Capitulo 62

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Estábamos en apuros.
Lo único que nos iluminaba era la luz de la luna y la lámpara que llevaba Joe.
El bosque y sus sombras comenzaban a lucir tenebrosos.
Yo había dejado mi teléfono en la casa y el de Joe no recibía señal así que no había oportunidad de hablarle a alguno de los chicos para que regresaran por nosotros dos.
Estaba preocupada, debo aceptarlo, pero traté de aparentar estar tranquila y buscar una solución al problema en el que estábamos.
Tratando de averiguar cómo volver a casa, pensamos que podíamos esperar a que pasaran de vuelta por ahí o caminar hacia la casa.
Definitivamente descartamos la segunda opción ya que podíamos adentrarnos aún más al bosque sin tener conocimiento de este.
Así que optamos por esperar a que los chicos decidieran regresar justo por donde habían pasado anteriormente.
Comenzaba a hacer frío y un escalofrío recorrió mi espalda haciendo que me retorciera un poco. Joe lo notó y velozmente se despojó de su abrigo color azul y lo situó sobre mis pequeños hombros.
Le sonreí tímidamente, su acción me pareció tierna, no me era posible resistirme a algo así.
Me cubrí con el abrigo y el olor de su perfume llegó a mis fosas nasales haciéndome perder en aquel peculiar aroma.

No habían pasado ni diez minutos desde que nos dimos cuenta de que estábamos extraviados en la inmensidad del arbolado pero yo sentía que nadie acudiría a nuestro rescate.
Pero no debía demostrarlo ya que parecería una exagerada y probablemente si lo estaba siendo.
Parte de mí estaba realmente preocupada, tenía pavor a los insectos y en ese lugar era cuestión de que pasaran unos minutos para encontrarme con alguno.
Por otra parte, me sentía tranquila, sabía que Joe me protegería de cualquier cosa y eso me hacía sentir bien.
Ahora las cosas estaban bien entre los dos, habíamos arreglado nuestros problemas y solo esperábamos regresar, tomar un baño y beber algo caliente.
Habían pasado rato y Joe no decía nada, noté su nerviosismo, miraba su reloj de mano cada 30 segundos, caminaba ansioso de un lado a otro.

–Joe, tranquilo.– lo tomé de los brazos para detenerlo.– Estaremos bien.– comenté tratando de calmar las cosas.

–Siento que han pasado horas y esto comienza a ser descabellado, ¿Como es posible que nos hayamos perdido?.– Preguntó preocupado.

–Fue mi culpa.– dije sincerándome. –Debí esperar a llegar a casa, pero francamente al verte tan cercano a tu amiga me hace sentir estallar de celos.

–Ya basta, ya te dije que entre ella y yo no sucede nada.– dijo cortésmente para mitigar mis celos enfermizos.

El tiempo pasaba y comenzaba a sentirme cansada, Joe estaba sentado recargando su espalda sobre un roble, me invitó a sentarme junto a él pero el pánico a las arañas no me lo permitió.
Insectos que me producen temor de manera irracional desde que tengo memoria, y el solo hecho de pensar que cerca del suelo podría tener un encuentro desagradable con uno de estos seres me impedía sentarme.
Así que me quedé ahí, de pie, aunque me sentía agotada.
Joe se levantó repentinamente dando un salto.

–Tal vez si subo a la punta del árbol tendré señal y podremos hablarle a alguien para decirles dónde estamos.– comentó esperanzado.

El gesto de duda en mi rostro reflejó mi pensamiento, era una locura.

–Joe, podrías caer.– dije esperando que cambiara de parecer.

–Claro que no, es algo fácil.– añadió decidido a escalar.– Sostén la linterna, la batería no durará mucho tiempo y debemos hacer algo antes de quedarnos completamente a oscuras.
Frotó sus manos por unos segundos y seguido a eso comenzó a subir por el árbol lenta y cuidadosamente.
Aquel árbol parecía medir unos 20 metros de altura, mirando a Joe desde abajo comenzaba a preocuparme por él.

–Ten mucho cuidado.– grité desde el suelo.

Él seguía su curso cautelosamente y al llegar a la mitad del recorrido, uno de sus pies resbaló, sus brazos no soportaron su peso y cayó al suelo.
La angustia me invadió completamente y corrí hacia él.

–¿Estás bien?.–Inquirí revisando su estado físico.– Te dije que podrías caer.

–Estoy bien.– comentó levantándose del suelo sin apresurarse.

Al ver que estaba bien y solo tenía unos pequeños raspones en el brazo y la ropa sucia no pude evitar soltar una risita al pensar que no es tan atlético como aparenta.

Recogí la lámpara que había dejado sobre piso y me levanté sacudiendo la tierra que se había adherido a mis pantalones.

–Me alegro de que no te haya sucedido nada.

Finalmente después de varias horas, mi tía, Natasha y su abuelo nos encontraron.
Después de que Joe y yo nos separamos del grupo, ellos siguieron caminando y regresaron a casa con la idea de que nosotros dos ya estábamos en aquel lugar esperándolos.
Al entrar cuestionaron nuestra posición y los residentes comentaron que ninguno de los dos nos encontrábamos ahí.
Preocupados y después de varios intentos de localizarnos a través de llamadas telefónicas y no obtener respuesta, los tres decidieron salir a buscarnos. Tomaron los mapas y un par de lámparas y salieron de casa con la esperanza de encontrarnos pronto.
Y al fin de unas horas dando vueltas por todo el bosque, escucharon nuestras voces y corrieron hacia nosotros.

–¡Marisa, Joe! Que bueno que se encuentran bien.– dijo mi tía aliviada.– No saben lo aterrorizada que estaba. Temía por su bienestar.

Los dos la abrazamos cálidamente, habíamos pasado por hambre y frío durante las últimas horas y un abrazo de ella resultó reconfortante.

–Tía, muchísimas gracias por salir en medio de la nada a buscarnos, y lamentamos mucho haberte hecho pasar por esto pero nos perdimos y no sabíamos qué hacer.– dije apresuradamente, el frío cada vez empeoraba más y yo solo quería regresar a la casa.

Joe por su parte hablaba con Natasha y su abuelo y trataba de calmarlos diciéndoles una y otra vez que nos encontrábamos bien y que no habíamos corrido peligro.

Actos prohibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora