17. ¡¡Bienvenida a Grace Lane, la carrerilla de los desafortunados!!

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FREYA

Otra de las cosas que no había notado es que, ese momento llegaría, y fue tal como me lo imaginé. Cole quería que lo acompañara y yo... no sabía en qué estaba metiéndome. Oh, sí sabía, pero no era muy consciente de ello.

¿En qué estaba pensando? ¿Solo yo podía salvarlo de esto?

La ruleta de la suerte daba vueltas una y otra vez. Y así fue, cuando el cielo se oscureció y una paleta de luces rondó por todo el asfalto.

Estaba completamente arropada mirando la hora en mi celular, y tenía tanto que no comía una tableta de chocolate. Le di un mordisco y me embarré un poco la esquina de los labios. Me limpié con la yema de los dedos y vi grumos de chocolate en mi piel. Justo antes de ir al cuarto de baño, noté como alguien se movió en mi ventana y el susto perforó mi pecho. Antes de que me pusiera a gritar, el de la cazadora oscura me cubrió la boca y sentí su mano fría.

Todo se debía a que no era el tipo de cosas que hacíamos. Cualquiera que lo viera diría lo conectados que estábamos y la oscura sensación que nos envolvía.

—Freya, no vayas a gritar. Soy yo —Sabía quién era, pero ¿cómo pudo entrar aquí? Lo único que necesitaba era no mostrarme vulnerable frente a él y decirle que no podré ir. No importaba si lo arruinaría, solo quería que Cole se fuera. Luego de que, quitara su mano de mí, me permitió recobrar la respiración.

—¿Qué demonios haces aquí? —bufé.

—No me cogiste el celular.

Se frotó el pelo y dejó escapar una leve sonrisa.

Es verdad eso de que mucho antes de arroparme no me atreví a cogerlo. Creí que lo dejaría para otro día, pero eso lo motivó a venir y entrar a mi cuarto como un delincuente.

—¿Y eso te da derecho de entrar por mi ventana?

—Tú me obligaste hacerlo.

¿Qué yo qué? No podía permitirlo. Y lo peor es que, lo decía con total normalidad. Era inaudito. No sentía absolutamente nada, lucía inexpresivo. Cole se paseó y el silencio perduró tanto que apenas me quedé a verlo cuando se sentó en mi cama. Cogió al señor conejo y lo envolvió contra su pecho. Dormía todas las noches con ese peluche y, ahora él, se las estaba dando de niño pequeño.

—¡Deja eso! —le arrebaté de las manos.

—Bien, pero tú vendrás conmigo —Se puso en pie y me tomó del brazo. Pero yo, con todas mis fuerzas me opuse.

—Que no.

—Freya —me miró amenazante.

—¿Puede ser en otro momento?

Bonito Desastre✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora