Capítulo 43

3.2K 262 28
                                    

Aaron.

Miro a la morocha, quien funde a su papá en un fuerte abrazo.

Yo por otro lado estoy enojado con Lizzi, mas de lo que jamas e estado en mi vida.

Esta vez, si se a excedido, y no dejare que se salga con la suya.

Carraspeo.

—Morocha, ¿Luego me puedes llamar para que te deje en tu casa?— ella me mira extrañada—Por que tengo algo muy importante que hacer— asiente, y sus ojos, como los había visto desde que nos dijimos lo que sentíamos, poseen esa chispa de cariño.

—Esta bien, haz lo que tengas que hacer, luego te llamo ¿Dale?— le regalo una sonrisa ante su comprensión. Otras me habrían hecho un drama tremendo, ademas de un sin fin de preguntas estupidas.

Miro a su padre quien me mira complice.

—Cuídese, señor— salgo de la habitación escuchando un cuídate de parte de los dos.

Mientras camino por el hospital, mi cabeza da vueltas. No solo por la culpa terrible que siento, si no por las ganas de matar a mi "pequeña hermanita".
Cuando por fin salgo del pulcro lugar, me subo en mi auto.
Inhalo y exhalo tratando de calmarme pero aun así no logro hacerlo.
Espero que todo esto tenga una explicación meramente razonable.

Llamo a mi hermana.
Unos minutos después, por fin atiende el teléfono.

—¿Qué quieres?— su tono es bajo, controlado, tanteando el terreno.

—Quiero que ya mismo me veas en la cafetería de la abuela, tenemos muchas cosas que hablar.—con eso, corto la llamada y aprieto el acelerador, con la esperanza de que todo esto, no se valla a la mierda.

[...]

Luego de poco tiempo, por fin me estaciono en la entrada del lugar que le indique a Lizzi.

No tardo en detectar su impecable auto rojo, que a pesar de su escasa edad, usa.

Me bajo del auto viendo como ella también lo hace, pero eso no es lo que llama mi atención.
Ryan y Amanda también lo hacen. Las tres llevan una mirada de superioridad que me deja estático.
Nunca pensé ver a mi hermana creyéndose mas de lo que realmente es.
No me mal interpreten. Lizabeth es linda, siempre lo a sido, pero nunca tuvo que demostrarlo, y ahora que esta cargada de superioridad, hacen que me parezca una cualquiera.

Le indico con fingida indiferencia que entre a la cafetería.
Yo también lo hago y me siento en una mesa bien apartada, para que así, nuestra conversación sea aislada.

Pronto las tres no tardan en seguirme.

Cuando los cuatro estamos viéndonos mutuamente, decido romper el silencio.

—¿Por qué no me explicas, primero y principal, que rayos hacen ellas aquí?— digo sin ocultar mi evidente enfado.

—Te lo diré—demanda mi hermana.—Pero para que entiendas mejor, tendrás que preguntarme de lo que tanto as dudado.

Sus palabras salen frías, sin sentimientos. Como si se habría olvidado de la persona que se encuentra enfrente de ella, la persona que siempre la a protegido, que a borrado cada una de sus lagrimas y a puesto en su lugar estruendosas carcajadas y sinceras sonrisas.

Las complicaciones de enamorarte © |Completa| (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora