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Era un día frío y enérgico.

Sungmin estaba en su escritorio con los ojos fijos en la pantalla de la computadora, revisaba un informe de la clínica en línea sobre las posibles ambigüedades en el trastorno de estrés post traumático, mientras comía un sándwich de mantequilla de maní y jalea de su caja de almuerzo rosa en forma de conejito.

Instantes después, escuchó un suave golpe en la puerta de su oficina.

—Pase—. Dijo cortés.

La puerta se abrió y apareció un hombre bien construido con un una sonrisa tenue en su rostro.

—Ey, bebé—. Guiñó un ojo el hombre quién caminó casual hasta Sungmin con los brazos abiertos, este último también dejó escapar un pequeño saludo de placer mientras miraba su reloj.

—Ey, ¿ya es hora?— comentó Sungmin, poniéndose de pie para permitir el abrazo suave de Kangin, envolvió sus brazos alrededor del cuello del hombre alto. —Oh, que bueno verte.

—Sí, ha sido un tiempo sin vernos—. Kangin dio un beso rápido en la mejilla de Sungmin antes de dejarlo ir. — El tiempo vuela ¿no?

—Así que, ¿cómo te fue en el seminario?— Sungmin preguntó juguetón, mirando hacia arriba a su novio al que no había visto en los últimos días.

—Ah, ni preguntes. Podría dejar este trabajo en cualquier momento—. Kangin respondió con un gesto despectivo y puso ambas manos en los bolsillos de su jeans.

Sungmin sonrió en disculpa y frotó su mano contra el hombro de Kangin. — ¿Tan malo fue?, ¿el capitán te lo está poniendo difícil otra vez?

—Ese hijo de puta, mejor que controle a sus hombres antes de que yo lo haga—. Kangin se quejó cruzando los brazos en su pecho. —Él sigue con esa mierda de que jodí al equipo. No es como si yo haya querido dejar escapar al imbécil ese.

—Yo sé que no—. Sungmin negó con la cabeza, aunque no estaba cien por ciento seguro a quién se refería Kangin cuando mencionó al imbécil ese. Según su experiencia siempre era mejor la comprensión y dejar que la rabieta fluyera, en lugar de mantener el enojo dentro hasta que explotará en actitudes violentas. Su novio probablemente lloriqueaba por algún operativo para atrapar a alguien en el que había fallado.

—Oye, ¿no es esa la lonchera que te di el año pasado?— Cambiando bruscamente el tema Kangin se refirió a la caja de conejito rosa. Sungmin se echó a reír. Esa era la parte divertida de tener un oficial de policía como novio. Su trabajo consistía en dos personalidades de polos opuestos que podrían resultar conflictivas a primera vista. Kangin debía ser inflexible e implacable con los criminales, pero al mismo tiempo debía ser calmado y analítico para investigar los casos. Su temperamento podía elevarse y hervir rápidamente como un volcán, pero al momento siguiente, el calor estaba apagado y fijaba su atención a otra cosa.

—Sí, es ésta.

—¿Todavía la conservas?— Preguntó Kangin, sacudiendo su cabeza incrédulo, pero extendiendo una sonrisa en su rostro.

—Bueno, me gusta demasiado. No he podido encontrar nada mejor—. Sungmin respondió y Kangin curvó sus labios diabólicamente.

Hizo un rápido movimiento para que Sungmin se acercara más, y cuando éste avanzó unos cuantos centímetros, posó su boca en los labios del hombre más pequeño en un corto beso.

—Te amo—. Dijo después.

Cuando Sungmin iba a responder, el teléfono móvil en el bolsillo trasero de Kangin comenzó a sonar, rompiendo  el momento por completo.

Mascarada {KyuMin/YeWook} [TRADUCCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora