El austríaco se quedó estático un momento, abriendo y cerrando la boca sin articular sonido, y una vez que salió del trance y pudo replicar su jefe alzó el dedo índice para ponerlo frente a su cara y soltar un fuerte «chsst».
—Sólo será una alianza temporal, y si estás preocupado por otra cosa, no, no es necesario que te cases con ella, esos tiempos pasaron. Sólo mantente en buenos términos con ella... ¿Quién sabe? Quizá te termine agradando. —a Roderich le dió un tic en el ojo. No había forma. Era imposible que aquella violenta pelirroja teñida le llegue a caer bien.
Desde que había sido reconocida por varios países luego de su independencia y había conocido a Gilbert se había convertido en una pesadilla andante. Bromas pesadas, apariencia desaliñada y una conducta que le desesperaba, ya que no era propia de una señorita, y mucho menos de la representante principal de su país, cada vez que la veía le entraban ganas de gritarle «¡No encorves la espalda y saca tus manos del bolsillo!». Tragó duro cuando salió del despacho del presidente, el vuelo de (T/N) saldría en tres días, los que aprovecharía para prepararse mentalmente.
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—¿Qué tal, viejo? —saludó despreocupada, dándole a Roderich un débil golpe en el hombro mientras sus jefes, lejos de comprender la indignación del país, se saludaban cordialmente. Roderich hizo una sonrisa forzada.
—Buen día, señorita (T/N). ¿Cómo ha estado su viaje? —caballerosidad ante todo.
—¿Eh? ¡Ah, el vuelo! Fue larguísimo, me dejó el culo entumecido. —dijo mientras se ajustaba el pantalón de jean, incómoda. Al pelinegro casi le daba un ataque a pesar de que se esperaba una respuesta así, pero se mantuvo firme. Iba a ser un buen anfitrión, muy, muy a pesar suyo.
El hotel en el que los dos (T/Na) se hospedaron era bastante grande y para tristeza del ojivioleta, cerca de su casa. Mientras el jefe de la joven nación se despertaba temprano e iba a tratar temas políticos por ahí, la otra se quedaba durmiendo hasta tarde y apenas despertaba irrumpía en la casa de Roderich como si nada.
—¡Viejo, mirá lo que alquilé! —dijo la chica de cabellos teñidos de rojo. El mayor, que en ese momento regaba las plantas con aire de ama de casa, volteó para ver la gran motocicleta que montaba la chica. Se quedó estático.
—Qué... Genial. —fue lo único que atinó a decir.
—¿Le gustaría dar una vuelta, señorito? —le preguntó (T/N) en tono servicial mientras le tendía la mano.
—Oh, no. Yo creo que mejor me quedo aquí ¿Sabes? Es más seguro que... —vió cómo la chica se desilucionaba. Él suspiró—. Está bien, deme el casco, por favor.
—¡Genial! —volvió a animarse, extendiendo el casco azul oscuro, que el hombre tomó y se lo puso, arrepintiendose de antemano. Ante la señal de la más joven, se subió a la parte de atrás y con un sentimiento pecaminoso le agarró apenas por la chaqueta.
—Será mejor que te sostengas bien. —dijo a la vez que arrancaba e iba aumentando la velocidad.
—¡Maldición! —gritó Roderich con miedo a la vez que se aferraba con fuerza a la cintura de (T/N), quién rió burlona. Él sólo se quedó murmurando maldiciones mientras evitaba ver cómo la (T/Na) conducía imprudentemente.
Pasaron por el centro, dónde husmearon en muchas tiendas y el moreno encontró una muy buena heladería. Incluso la chica le compró unos gafas que iban muy bien en él con el pelo desordenado.
Y aunque Roderich no lo quisiera admitir, se estaba divirtiendo bastante.
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—¡P-Para la motocicleta! —gritó el chico cuándo escuchó cuando la policía activó la sirena.
—¿Para que en el periódico de mañana salgamos en primera plana? ¡Ni loca! —y diciendo eso aceleró, alejándose cada vez más de la patrulla, metiéndose entre los autos que empezaron a tocarle bocina.
—¡Métete en ese camino!¡A la izquierda! —apuntó el austríaco. La chica le obedeció y en una rápida maniobra giró, redujo la velocidad al toparse con un angosto camino de tierra y los dos soltaron un aliviado suspiro al escuchar como los policías pasaban de largo.
—Conozco este lugar, tengo propiedades aquí... —se explicó él.
—Está bastante oculto... —dijo ella mirando maravillada el camino, con árboles a los dos lados y el sol ocultándose frente a ellos, era muy hermoso.
Siguiendo las instrucciones del pelinegro, la chica llegó a una casa humilde, no muy grande.
—Vengo aquí cuándo quiero algo de tranquilidad, es la primera vez que traigo a alguien más. —le dijo buscando algo en una maceta para luego sacar una llave dorada.
Cuándo abrió la puerta, el ambiente hogareño se hizo presente en todo su esplendor.
—Bienvenida... —dijo tranquilo antes de entrar.
—Con permiso... —musitó y cerró la puerta detrás de ella.
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Ya era tarde y habían avisado que pasarían la noche afuera. Ahora se encontraban mirando una película en el cómodo sofá del living. (T/N) miró de reojo a Roderich, él miraba la película cruzado de brazos y con la mirada perdida. Ella rió haciendo que el otro la mire curioso.
—¿Qué es tan gracioso? Acaba de morir la madre del protagonista.
—Nada, es solo que... Lo siento mucho. —dijo tranquilizándose un poco—. Sabía que eras muy serio y quería sacarte un poco de tu rutina y molestarte un poco, por eso fui tan pesada contigo. Pero si hubiera sabido lo de los polis... —volvió a reír.
—Tonta. —rió un poco él también. —Si supieras cuánto me costó interactuar contigo...
—Deberías saber que no soy una dama. —dijo mientras le quitaba los anteojos y se los ponía, a la vez que sonreía coqueta. Roderich sentía su rostro hervir, pero aún así se acercó lentamente y unieron sus labios en un suave y lento beso. Esa noche, sintiéndose rebelde, el hombre pidió paso a su boca, el cual (T/N) le concedió. Rió un poco en medio del beso cuándo el moreno se encontró con el piercing que tenía en la lengua. Pero siguió el beso, algo más animado y profundizandolo con abrazos.
Cuándo se separaron el mayor se levantó de un salto y se cubrió la boca totalmente rojo.
—¡I-Iré a buscar algo para cenar! —y salió corriendo a esconderse a la cocina.
—Oye, pasado mañana sale mi vuelo de regreso hacia (T/P). —no hubo respuesta y la chica siguió—. Pero estaba pensando en invitarte el mes que viene, ¡Será mi cumpleaños!
—Como quieras. —soltó el otro intentando aparentar indiferencia, pera luego sonreír ampliamente.
Y ahí está el señorito que todas aman. Para el próximo capítulo queda el que quedó en segundo lugar, osea "Corea del sur x lector", je.

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Hetalia y Tú
FanfictionHistorias entre los personajes de Hetalia y tú ;) Disclaimer: Hetalia le pertenece a Hidekaz Himaruya y la lectora se pertenece a ella misma, a sus papás, al país que elijan, etc.