Capítulo 4

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Desde que cayeron los sistemas de comunicación, como la telefonía y el Internet, no había vuelto a tener noticias de mis padres ni de mis hermanos.

Vivían más al sur de la Capital.

A unos cincuenta kilómetros, más o menos.

En otros tiempos, era una distancia que cubría en una hora con el auto. O a lo sumo, con dos colectivos.

Ahora, era cruzar a nado un océano de zombies.

No sabía desde hacía mucho tiempo algo sobre ellos, y no estaba seguro de querer saberlo.

No era prudente tampoco ir en su búsqueda. Más con un grupo a cuestas. Era exponerlos a todos en vano, y tenía pocas posibilidades de encontrarlos.

Menos aún, de encontrarlos vivos.

Si lo estaban, dudaba que estuviesen en su casa esperándome como al hijo pródigo que los fuese a rescatar.

Y si no habían podido sobrevivir, prefería no tener que soportar verlos arrastrándose sobre sus tripas, como al papá de Mariana.

Ojalá estuviesen todos vivos y bien.

O al menos, mejor que yo.

Pasamos dos mañanas con sus dos tardes haciendo los preparativos hasta tener todo listo para irnos. Parecía un sueño lo que estaba pasando. O la producción de una mala película de terror.

Me di cuenta de que todos, dentro suyo al menos, ya venían barajando la posibilidad de irse del edificio, aunque no tuvieron las agallas suficientes como para concretar la campaña.

Discutimos un poco sobre el rumbo a seguir.

Algunos querían tomar ciertos caminos alternativos que los beneficiaba en lo personal, pasando cerca de las casas de sus familiares o amigos.

Les deje en claro desde el principio, que, si querían hacerlo, estaban en todo su derecho.

Pero si yo no arrastraría a nadie por mi familia, tampoco me dejaría arrastrar por la de otros.

Sonaba duro y cruel, pero no me importaba.

Ramiro nos explicó la ruta más corta hasta Tigre, para ahí arreglárnosla en conseguir un bote con el que cruzar hasta alguna isla.

O al menos el camino que él conocía.

Siempre iba en auto, y no sabía de otro camino.

No era lejos, según él.

Con su vehículo tardaba un poco más de media hora.

Caminando, si salíamos a la madrugada, podríamos llegar antes de que anochezca. Si es que no se presentaban problemas.

Había que ser positivos, y tener confianza en que todo saldría bien.

Víctor, Gustavo y el Huraño decían conocer el camino. De todos modos, le pregunté cada detalle que pude a Ramiro, y le dije a Mariana que preste atención también, por cualquier cosa que pudiera pasarme.

No le gusto para nada mi motivo, pero no podíamos permitirnos ser tan confiados.

En cuanto a lo que íbamos a llevarnos, sugerí que sea solamente algunas botellas con agua. Afuera tendríamos la posibilidad de hallar algo que comer, contrario de los que se quedaban.

Pensé que a todos les había parecido una buena idea, pero por la noche del primer día de preparativos, el Vecino Huraño me llamó la atención cuando quedamos solos por un momento.

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