Capitulo 59

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Mi respiración se volvió agitada.
Coloqué mis manos sobre la mesa intentando tomar aire.
No me había percatado de su presencia hasta que movió una de las sillas de la cocina.

–Marisa ¿Estás bien?.– preguntó Joe preocupado y se acercó a mí.

Su pregunta me pareció tonta, pero intenté responder de la manera más cordial.

–Casi me matas del susto ¿Cómo crees que estoy?

–No era mi intención, yo estaba en el baño y escuché que alguien entró a la cocina así que vine a ver quién era.

–Yo, Joe fui yo quien entró a la cocina.– expresé molesta.

–Por un momento desee que fueras tú.– declaró espontáneamente.

Sus palabras me desconcertaron, igual que siempre.
Tenía ese don de dejarme sin palabras.

–¿Qué es lo que quieres?.– le pregunté sin ánimos de escuchar la respuesta.

–Hacer esto.

Bruscamente me tomó de la cintura y me llevó hacia él.
Intenté zafarme de su agarré pero mis delgados brazos no son nada a comparación de los suyos.
Sin siquiera advertir sus malas intenciones, me besó.
Quise alejarme de él pero no podía y esta vez no se trataba de fuerza física si no, más bien de fuerza de voluntad.
Sus cálidos labios me hicieron perderme, y como siempre, olvidaba todo cuando mis labios tocaban los suyos.

Y estaba ahí otra vez envuelta en sus brazos, cometiendo algo prohibido, pero lo peor de todo fue que caí en el pecado de quererlo siendo eso algo indebido y aún así estaba dispuesta a aceptar las consecuencias.

La pasión comenzaba a apoderarse de los dos, me besó y luego Joe llevó su boca a mi cuello haciéndome gemir de placer.

Pero no, no podía permitir que la pasión me hiciera perder la cordura, no ahí, no en ese momento.

Me alejé de él.

–No Joe, no debemos hacerlo.– dije sin poder mirarlo a los ojos, tenía mi mirada en el suelo.

–Lo hemos hecho antes, no sé cuál es tu problema ahora.– dijo un poco molesto, tal vez no debí dejar que las cosas avanzarán tanto en ese momento.

–Vamos Joe, estamos a mitad de la noche y en un lugar donde hay casi 20 personas.– traté de que me comprendiera.

–Te deseo, en verdad te deseo.–Con su nariz comenzó a recorrer mi cuello. Su respiración agitada logró erizar mi piel.

–¡Basta!.– dije empujándolo un poco.

Sin decir nada, caminó hacia afuera dejándome ahí sola.

Regresé a la habitación, me sentía un poco culpable por lo sucedido pero no quería tener sexo ya que no era el lugar adecuado.

A la mañana siguiente, me levanté casi a las nueve.
Tomé una toalla y algo de ropa que llevaba en la maleta y caminé hacia el baño.
Aún tenía sueño, mi reflejo en el espejo me permitió saber que tenía ojeras enormes.
Me metí a la ducha, esperando que el agua fría me despertara completamente.

Después de salir de la ducha y vestirme con algo cómodo, cepille mi cabello y me lavé los dientes.

Salí de la habitación y me dirigí a la cocina, ahí estaban mi tía, la abuela de Natasha y los dos pequeños niños, los cuatro estaban desayunando.

–Siéntate, el desayuno le quedó delicioso a tu tía.– me dijo aquella señora de aspecto elegante.

–Gracias, mi tía suele hacer cosas deliciosas.– reí para mis adentros al pensar que mi tía había concebido a Joe y bueno...

–¿Un poco de jugó?.– preguntó.

–Si, gracias.– le respondí después de tomar asiento a un lado de el pequeño.

Después de un rato, comenzaron a llegar todos los demás.
Joe y Conan llegaron juntos, lo cuál me pareció raro y surgió la curiosidad en mí por saber de que tanto estuvieron hablando esta mañana.
Pero me quedaría con la duda ya que no me animé a preguntar.
El resto del desayuno ocurrió sin importancia.
Como en la noche anterior no había dormido mucho, al terminar de desayunar fui a la habitación y me quedé dormida.

Desperté desorientada, no recordaba dónde estaba hasta después de unos segundos.
Me levanté y acerqué a la ventana, eché un vistazo hacia afuera y ahí estaban los primos de Natasha jugando, Conan lanzaba el balón de fútbol americano en dirección a uno de los chicos, Joe estaba recostado sobre el pasto cerca del lago.
Por un momento me sentí molesta por qué no me avisaron que saldrían a disfrutar el soleado día.

Salí de la habitación y llegué a la cocina, ahí estaba mi tía cocinando junto con la abuela de Natasha.

–Saldré un momento.– dije.

–No olvides usar bloqueador solar.– gritó mi tía desde donde estaba.

Salí de la casa y recorrí unos cuantos metros hasta que llegué a donde estaba Joe.

–Hola.– le dije pero no recibí respuesta, se veía tan bien sin playera que me era difícil verlo a la cara.–¿Sucede algo?.– pregunté.

–No.– respondió sin mirarme.

Su actitud me desconcertó.
Me senté junto a él, lo miré por unos segundos intentando saber que sucedía pero no obtuve nada.

–Dime qué pasa.– insistí.

–Tú debes saberlo Marisa, ¿Podrías irte de aquí?.– dijo molesto.

Su actitud logró alborotar mis sentimientos, me sentí triste y me sentí enojada. No lograba comprender lo que sucedía.

–No te entiendo.– respondí.

–No quisiste tener sexo conmigo pero primero me besaste.

–¿Besarte tiene algo de malo? Bueno, sin contar que somos primos.

–Ya, por favor vete.– dijo en un tono neutro.

No sabía que hacer, ni cómo reaccionar.
Estaba molesta con él pero también estaba confundida y necesitaba saber que era lo que estaba ocurriendo.

–Me iré entonces.– me levanté esperando que me detuviera.

Actos prohibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora