46. A través de la tormenta

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¿Qué debería haber hecho?

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¿Qué debería haber hecho?

Tomé el teléfono que estaba en la mesita auxiliar y le marqué varias veces; pero todas esas veces me dirigieron directamente al buzón de voz. Freya evitaba tener una conversación conmigo y lo que menos quería era mirarme a los ojos. Estaba profundamente afectada. Tenía los ojos muy rojos y su cuerpo se sacudía.

La máscara con la que todas las noches había tenido pesadillas apareció en mi casa como por arte de magia. ¿Cómo demonios pasó eso? Un torbellino de preguntas invadió mi mente. Todos mis músculos se tensaron y, sin ella, el silencio seguía siendo un calvario.

Había permanecido todo el tiempo en la pequeña sala de estar y así fue hasta la mañana siguiente. No tenía hambre y no me había bañado en todo el día. Sherisse y Kalan faltaron a la cena de la noche anterior. Imagino que tenían cosas más importantes que hacer.

Lo arruiné todo.

Y, sin embargo, no podía quedarme aquí sin hacer nada. Tomé mis llaves y salí a toda prisa. Pero, antes que nada, agarré el objeto que estaba en mi cuarto. Lo metí en una bolsa y la dejé caer en el asiento del copiloto. Aceleré a una velocidad increíble por la autopista, pasando por la carretera principal. Encendí un cigarrillo para sentir un poco de calor y lo apagué con los dedos. Lo saqué por la ventana y se esparció con el viento.

Al llegar, me puse la capucha hacia adelante y vi varios pares de zapatos caros moviéndose en diferentes direcciones. En el fondo de la esquina, había mucho bullicio, pero no sabía por qué. Y poco después de subir los primeros peldaños, llegó la ambulancia con su habitual sonido que acaparaba la situación. Giré y dos paramédicos se dirigieron hacia adentro. Al oír esos sonidos que saturaban todos mis sentidos, llegaron imágenes a mi mente y moví la cabeza en completa negación. No resultó de la mejor manera, me recordaba a cómo trasladaban el cadáver de mi hermana.

Estaba cubierta por una sábana aperlada y se podían ver sus pequeños pies. Cuando volví a la realidad, vi a una chica de mediana estatura con la cara manchada de sangre siendo transportada en una camilla. Aparentemente, estaba inconsciente y lucía terriblemente mal.

No era momento de sentir lástima por alguien que alguna vez me marginó y formó parte de aquel bando, así que me moví rápido y no dejé pasar la oportunidad. Caminé hacia el locker número 119, el cual me habían asignado desde que entré. Tomé la llave personalizada y abrí la cerradura, mirando a mi alrededor. Y cuando puse la máscara adentro, apreté los labios y esbocé una pequeña sonrisa.

«Todo está hecho».

Y, para colmo, mi celular sonó en el bolsillo delantero. Lo tomé y la pantalla brilló. Mi expresión cambió al no poder recibir una respuesta por parte de ella, lo cual fue más que una sorpresa desagradable. Si no hubiera llegado a tiempo, la historia habría sido diferente.

¿Quién podría haber sido?

No quise averiguarlo. Solo quería ir por ella.

Corrí a grandes zancadas y, a puertas de la biblioteca, tropecé con la Srta. Wilson, que estaba a solo un metro de distancia.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora