9. Mi primer beso

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┌──────── ∘°❉°∘ ────────┐FREYA

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FREYA

Justo cuando estaba por terminar la semana, Kayla y yo tuvimos una conversación seria sobre Pixie y su insoportable novio. Me contó que la había estado engañando con una chica de su clase, quería al menos ponerle al tanto de la situación, pero sabía que no me creería, mucho menos sería capaz de siquiera ponerse a escucharme.

Nos mantuvimos un momento en silencio y, en eso, tuvo el valor suficiente de preguntarme cómo fue que esa noche llegué a casa. La verdad es que no debería por qué hablar de esto con ella. Aun así no me pude contener.

Sentí que por dentro algo me quemaba, aun podía sentir el más mínimo contacto y ese aura que me inducía. ¿Qué había en él que las palabras pesaban tanto? Sentía la necesidad imperiosa de bloquear las palabras que me había dicho y enterrar cada parte suya.

Caminamos por la carretera hasta que anochece y, en un momento, su celular sonó durante varios segundos. Lo cogió y contestó la llamada. Parece que tenía otras cosas más importantes de las que deba ocuparse, así que la acompañé y tomamos un taxi en el camino.

No sé por qué, pero estaba de los nervios.

Inspiré profundamente y reflexioné lo justo para coger oxígeno más de lo que ya había atrapado. Minutos después, Kayla fue la primera en bajarse y ni siquiera se molestó en pagarle al chofer. Luego el hombre me llevó a casa y no me vi capaz de emitir una palabra. Me quedé inmóvil y mi largo cabello se deslizaba por mis hombros con cada rompe muelle que había.

Había entorpecido.

Estaba dispuesta a dejarlo en el cementerio del olvido, sino dejaría de llamarme Freya Moore.

Por suerte, llegué a casa y, al recorrer el pasillo, alguien me detuvo. Me pasé la mano por la cara y mantuve la mirada en la mesa y en las personas que la rodeaban.

-Freya, cariño. Estás aquí. Me tenías muy preocupada.

-Mamá, fui a dar un pequeño paseo con Kayla -dije tranquilamente.

-Está bien, mi querida hija -respondió, ciñendo mi cuerpo con sus brazos.

-Feliza, déjala respirar -Papá supo manejar la situación, liberándome de mamá.

-Bien -suspiró-. Debes tener hambre.

-No, mamá, ya he comido.

-Eso me deja más tranquila -Una sonrisa de alivio se dibujó en sus labios.

Enseguida subí los peldaños uno a uno. Al menos mamá no insistió más esa noche, así que tendría un tiempo prudente para mí y para pensar en lo que pasó. Pero, cuando estuve por abrir la puerta de mi habitación, algo me instó a mirar hacia otra parte: Enara estaba hablando por teléfono con alguien.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora