Islandia

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La lluvia golpeaba el techo con fuerza, los relámpagos iluminaban las calles vacías y los truenos hacían vibrar los cristales de las ves ventanas. Justamente detrás de una  se encontraba un chico molesto, nervioso y preocupado intentando vislumbrar a alguien. Finalmente un auto estacionó frente a la casa y salieron dos figuras que caminaron rápidamente hasta la puerta. Emil hizo silencio para escuchar.

—Gracias por traerme hasta mi casa, eres muy amable. —decía la conocida voz de la (T/Na).

—¡No es nada! Entonces, ¿Yo llevo mañana la maqueta y tú los planos? —preguntaba una voz masculina.

—¡Claro, no te hagas problema! Por cierto... me preguntaba si el próximo sábado te gustaría ir a... —el pobre castaño no tuvo tiempo de terminar ya que el peliblanco abrió la puerta de golpe, sobresaltándolo.

—Llegas media hora tarde. —le reprochó.

—Hola, Emil... —suspiró la (C/P).

—Lo siento. No sabía que vivías con tu hermano. —el muchacho se rascó la nuca confuso.

—¡No soy su hermano! —se puso enfrente de él, desafiante y enojado, algo que se veía bastante cómico por el hecho de que el castaño parecía sacarle, por lo menos dos cabezas. Ciertamente, Emil era hasta más pequeño que (T/N), pero su carácter era algo que podía intimidar a unos cuantos, y el muchacho era uno de ellos. 

—Tranquilo, ¿si? —retrocedió un poco—. ¿Son novios?

—¡No te importa! 

—¡Emil! Lo siento, Samy. Nos vemos mañana. ¡Gracias por traerme! —lo saludó avergonzada antes de que el islandés la arrastrara hasta adentro y cerrara de un portazo. 

Una vez adentro él la miró con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Tar-das-te. —le volvió a decir.

—Te envié un mensaje, me quedé un rato más para terminar el trabajo.

—Aún así, no me dejaste la dirección de la casa, no me diste el teléfono, ni siquiera lo conocía a ese... Samy. —comentó con rechazo.

—Se llama Samuel y es un buen tipo, no tenías que hablarle así... ¡Ni siquiera me dejaste despedirme apropiadamente!

—¿Qué acaso te gusta? —miró de reojo.

—No es asunto tuyo. —le dijo secamente y se dispuso a ir a su habitación.

Por alguna razón el mayor se desesperó al ver a la chica alejarse. Se sentía idiota, culpable y egoísta. Él mismo la había rechazado hace tan solo tres meses, y mírenlo ahora, detrás de ella, alejando a los posibles depredadores desconocidos que parecían acechar en la oscuridad, esperando a que él le quite la vista de encima; buscando un poco de amor, pero a su forma, pendiente de sus horarios y comportándose más gruñón con ella.

Fue corriendo y la abrazó por la espalda, tan de repente que casi caen al suelo.

—¡Espera, no me dejes! —si bien intentaba parecer un adulto normal ante todos, no podía evitar parecer un corderito ante ella, era una faceta que no mostraba ni a su hermano.

—¿Qué te pasa? —(T/N) ya se estaba hartando, cuando finalmente se decidía a olvidarlo y salir con otros chicos venía con esa actitud. Abrazos sorpresivos, compañía todo el tiempo, muchas veces bajaba de la habitación y su desayuno estaba listo y no podía ignorar las acciones de Emil cuando se enfrentaba, generalmente, ante chicos ... Parecían celos. Realmente le seguía gustando, pero ya la había rechazado ¿Qué es lo que siente por ella?

—No te vayas... —murmuró mientras se apegaba más.

(T/N) se dió vuelta y lo miró a los ojos.

—Emil, te lo diré por última vez. Me gustas. Pero si no correspondes a mis sentimientos, dímelo y déjame seguir con mi vida ¿No te das cuenta de que me estás volviendo loca? —le tembló la voz a la vez que sus ojos se iban llenando de lágrimas. Rápidamente el chico la tomó por los hombros y la atrajo hacia él y la abrazó fuertemente.

—Perdón por ser tan egoísta. Lo que menos quería era lastimarte, pero todo me sale mal. Por supuesto que me gustas, te quiero tanto... No quiero que nadie te aleje de mí, nunca. —le dió pequeños besos por toda la cara a la vez que la chica se iba calmando más—. No volveré a dejarte, tú no me dejes, por favor.

—No lo haré. —la chica, que estaba inclinada a la altura del islandés, lo tomó de las mejillas y le dió un profundo y tierno beso, ganándose el sonrojo máximo que resaltaba en la piel blanca del enano.

Hetalia y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora