Pedaleé a través de la avenida, esquivando todo tipo de obstáculos, luchando por mantener el equilibrio mientras piloteaba la bicicleta con mi única mano.
La sensación de tener todavía el brazo no se iba, e incluso intenté varias veces secarme el sudor de la frente con el dorso de la mano faltante.
El sol veraniego había vuelto en toda su intensidad, y los días lluviosos dejaron una humedad en el ambiente que me causaba pesadez en todas las articulaciones.
Los mosquitos se habían multiplicado, y volaban frenéticos a toda velocidad, persiguiéndome para sacarme minúsculas gotas de sangre.
Se me complicaba demasiado espantarlos, más teniendo siempre algo que esquivar por delante. Y terminaba aceptando la molesta picadura que me dejaban en agradecimiento por el alimento.
Mi transporte era silencioso y veloz. Recorrí varias cuadras sin agitarme, ni sentir quemazón en las piernas, a pesar de tantos días de inactividad y fiebre.
La transpiración que recorría mi rostro y mi cuerpo era producto del calor infernal, más allá del esfuerzo por pedalear.
Trataba de prestar la mayor atención posible a mí alrededor. De rastrear con la mirada cualquier movimiento. Cualquier persona viva o muerta, que se esté escondiendo, acechando.
O algún animal.
Desde hacía mucho tiempo que no veía ningún animal callejero. Palomas, cada tanto, pero tampoco muchas.
A pesar de tener el olfato percudido a causa del hedor cotidiano a muerte y pestilencia, me esforcé por agudizarlo para detectar el característico olor de una madriguera de zombies.
Sin embargo, no podía evitar darme cuenta, que tanta concentración en la búsqueda de potenciales peligros, era solo una vía de escape para intentar no pensar en los últimos acontecimientos acaecidos.
Al llegar a un tramo de Avenida Libertador, un cartel verde me reveló algo muy valioso: "Tigre. 28km."
Una flecha orientaba sobre la dirección a seguir.
Iba bien. Con suerte, habría más carteles en el camino que evitarían que me perdiera.
Y veintiocho kilómetros no eran tanto. Menos en la bicicleta.
Una ráfaga de ilusión me empujó a seguir pedaleando, dejando atrás los malos recuerdos.
Frené a hidratarme y estirar las piernas, a la sombra de un toldo que habrá protegido de las inclemencias del tiempo a los clientes de un bar que ya no existía, hasta que el dolor del muñón me llevó a la realidad de un tirón, y me arrebató esa leve sensación de bienestar.
Un brazo menos. Debía enfrentar la vida con un brazo menos.
El recuerdo del rostro de Ignacio me producía arcadas.
¿Acaso Vanesa sabría de todo lo que era capaz el chico?
¿Podía convivir con todo eso a diario?
Seguramente sí, y lo aprobaba. Probablemente compartía la creencia de que estaba bien lo que hacían, y que era menester para su supervivencia.
Aunque en esos momentos, hasta yo empecé a dudar si estaba bien o no. No había llegado a estar en su situación. Jamás tuve que velar por nada más que por mi propia vida.
Quizás la moralina que existía antes ya no era viable. Y el que no se adaptaba, moría. Junto a sus seres queridos.
Tal vez los códigos ya no regían para lo mismo que antes, y aquel que no primaba su vida ante la confianza, la amistad o el honor, era comida para zombies.
No había lugar para los débiles. Esos solo podían sentarse a esperar la muerte, tal como había hecho Mariana.
Si quería llegar a mi destino, seguir viviendo y pedaleando, tenía que comprender que las muertes que presencié fueron lecciones sobre el comportamiento del mundo.
No debía confiarle ni regalarle mi vida a nadie. Si bien no tenía nada más que perder que la vida, tampoco debía minimizar el valor de esta.
Quizás quedase gente a quien ayudar y en quien apoyarse, y ojalá pudiese encontrarla, pero mientras tanto, no creería en nadie.
Primero, yo.
Mariana había valido la pena, pero ya no estaba. Llevaría su recuerdo en mis retinas, y en la barba que seguía creciendo tupida, castigándome con más calor del normal en la cara. Pero no me rendiría como ella.
Mi brazo valía la pena también, y el muñón sobresaliendo apenas por la manga de la remera sería otro tajante ejemplo de porque debía cambiar mi actitud para con los demás.
A Alejandra no llegué a conocerla en profundidad, pero sus gritos clamando ayuda quedarían por siempre flotando en mi memoria, torturándome, enraizando con más firmeza el hecho de que debía anteponerme a cualquier otro.
No había nada más importante que cuidar de mi mismo.
Primero, yo.
Respiré hondo, y volví a la bicicleta, para reanudar la marcha.
Estaba más decidido que nunca a encontrar un lugar pacífico en donde recomponer mi vida. No me importaba estar solo. Siempre fue mejor esta solo que mal acompañado.
Todo lo que pasó, no podía enterrarlo en algún nivel profundo del subconsciente, pero si podía dejarlo en el pasado, y forjar una nueva personalidad en base a ello; aprender, para saber que decisiones tomar en un futuro.
Hacerme fuerte, a pesar de la maldad que reinaba.
A fin de cuentas, esa maldad existe desde tiempos remotos. Nada más que la gente como yo, que vivía de la ilusión de la clase media, nos esforzábamos por no verla, por desviar la mirada hacia los sitios en los que la inmundicia no nos tocaba, donde nos era ajena. Nunca nos había tocado nadar entre toda la mierda que nos rodeaba, entre las injusticias y las desigualdades, ya que un sistema corrupto y ordenado, y unas leyes beneficiosas para unos pocos, nos protegían de tener que hacerlo.
Sin embargo, ya no había nada de eso. Ninguna ley, ninguna institución que la ampare. Ninguna regla ética o moral que diga cómo debía comportarse la sociedad.
En un mundo donde los muertos gobernaban, los vivos no parecían haber encontrado un objetivo en común, y veían enemigos en todos lados.
Todos serían mis enemigos, entonces. Hasta que puedan demostrar lo contrario.
Nada me sorprendería, ni vendería barata mi confianza. No esperaría nada positivo de nadie.
Primero, yo.
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Buenos Aires Zombie
FantasyLa plaga zombie se desató en el mundo, y Argentina no fue la excepción. Todo el territorio fue desolado, las comunicaciones se cortaron, y los pocos sobrevivientes quedaron aislados, intentando mantenerse con vida como les fuera posible. ...