En cierta medida el miedo es bueno, es parte del instinto de todos. Te permite saber cuándo corre riesgo tu vida y te alerta sobre peligros y amenazas. Exactamente eso era lo que tenía un pequeño pueblo en Noruega, miedo.
(T/N), la hija menor de una de las autoridades de allí. Desde que tenía memoria podía ver claramente seres mágicos: hadas, ogros y unicornios eran algunos de ellos, pero nadie más sabía sobre esto, ya que los propios seres le habían dicho que tenga cuidado con los humanos, con sus propios padres, hermanos y conocidos, ya que la podrían llevar a su perdición.
Era un pueblo estrictamente religioso y supersticioso. La magia estaba prohibida y todo aquel que la practicara era condenado a muerte. Era motivo de reunión cuando se quemaba a alguien en la plaza, inocente o culpable, ya nunca se sabría.
Fue un día como todos, nada salía de la rutina, nada anormal... Menos para (T/N). Llevaba en un canasto con cosas que iba recogiendo y comprando, todo lo que le iba indicando el hada en su hombro.
—Ahora necesitas unas especias del bosque, yo te iré indicando. Pero intenta no alejarte mucho. ¡Esas bayas de ahí! —dijo cuando estuvieron lejos de la vista curiosa de las personas que circulaban por el mercado.
—¿Es esto? No tiene buena pinta. —comentó mientras tomaba una. Tenía un color violáceo y por una pequeña fisura en la parte inferior salía un jugo verde, denso y asqueroso.
—Lo único importante es que ese ogro idiota sane. Lleva un par. —La razón por la que llevaban la mañana buscando ingredientes era para hacer un remedio para el gran amigo que vivía cerca del río.
—¿Ya tenemos todo? ¿Dónde haremos el remedio? ¿Segura de que sanará? —atacó a preguntas la menor, llegando a molestar un poco al hada.
—¡Sí! Podemos hacerlo cerca del río, no importa. Nadie pasa por ahí, así que es seguro.
Al llegar, vieron a su amigo observandolas de lejos y la saludó, más no se acercó, como si tuviera miedo de contagiarlas. (T/N) le sonrió y con ayuda del hada, llamada Ilit, sacó todo lo que había recolectado. Fue ese el momento en el que un pájaro pasó volando y se llevó una flor de color plateado, uno de los elementos esenciales.
—¡La voy a buscar! —dijo corriendo con dificultad debido a su vestido, prestado atención para no perder de vista al ave y escuchar las recomendaciones de Ilit a la vez, que se había quedado cuidando el resto.
La chica pareció perder de vista al pájaro y suspiró frustrada, dispuesta a buscar otra flor, pero de repente pudo ver por el rabillo de su ojo el brillo plateado. Se sorprendió de sobremanera cuando notó por primera vez que estaban las ruinas de una casa de madera quemada, vieja y húmeda por la caída de nieve.
El ave entró rápidamente por lo que había sido una ventana y (T/N) quedó en silencio, dudando en si entrar o no. Finalmente se acercó cuidadosamente y empujó los restos de una puerta entreabierta.
Adentro de la cabaña se veía igual o peor que la fachada de afuera. El olor a humedad golpeó el rostro de la muchacha, no había techo, por lo que podían entrar rayos de luz y caían una pequeñas gotas de agua. El piso parecía estar a punto de hundirse por completo y los pocos muebles que habían daban un aspecto escalofriante.
Finalmente, sobre el techo se podía ver el nido del ave y la flor brillando en todo su esplendor. Miró alrededor, nada podía llegar hasta el techo. Iba a dar la vuelta para llamar a Ilit cuando vió una delicada caja de madera de color rojo. Estaba tallada y decorada con tintes dorados y reposaba en un mueble en una esquina. Le pareció raro que tal objeto se encontrará en un lugar como ese, pero más raro fue el notar que se encontraba debajo de una piedra grande, lisa y ovalada.
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Hetalia y Tú
Fiksi PenggemarHistorias entre los personajes de Hetalia y tú ;) Disclaimer: Hetalia le pertenece a Hidekaz Himaruya y la lectora se pertenece a ella misma, a sus papás, al país que elijan, etc.