Romano

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Lovino no pudo evitar prestar atención cuando oyó a un grupo de chicas hablar de (T/N). Eran sus amigas y estaban preocupadas porque había faltado dos días seguidos, ni siquiera había dejado un mensaje avisando de alguna urgencia.

El español se dió la vuelta después de terminar la última ecuación de matemática.

—Es extraño no tenerlos a tí y a (T/N), peleándose detrás mío como perros con rabia ¿Sabes si le pasó algo malo?

—¡Como si tuviera que saberlo! —volteó con una mueca de molestia, pero no por el comentario de su amigo, sino por la presión que se le formó en el estómago. Preocupación.

Sin quererlo, sus ojos se posaron en el asiento vacío a su lado, dónde muchas veces la había visto reír y provocarlo con comentarios burlones. Si bien no parecían llevarse para nada bien, tenían una especie de comunicación que iba más allá de las palabras. Sabía que nunca habían peleado "en serio", porque sólo era un juego, una especie de rivalidad en broma que escondía una pequeña, pequeñita amistad.

O eso era lo que él intentaba hacerse creer, que sólo era amistad o simplemente le caía bien.

Más tarde, caminaba sólo hacia su casa, pensando en (T/N) nuevamente, ni sus amigas habían recibido señales de vida de ella, por lo que mandarle un mensaje o llamarla, sería además de humillante, inútil.

¿Y si le había pasado realmente algo malo? Todos los peores escenarios pasaron rápidamente por su cabeza, parando su caminar y dejándole nuevamente la sensación de preocupación e impotencia.

Le importaba una mierda su dignidad, iba a  ir a su casa a revisar que todo esté en orden,  y con paso decidido, volvió sobre sus pasos, cambiando el rumbo.

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La cabeza le daba vueltas, hacía frío y estaba sola. Su único consuelo parecía ser el ronroneo de su gato bajo las mantas, junto a ella. No se sentía con fuerzas para levantarse y hacerse el desayuno... ¿o el almuerzo? Ni siquiera sabía qué hora era.

—¿(T/N)? —oyó una voz a lo lejos, era suave y el saber que había alguien allí le resultaba reconfortante. —¡(T/N)! —volvió a oír, ¿Sería un sueño? —¡(T/N), abre la maldita puerta!

Eso sí que la sacó de onda, el susto hizo que cayera sonoramente en el piso de madera, dónde soltó un pequeño gemido de dolor. El gato gruñó con un poco de molestia por el repentino alboroto y salió corriendo por la puerta.

Abajo se oyó un estruendo, uno que sonaba a que tendrían que arreglar la puerta más tarde. Primero pensó en ladrones, no podía llamar a la policía, no tenía el celular, incluso seguía indefensa en el suelo.

—Entra y le doy con el zapato —dijo tomando lo primero que tuvo al alcance de su mano.

—¡(T-...)! —entraba segundos más tarde el italiano, recibiendo el zapato justo entre los ojos.

—No era lo que esperaba, pero estoy satisfecha —susurró.

—¿Qué demonios te pasó? ¿Y por qué me tiraste con un zapato? —Lovino se arrodilló junto a ella, olvidado el enojo apenas vió su estado.

—Digamos que estaba teniendo una fiesta de té con Louise, ¿verdad cielo? —el gato que se encontraba detrás del ojiverde la miró con desdén y comenzó a lamerse la pata con aire majestuoso. —Me ama.

—Estás enferma —dijo el joven luego de tocarle la mejilla ardiente y levantarla con cuidado para dejarla en la cama.

—Efectivamente Rick —dijo mientras se tapaba hasta las orejas y se acomodaba como si volviera a dormir, en realidad estaba agradecida de tener a alguien a quién hablarle, estaba a punto de volverse loca. —Por cierto ¿Qué haces aquí?  —Lovino se tensó, no le podía decir que se había preocupado, simplemente soltó un

—Te  traje la tarea —dejó su mochila en el piso, algo avergonzado y bajó a la cocina para volver instantes más tarde con un trapo húmedo que posó en la cabeza de la enferma y agua. —Bebe.

—¿Oh? ¿Me vas a cuidar? Estoy alucinando ¿verdad? —dijo mirando al castaño con una curiosidad divertida, por su parte, él se sonrojó.

—¡Cállate y bebe!

°

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Horas más tarde, después de tomar una sopa asquerosa que Romano había preparado (y pedido la receta por teléfono con desesperación, ya que la fiebre no bajaba), (T/N) dormía tranquilamente y mucho mejor.

Lovino miraba memes en las redes sociales, que generalmente eran del mundial, aunque ni él ni su hermano debían preocuparse tanto por eso, pensó con algo de molestia. Desviaba cada tanto a ver el apacible rostro de la joven, nunca la había visto dormir. Parecía un ángel, si tan sólo fuera así todo el tiempo...

Al parecer, el día anterior había faltado porque no tenía ganas de ir al colegio, rompió el celular y se enfermó, el combo completo.

—¡¿Qué le pasó a la puerta?! —saltó en la silla por el susto. —¿(T/N)? —su hermana entró por la puerta y se lanzó sobre ella con dramatismo, pero sin despertarla.

—¿Quién eres tú y qué le hiciste?

—¡S-soy un compañero de (T/N), un gusto. Entré a la fuerza ya que pensé que algo malo le había pasado, y pues, estaba ardiendo en fiebre...

—Oh, querida, lamento descuidarte —lloró un poco. —Muchas gracias...

—Lovino —ya se sentía incómodo.

—Por lo que veo la cuidaste muy bien, mañana seguro volverá a clases —se sorprendió.

—Entonces me iré marchando... —señaló la salida mientras se dirigía a ella.

—¡Claro! Vuelve cuando quieras —se despidió ella.

El silencio reinó por un momento en la habitación, hasta que se oyó cómo la puerta se "cerraba" abajo.

—"¿Vuelve cuando quieras?" —abrió un ojo, más lúcida que antes, recibiendo un guiño por parte de su hermana. Tardó un rato en recalcular, pero cuando lo hizo, enrojeció hasta las orejas —¡Qué no!

—¿Acaso volvió a subir la fiebre? —rió

—¡Cállate!




Pero miren qué milagro, acabo de publicar :0


Hetalia y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora