Capítulo 33

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Amber.
Luego de hablar un poco más con Aaron, ambos decidimos hacer algo de cenar. Mientras nos dedicábamos algunas sonrisas cansadas, esperábamos a que el agua para espagueti se hirviera.
No sabíamos mucho que decir, pero tampoco tendríamos que hacerlo cuando ambos estábamos atados a nuestros pensamientos, y ninguno se perturbaba por el silencio que inundaba la habitación.

Una hora después, teníamos todo listo. La mesa estaba servida y un exquisito aroma salía de nuestra cocina.

—Voy a llamar a Lizabeth, así come algo— asentí ante las palabras de Aaron. Me parecía bien que aún enojado con su hermana, se preocupara por ella.

Escuché sus pasos alejarse y también como llamaba a su puerta. Nadie le contestó y me sentí mal por él.

Luego de estar bastante tiempo esperándolo, decidí ir a ver que pasaba y si podía ayudarlo. Lo vi sentado en la puerta que se mantenía cerrada.
Se sentía un aire de tristeza absoluta y el enojo me invadió por completo.
Quería que Aaron estuviera bien, y para eso tenía que hacer si o si las pases con Lizabeth, así que entraría a esa maldita habitación y llegaría a un acuerdo con ella, aunque me costara toda mi paciencia.

     —Ve a la mesa, yo hablaré con ella— dije con los puños cerrados. Él simplemente se levantó rendido y suspirando, dejando un suave beso en mi frente.

Cuando fui consciente de que Aaron no podría escucharme, hablé.

    —Mira Lizabeth, sé que me odias, pero necesito que abras la puerta para que podamos hablar.

No escuché respuesta y mis dientes rechinaron por la fuerza que ejercía en mi mandíbula.
Maldita perra caprichosa.

    —Por favor, sé que quieres hablar con alguien, puedo escucharte si tu también pones de tu parte.

Y como si habría dicho alguna clase de palabra mágica, la puerta se destrabó.

Entré al cuarto y pude ver como se iba a acostar nuevamente. Sus hombros estaban caídos, y se escuchaba como sollozaba casi  silenciosamente.

Me senté en su cama, sin esperar invitación.
Quería terminar con esto lo más rápido posible.

    —¿Que planeas hacer con tu vida?— no solté esa pregunta con mala intención y ella lo notó.

Salió de abajo de su almohada y pude verla por fin. Su ojos estaban completamente rojos e hinchados.

    —Quiero sentirme querida— Y juro que esperaba cualquier otra respuesta, porque la que me había dado me había dejado de piedra. No había respondido a mi pregunta, pero me había dado la respuesta que me dejaría averiguar más sobre ella.

    —Tu hermano te quiere— solté como si fuera lo mas obvio del mundo. Vamos, y lo era.

     Ella rió de manera sarcástica, y rogué porque no soltara algo que nos hiciera volvernos locas de nuevo.

   —Si, pero a ti te ama— frunció sus labios luego de hablar, como si le costara decir aquello.

   —Es un amor diferente, pero ambos igual de reales.

Después de mis palabras, ella se quedó en silencio por unos minutos.

   —Amor—soltó de manera agria y sorprendiéndome al hablar de repente—Todas las personas que conocí y me hablaron del "amor" me decepcionaron—dijo haciendo comillas con sus dedos para remarcar aquella palabra.

   —Lizabeth, sé que me odias...—dije levantándome y recorriendo un poco aquel cuarto— y lo acepto, pero al que no puedes odiar es a tu hermano.

Vi unos cuantos trofeos en aquel estante. No sabía que jugaba al ajedrez. Aquello me sorprendió.

    —¿Por que todavía estás aquí? ¿Por que has vuelto s Seattle? ¿Por qué no te has rendido con él ya?—un sollozo fuerte me hizo mirarla— Te ha destruido tus putas ilusiones, y aún así nunca pudo salir de tu mente, simplemente no entiendo.

Me mordí un poco el labio sin saber como explicar eso que me mantenía unida a Aaron.

     —Y sólo lo entenderás cuando te toque vivirlo, cuando una persona entre a tu vida, forme un hermoso huracán en tu mente y corazón...—quería hacerle entender, simplemente quería que viera lo que no podia mostrarle.

  Ella me quedo mirando por un tiempo.
Casi como si hubiera tocado algo dentro de ella.

    —No me meteré más en su relación, pero no vengas a joderme con que alguien alguna vez me amará— se volvió a tirar en la almohada, rendida—Yo no te odio Amber, te envidio porque eres todo lo que siempre quise ser.

Me sorprendi al escuchar eso ultimo.
Sé que ella quería terminar con la conversación, pero aún tenía cosas por decirle.

    —No tienes nada que envidiarme, no conoces a fondo mi vida ni todos los problemas que tuve que enfrentar—agarré su mano y la acaricié, me gustó que por primera vez ella me regalara una sonrisa sincera— sé que ambas podemos llevarnos bien, porfavor, hagamos el intento...— me levante de la cama y le di la mano para que la tomara— ahora, vayamos a comer, ven.

Ella se levantó conmigo y asintió, aunque todavía mantenia una mirada que no supe desifrar en ese momento. Parecía desconfiada.

  Salimos del cuarto y nos dirigimos a la cocina. Aaron se encontraba sentada sin apenas haber tocado nada.
Casi le da un infarto cuando carraspee y le mostré nuestras manos unidas.

    —Comamos, antes que se termine de enfriar—ambos asintieron. Aaron aún así todavía parecía en shock.

No era momento para tener enemigos. Quería formar una vida junto a Aaron, y no iba a dejar que eso le costara la relación tan hermosa que había tenido alguna vez con su hermana.
Estábamos grandes ya, no estábamos para jueguitos de secundaria, éramos adultos y teníamos que mostrarnos como tal.

Teníamos que aprender a madurar cueste lo que cueste.


  

N/a: ¡Buenas lectoresss!
Lo prometido es deuda. El primer capítulo de la cuarentena :) espero que estén todos bien y que respetemos esta alarma para cuidarnos entre todos! ¡Los quiero muchoo y nos leemos siempre!

Las ventajas de enamorarte © |Completa| (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora