22. Esa cicatriz

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COLE


—¿Qué es lo que estás haciendo?

Volví la mirada hacia la suya. Su cara ya estaba demasiado roja como un champiñón. Vivía enganchada en esas pocas horas de diversión y era alguien que no conocía. No la había visto así desde que nos conocimos y, menos, no tomaba una maldita gota de alcohol. Sonaba muy cargada y con un extraño perfume. Había capas de maquillaje en toda su cara y se sentía adorada por una paleta de luces.

Yo, de verdad que me había sentido mal por ella, y me había portado como un completo gilipollas. Era la razón por el que siempre debía haber tenido cuidado. Era demasiado extraño como para comprenderlo.

Me había visto obligado a cuidarla. Estaba lo suficientemente guapa, pero no era la persona de la que quizás me había enamorado. La amiga a la que le conté mis penas y con la que me dejé llevar.

Se movía a través de los grandes ventanales de la sala y ni se daba cuenta de lo que hacía. Todo iba de mal en peor. No digo que tenerla cerca era una posible seducción, vale si lo era, pero su vestido no ayudaba en absoluto. Ya estaba muy pegada a mí. Me trajo a la oscuridad donde yo solo podía verla.

Quería decirle cuanto lo sentía, pero no me salían las palabras de la boca.

No sabía cuánto había bebido. Sentía que yo tenía algo que ver. Quizás debí haberme esforzado y no hubiera dicho ni una puta palabra. Me disimulé por lo que ya el resto lo había notado.

Freya tirando de mí dejó que su aliento me embriagara. Le acaricié la cara y solo quería decirle que estaba viendo sus hermosos ojos. Pero, ella solo quiso beber el mojito que había en su vaso. La posibilidad era cierta. Le quité el vaso de las manos. Lo miré, fugaz.

Y ni siquiera noté que se acercaba, pero ya estaba gimiendo. Ese comportamiento ya era bastante raro en ella. Además, los síntomas ya eran demasiado recurrentes, por no decir que ya lo estaba padeciendo. Tenía distorsión visual y dificultad para moverse.

Esto no podía estar pasando.

—¡Maldita sea! Alguien le metió droga a tu bebida —gruñí con la mandíbula apretada—. Voy a tener que sacarte de aquí.

Me lo pensé un rato e intenté no perder el control porque esto podía irse de las manos. La tomé en brazos y muchos de ellos se nos quedaron viendo extrañados. Busqué a Owen por todas partes para que pudiera sacarnos de aquí, pero fue inútil encontrarlo entre la multitud.

Puse los pies fuera y volví a toparme con el imbécil de mi hermano al otro lado de la carretera. Le lancé una mirada furtiva justo después de acomodar a Freya en el asiento de atrás y, cuando estuve dentro, pisé el acelerador a una velocidad impresionante y le di varias vueltas al volante.

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora