Capítulo 3

2.1K 155 4
                                    

Amber.
El celular no tardo en resbalarse de mis manos. Se cayó dejándome con un sonido sordo impregnado en mis oídos.
Mi pecho se oprimió, y no sé que impulso fue el que tuve, pero rápidamente salí corriendo a mi habitación.

Había tomado una decision que ni siquiera me había llevado dos segundos. Agarre toda mi ropa y la tiré a la cama, no sabia porque me comportaba de esa manera. Pero solo sacaba y sacaba prendas del ropero desesperadamente. Cuando la ultima terminó por caer, agarré fuertemente la maleta que mantenía bajo la cama por mas de seis meses. Metí todo allí adentro sin siquiera doblarla y me acosté ligeramente fuerte contra ella, para cerrarla.

La laptop que reposaba en la mesita de luz, fue agarrada por mi desesperadamente, y abierta.
Esta dejó caer de su interior una carta que me hizo parar por un momento. Una tarjeta de bodas. Así es, nada más ni nada menos que de mi padre y de su próximo casamiento.
Como dije antes, la vida no se había detenido y cada uno había seguido con lo suyo luego de que yo me mudara, y lo veía perfecto.

En minutos un pasaje para Seattle se encontraba siendo impreso para esta noche.

Claro que si. Volvería esta noche para mi antigua ciudad, y le diría a mi papa que solo me quedaría pocos días. No pensaba quedarme un mes, no, ni muerta.

Así que iría con la excusa de que vine dos días antes porque los Millers no me había dado el mes de "vacaciones" ya que ellos necesitaban ayuda con los niños.
Solo me quedaría una semana para estar presente en la boda y luego volvería a mi vida normal.
«Eres una genio, Amber. Bien pensado.»

Tome todas las cosas que pensaba llevar, que a decir verdad eran pocas, y abrí la puerta del departamento, sujetando la valija con mi mano libre.

[...]

Luego de bajar del taxi, caminé hasta la entrada del aeropuerto. Mi mente seguía en trance, casi como si hiciera las cosas por impulso. Como si mi cuerpo estaría funcionando solo por los nervios que me había producido tan solo un mensaje.
No puede ser.
No me podia perseguir otra vez ese sentimiento al que tanto detestaba. No permitiría que juegue con mi cordura y mi sensatez de nuevo.

Luego de pasar por el detector de metales y dejar mi valija en la cinta, mi boleto fue agarrado por el chico de traje que me daba paso al avión.

Había llegado diez minutos tarde, pero era el vuelo mas proximo a la hora.
Rápidamente me dejaron pasar y me senté.
Mi cabeza daba vueltas, sentía mis ojos arder de las lagrimas que se mantenían retenidas conservando la poca dignidad que me quedaba.
Apagué mi celular sin permitirme pensar mas y lo dejé en mi regazo, que inquieto, se movía de arriba a abajo.
Miraba por la ventana pero aún así no se lograba ver casi nada. Quería mantenerme entretenida, solo por un rato.
No podía.

[...]

El viaje se me hizo larguísimo, y cuando llegue la azafata hizo que me diera la vuelta.

    —Señorita, su celular—luego de asentir en modo de agradecimiento me bajé del avión.

Solo tenia media hora en auto hasta llegar al pequeño pueblo en donde vivía mi padre.

Así que tome mi valija y me subí al primer taxi que encontré.

   —¿Adónde?—pregunto sin un poco de amabilidad.

   —Solo siga hasta el primer pueblo y déjeme en la segunda calle a la derecha.— avise para luego apoyar mi cabeza en la ventana.

Asintió por lo que pude ver así que me deje llevar por el corto viaje.

La ciudad estaba tal cual la había dejado hace seis meses atrás. Es raro, pero a muchos les parecerá mucho tiempo, a mi, solo me parecieron pocos días.
En realidad, mi rutina no me permitía pensar en nada y mantenía mi cabeza ocupada. Tanto así que, como dije, había bajado de sobremanera de peso. Aún así no me preocupaba, nadie lo había notado, nadie lo notaría.
El taxi me trajo de nuevo a la realidad, cuando mi cuerpo fue bruscamente impulsado hacia delante, culpa de taxista que frenó de golpe.

    —¿Qué diablos?— mi voz sale mordaz, casi gritando.

   —Ya llegamos— avisa mientras me mira indiferente y extiende su mano para que deposite el dinero.

De mala gana, le deje el dinero pero decidí no guardarme mis próximas palabras.

    —Tendrías que tener mas respeto con las personas, si tu vida es una mierda, supéralo, Eso es lo que todos hacemos— baje del auto dando un portazo y lleve conmigo mi maleta.

Estaba frente a la casa de mi padre, que ahora vivía con su nueva "novia" alias compañera de trabajo.
Eso me ponía feliz por él, al fin lograba salir adelante.
Muy a mi sorpresa, giré y me desvíe de mi destino, mi valija hacia ruido cuando las rueditas golpeaban contra la calle. Seguía siendo de noche. Pero a diferencia de allá, esta era una noche cálida.
No sé cuanto tiempo caminé, pero me detuve mirando al suelo. Luego levanté la mirada y ahí la vi.
Una pequeña casa, acogedora, que tantos recuerdos traía a mi mente.
Creo que muy dentro mío sabia que me dirigía para aquí, pero no quería acéptalo.

«¿Ahora que haría?»

Me pregunté a mi misma.
Era estupida o masoquista, pero caminé con seguridad que no sabia dónde guardaba y toqué la puerta.

Entré en pánico, definitivamente no sabia que estaba pasando conmigo.
Cuando estaba apunto de salir corriendo en dirección contraria, el ruido de la puerta siendo abierta me dejo estática en mi lugar.

Cerré los ojos y mis puños se apretaron con fuerza. Mis labios se fruncieron.

—¿Y tu eres?—levante mi cabeza y me sorprendió lo que vi.
Una chica alta y con unos grandes ojos verdes, me miraban sobre su altura. Estaba despeinada y llevaba ropa de cama. Me seguía mirando con una mueca extraña como si no supiera por qué diablos estaba en su puerta a una hora descabellada.

Algo en mi se revolvió. ¿Acaso el mensaje de Aaron había sido una estupida broma? ¿Se había estado tirando a esta chica y después venia a decir que "iba a recuperar lo nuestro"? ¿qué se pensaba que era? ¿estupida o solo me había visto la cara de desesperada?

La chica no tenia una mirada de superioridad, me miraba con una sonrisa cálida, pero aun así, los celos que no sabia que seguían guardados, aparecieron nublándome la vista con odio.
Ella carraspeo al no tener respuesta de mi parte, así que me apresuré a hablar.

—Perdón, me equivoqué de casa, creí que a aquí vivía otra pers...—interrumpió mi absurda excusa y con una voz dulce, dijo.

—No, no ¿acaso buscas a Aaron?¿Tu nombre?—se río ligeramente.

—¿Mi nombre?—¡maldita sea!— Eh, no, no estoy buscando a ningún Aaron, adiós— me aleje rápidamente y nerviosa.
Aaron no podia saber que había ido a su casa y había visto a su "nuevo juguete"

Las ventajas de enamorarte © |Completa| (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora