Capitulo 66

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-Te propongo algo- alzó su voz, llamando mi atención de manera inmediata.

-¿Qué propones?- reí.

-Debes aguantar mi mirada por mucho tiempo- respondió- Tienes que demostrarme que mi mirada no te logrará intimidar en lo absoluto- me observó divertido.

-¿Qué clase de juego es este?- reí sin poder evitarlo, sería más fácil de lo imaginado.

-Un juego realmente divertido, querida- se encogió de hombros, riéndose ante su extraña idea.

-Está bien- accedí.

Nuestras miradas se encontraron creando una conexión entre nuestros ojos, siendo imposible apartar la mirada.

Fuertes punzadas atacaban sin piedad mi corazón, expandiéndose entre descargas eléctricas sobre mi cuerpo, envolviendome entre miles de sensaciones.

Me sentía tocar el infierno con mis manos, tan aterrador, pero sumamente adictivo. Mis labios quemaban, sus besos curaban, mis recuerdos me alejaban, volviendo fría cada extremidad de mi cuerpo, apagando el deseo que crecía en mí, desconectando mi mirada, frustrada.

-Perdiste- rió de forma victoriosa.

Lo miré enfadada.

-Te diré un secreto- murmuré en su oído- Yo nunca pierdo, al contrario, siempre gano- reí suavemente al observar su rostro perplejo ante mi atrevimiento.

-Juegas con fuego- habló acercando su cuerpo hacía mi dirección- te quemarás- sonrió.

Suspiré nerviosa al notar el calor que emanaba su cuerpo ante nuestra cercanía.

-Lo prohibido es tentador- respondí- un sentimiento jodidamente provocador.

-¿Prohibido?- preguntó confuso.

-Lo prohibido siempre conlleva una consecuencia, querido- murmuré- y la consecuencia sería sentir, pero no caeré en ese juego- sonreí voraz, alejándome a una distancia considerable de su cuerpo.

-Alice- murmuró mi nombre, creando pequeños cosquilleos en mi pecho.

-Alexander.

-Eres como el fuego- anunció- tan peligrosa pero a su vez cálida, logrando entrar en ti para luego quemarte como si del mismísimo infierno se tratase- finalizó, acercándose lentamente, acariciando mi rostro con sus ojos celestes, tan oscuros por el deseo y la confusión que habitan en ellos, extasiando mi alma.

-No deberías acercarte- susurré observando sus labios, queriendo acariciarlo con la yema de mis dedos.

-Me arriesgaré- respondió antes de conectar nuestros labios, sorprendiéndome.

Mis labios corresponden a sus movimientos, mis movimientos eran torpes a causa de la sorpresa que aún habitaba en mí.

Y es en ese mismo instante en el que algo en ti se enciende nuevamente, irradiando emociones que alguna vez creíste ocultas, entonces el miedo se hace presente en ti.

Ese mismo instante en el que piensas si valdrá la pena, esos nuevos sentimientos renaciendo en tu interior con más fuerza, haciéndote creer en cada uno de ellos.

-Bésame por toda la eternidad.

Guiando mi mente a un sin fin de pensamientos, desconectandome de la realidad. Su tibia lengua hacía contacto junto a la mía, creando una danza tímida.

Un nuevo comienzo sin final, o tal vez era el final de un nuevo comienzo...

****

-¿Confiar?

La miro incrédula.

-¿Cómo es posible confiar en una persona la cual ha logrado decepcionarte?

Existe una línea levemente delgada entre la confianza y la decepción.

Cuando la confianza acaba o se rompe abruptamente, es realmente imposible volver a confiar. Esta se acaba, dejando un vacío enorme en nuestro interior, acechando nuestros recuerdos, queriendo que estos sean recordados una y otra vez.

-Pero... ¿Realmente se puede volver a confiar en la misma persona?

Esa pregunta era innegable en mí, no podría volver a confiar en ellos, de tan solo recordar todo lo que había sucedido, creaba náuseas en mi interior.

No necesitaba de ellos, no volvería a confiar en personas las cuales mintieron todo el tiempo que estuvieron a mi lado, con la esperanza de lograr entender que me sucedía para después engañarme de la peor manera posible.

-Cuando una persona marca tu vida de diferentes maneras, y luego termina traicionándote de la peor forma, no merece volver a estar en tu vida.

-Es imposible que vuelva a confiar en personas que me hicieron daño- la observé enfadada.

-No dejes que el rencor se instale en tu alma- carraspeó incómoda ante mi mirada.

-El rencor es parte de mi alma, vivo con este en mi interior, siempre- gruñí frustrada.

-¿Por qué dejas qué el odio entre en ti?- preguntó.

-Porque mantiene viva una parte de mi alma, estoy completamente llena de odio en lo más profundo de mí y esto no cambiará en lo absoluto- respondí.

-Alice- murmuró Cassandra, consternada.

-No permitiré que intentes meterte en mi vida, Cassandra- contesté fría.

-No puedes vivir toda tu vida repleta de odio, no puedes permitir que utilice tu alma para atacarte sin piedad, convirtiéndote en un monstruo- habló.

-No eres mi madre para decirme que debo hacer- mentí, queriendo herirla con mis palabras- Deberías tenerme miedo, a veces los verdaderos monstruos no habitan en tu interior, sino que tú eres uno de ellos- respondí descaradamente.

-¿Por qué no permites que te quieran?- preguntó.

-Porque a veces esas mismas personas terminan causándote un daño irreversible, decepcionándote sin piedad; rompiendo tu corazón sin importarle absolutamente nada tus sentimientos- contesté amargamente.

-A veces vale la pena confiar- suspiró.

-A veces no- sonreí secamente.

-Te pareces tanto a mí- sonrió divertida, comprimiendo mi estómago ante aquellas palabras.

-¿Por qué lo dices?- me atreví a preguntar.

-Siempre intentas proteger tu corazón viendo el lado malo en todo, rompiendo en pedazos las palabras de los demás, mientras olvidas que algunas personas en verdad darían la vida por ti- respondió.

-¿Valdría la pena que ellos murieran por mí o yo por ellos?- me acerqué quedando a escasos centímetros de su cuerpo- Porque déjame decirte que prefiero millones de veces- recalqué alzando mi voz- perder mi vida tratando de salvar a cada uno, antes que perderlos sin antes haber luchado por salvarlos.

-Tu corazón es tan noble- susurró bajando su mirada- puedo sentir la fuerza que habita en tu interior, ojala pudiera ser como tú- acarició mis manos con tanta delicadeza que inclusive pensé qué podría romperme.

-No seas igual a mi, por favor- rogué- se mucho mejor, diferente- sonreí.

-¿Por qué me dices esto?- preguntó.

-Porque soy un monstruo- tragué saliva- Soy la mismísima maldad reencarnada.

La ElegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora