ya no me quedaban más fuerzas para seguir viviendo—. Puedo prepararte unos macarrones con queso.

—No sabes cómo te lo agradezco.

Noté una sonrisa que se alojaba en la curva de sus labios pintados y cómo tenía la mirada puesta en nosotros.

Definitivamente, la cena estuvo deliciosa. Recuerdo que hubo un tiempo en que Sherisse se enfadó con nosotros por algo que hicimos y nos dejó sin comer en todo el día.

Lección aprendida.

Sé que aún seguía enfadada por todo lo que habíamos hecho ese día. Lo podía notar en las facciones marcadas de su rostro, pero la intensidad era menor que la primera vez.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora