Japón

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Se oyó un grito desgarrador en toda la habitación, pero nadie más que los dos chicos que se encontraban allí, pudo escucharlo.

El castaño sintió un dolor inmenso en el dedo, su uña le había sido arrancada muy dolorosamente, y la garganta también le ardía por haber estado gritando todo el día.

El japonés sonrió burlón al ver cómo el otro rogaba y lloraba por su vida, lo único que quería era asesinarlo de una vez, pero una parte de él decía que tenía que sufrir más...

—¡Kiku! —fue despojado de sus pensamientos por la voz que creía que hace un momento estaba gritando de dolor. —¡Hombre, apresúrate! Ya vamos tarde al juego.

El asiático se sintió algo avergonzado en ese momento, Nathaniel era un buen tipo, pero cuando era tan cercano a ella... Amigos de la infancia para ser más exactos.

A Kiku le molestaba ese hecho, su infancia fue dura, él la necesitaba más que él.

Se subió a la camioneta del castaño, e inmediatamente arrancaron.

—Quince minutos tarde, genial —bufó el de ojos verdes.

—Disculpa la tardanza, no encontraba la cámara —dijo el ojimarrón recordando que finalmente había quedado enterrada debajo de dos de sus gatos más gordos y peludos.

—No importa, en realidad yo también llegué tarde, mamá quería que ordenara mi cuarto —dijo con un suspiro, y al notar aquel vapor blanco salir de su boca, puso el calefactor, como si recién hubiera notado que tenía frío.

Viajaron con calma a pesar de estar apurados, hablando de cualquier tontería que se les cruzara por la mente, y al cabo de diez minutos, estaban frente a las puertas del gimnasio.

Bajaron apresuradamente, colocándose sus chaquetas a la vez que caminaban por el pequeño estacionamiento del colegio.

Kiku observó aquellos montoncitos de nieve que se acumulaban junto al camino, tan detenidamente como su paso le permitía y tuvo que cerrar los ojos ante la imagen de un paisaje blanco con manchas de sangre derritiendo la nieve lentamente.

Tocaron la puerta y les abrió el profesor de gimnasia con su característica expresión somnolienta y los dejó sin pasar sin ningún regaño.

Nathaniel levantó el pulgar con una sonrisa triunfadora y fue a buscar un lugar para observar el resto del juego.

En el medio del gimnasio los dos equipos más importantes de basket de la academia World se enfrentaban en una sangrienta batalla. Y lo de sangrienta es porque Arthur, del equipo rojo, le había mostrado a Francis, del equipo amarillo, algunas revistas para adultos antes del juego como una forma sucia de ganar, pero al final los del equipo rojo se alejaban asqueados del rubio, que a pesar de su sangrado de nariz no perdía su motivación.

Kiku sacó un par de fotos, cuidando de sacar el flash para no distraer a los jugadores, pero estaba desconcentrado, en realidad el buscaba a alguien más.

Una cabellera (C/P) le llamó la atención y en definitiva sonrió al ver que era la persona que buscaba. (T/N) que tomaba de su botella de agua, se exaltó y lo señaló a la vez que escupía un poco el líquido.

Dejó la botella por ahí y se acercó dándole un fuerte abrazo.

—Creí que no vendrías, te perdiste nuestra coreografía —dijo mientras se apretaba más contra el hombro del otro.

—En serio lo siento, no me dí cuenta de qué hora era... —se quedó sin palabras al ver su traje de porrista, no era la primera vez que la veía con él, ni tampoco era provocativo, pero simplemente no sabía qué decir. Así que para plasmar aquella imágen, tomó una foto sin avisar.

—¡Oye, borra eso! —dijo mientras intentaba alcanzar la cámara.

—Saliste hermosa —dijo el otro sonriendo —ve a animar a los jugadores antes de que te digan algo.

La chica siseó molesta y como si fuera un castigo le dió un corto beso al pelinegro, quién sintió su rostro enrojecerse. La otra volteó hacia dónde estaban sus compañeras, animaban al equipo amarillo, y en la otra punta estaban las animadoras del equipo rojo.

Kiku se tocó la boca, acariciando suavemente dónde su novia le había besado. Pero no debía preocuparse, ella ya había aceptado su responsabilidad hace tiempo.

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El juego terminó con la victoria del equipo amarillo, que ganó con dignidad. En realidad, se veía por allí al grupo que seguía festejando, el resto ya cansado, se iba a su casa a dormir o quedarse con el celular hasta la 3:00 a.m. como solía hacer cualquier alumno normal un viernes por la noche.

Por supuesto Kiku había decidido llevar a (T/N) a su casa, las calles eran seguras y tranquilas por allí y no debían temer por ningún peligro nocturno.

—Fotografié el pelotazo en la cara de Kirkland —comentó, contento de tener su mano entrelazada con la de ella. —creo que a eso se lo llama karma.

—Definitivamente lo es. Eso le pasa por jugar sucio —(T/N) recordó el gran escándalo de risas en ese momento. —Será recordado por décadas.

Kiku veía por el rabillo del ojo las sombras oscuras, amenazantes. Aquellas que cuando volteaba la mirada desaparecían, pero aún así podía sentir su presencia.

Un ruido en los arbustos le llamó la atención, parecía otra sombra... No, una cabeza rubia se asomaba, las cuencas de sus ojos estaban vacías y salía sangre de ellas.

Se asustó, era Arthur, pero no podía ser, hace unos minutos lo habían visto entrar al bar con sus amigos...

—¿Te encuentras bien? —preguntó ella, al sentir cómo el pelinegro se apegaba más a ella lo podía sentir temblar —¿Tienes frío?

—No, yo... —no había terminado de hablar cuando (T/N) le puso la mitad de su bufanda, y con sólo eso sonrió reconfortado.

Sabía que ella era una mujer libre y no de su pertenencia, tenía que reprimir aquellos celos y desconfianza de los demás.

Porque la amaba demasiado como para decepcionarla así.

*Se esconde para esquivar la chancla* nah, pos fue mi tiempo de vagancia :'v

Hetalia y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora