Capítulo 34

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Amber.

   Era un nuevo día y el sol se hizo presente desde muy temprano. Seguía acostada encima de Aaron, como si el fuera mi colchón. Me daba vergüenza ponerme en esta posición y le preguntaba todo el tiempo si le pesaba o si estaba incómodo, pero siempre me respondía lo mismo.

    —¿Te estoy pesando mucho?—hablé mientras trataba de reincorporarme y acostarme sin estar encima suyo.

Aaron me apretó más contra su cuerpo y tocó mi espalda dando suaves caricias que me hicieron estremecer.

     —Eres tan ligera como una pluma, morocha—me alzó un poquito—Y aunque no lo fueras, no me importaría con tal de tenerte así todo el tiempo así.

  ¿Qué hice para merecer a alguien tan perfecto?
No lo sé aún.

  Despues de un tiempo acostados en la cama, entre caricias y más cosas, decidí que tenía un nuevo plan para hoy. Saldría a buscar un empleo.
Lo necesitaba si quería logar lo que tenía en mente.

  Me levanté de la cama y fui a vestirme mientras vi a Aaron hacer lo mismo. Él tenía universidad por lo que esperaba que no me hiciera preguntas, ya que por ahora no estaba en mis planes contarle lo que haría.

    —¿Nos vemos a las 18:00 pm en el restaurante cerca de la universidad o compramos una pizza y la traemos para comerla en casa?— preguntó mientras abrochaba su camisa azul ceñida a sus perfectos musculos.

  «¡Qué cuerpo!»
¡Amber, concéntrate!
Me sonrojé ante mis pensamientos y me di la vuelta para que no pudiera verme.

    —Una pizza en casa está más que perfecto—contesté al terminar de abrochar mi jean.
Agarré mi bolso y dejé un suave beso en sus labios— Iré a la casa de papá, cuidaré un poco de sus plantas y haré el aseo, supongo que me pasaré toda la tarde, así que estaré entretenida mientras no estás— aseguré.

  Aaron hizo un sonido de afirmación. Me di vuelta ante su repentino silencio y lo vi mirándome el trasero.

    —¿Quieres una foto? Dura mas—y me acerqué a él poniendo mis manos sobre sus hombros, abrazando su cuello.
Él no perdió el tiempo y me alzó, poniendo sus manos en mis muslos.

      —No necesito una foto, si esto me pertenece—y pasando sus manos por todo mi cuerpo, me depositó de nuevo en el suelo, dejandone totalmente aturdida por el deseo que de pronto nublaba mi mente.
—Me voy, se me hace tarde, morocha.

Con eso, se fue corriendo y agarrando su mochila en el proceso, dejando en silencio la habitación.
Suspiré y me acomodé la ropa.

    Salí de la habitación y me encontré a Lizabeth desayundabdo en el comedor. Parecía un poco perdida en sus pensamientos.

    —Buenos días— hablé de manera amable tratando de llamar su atención.
Ella se exaltó un poco, pero al ver que era yo, bajo la guardia en un segundo.

    —Oh, buenos dias— me sonrió. La nueva Lizabeth me gustaba, de eso estaba segura.— ¿Café?— pregunto mientras señalaba la cafetera.

     —No, no gracias, saldré— rechace mientras me dirigía a la puerta.—Nos vemos hoy a la noche.

     —De hecho... hoy me quedaré a dormir en la casa de una amiga, asi que nos veremos después— asentí sin importancia y salí de la casa.

  [...]

Caminé hasta llegar al centro, estaba segura que ahí conseguiría algún trabajo de medio tiempo.

Dan no me había llamado para que cuidara a sus hijos y, aunque no tuviera tan buena relación con el ahora, admitía que extrañaría a sus estos pequeños.

Realmente pensaba en llamar a Rosa para que me diera un empleo en la cafetería, pero estaba segura que así se enteraría Aaron y por ahora este sería solo mi pequeñísimo secreto.

   Luego de presentarme en algunos lugares, como restaurantes, bares y cafeterías, para que me dieran algún puesto como moza o algo parecido, decidí tomarme un taxi hasta la casa de mi padre.

Rogué porque algún lugar, de los muchos a los que había ido, me llamara y me diera el empleo. Lo necesitaba con urgencia.

[...]

    —Si, papá— rodé los ojos mientras seguía haciendome las mismas preguntas— Que si, que regué tus plantas y las estuve cuidando, si.

Escuché su respuesta y reí. Este hombre era un obsesionado con aquellas plantas en su jardin. Las tenía perfectamente acomodadas y cuidadas.

   —Adiós, yo también te quiero— sonreí— saludos a Athenea.

Corté la llamada y suspiré. La casa estaba limpia, pero aún así no me pareció mal pasarle un trapo a los pisos y hacer un par de cosas, estaba aburrida.
Aunque... lo dejaría para despues.

Subí rápidamente a mi habitación y agarré la computadora. Necesitaba mandar miles de cosas, entre informes, tareas, ensayos, etc; pero sobre todo, había un correo que tenía que enviar y era de lo más importante. Una trasferencia de universidad.

Si, así es. Para eso necesitaba el trabajo, me mudaría de nuevo a Seattle y empezaría a estudiar aquí.
Lo había decidido de la noche a la mañana, pero las cosas que uno hace por amor son de lo más absurdas y alocadas que pueden existir, así que ¿Por qué no intentarlo?

    Apreté el botón de enviar y me quedé mirando el portátil. Lo había hecho.
Sonreí entusiasmada ante la cara que podría Aaron cuando me viniera a vivir de nuevo a Seattle junto a él.

Era cuestión de tiempo para que me llegara la confirmación, pero por ahora debía seguir haciendo mi vida normal.

Espero no arrepentirme de esto, era un gran paso que me permitía darme y esperaba no salir decepcionada. Aunque tenía fe de que sería algo de lo que no me arrepentiría.

Maratón 1/3

N/a: ¡Disfruten del capítulo!
No olviden dejar su Estrellita, me ayudan un montón, mil gracias :) nos estamos leyendo

Las ventajas de enamorarte © |Completa| (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora