Capítulo 10

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Amber.

Desperté y pude jurar que seguía cansada. Había dormido de lo mas cómoda en la cama que me habían dado, pero la preocupación me consumía.
Sabia que Aaron me había visto, lo había tenido a centímetros de mi luego de todo un tortuoso año. Cuando pensaba en eso, la piel se me erizaba por completo, y aquella historia que alguna vez habíamos tenido, se repetía como película en mi cabeza, una y otra vez.
Me acuerdo de esa vez a la que decidí que no iría a la universidad de Nueva York solo para quedarme con él. ¡Que estupida e ingenua era! Como si alguien fuera a hacer eso por mi alguna vez.
En fin.
Dejando atrás mi desastrosa vida amorosa, me despejé y salí de la cama.
Tenía solo una remera que la hermana de Dan había dejado para mi, la cual me quedaba un poco grande y un pantalón corto.

Escucho dos toques en la puerta.

   —¿Si?—atino a decir.

  —Soy Dan— habla—¿Quieres desayunar algo, Amber?

Me levanto un poco alborotada. Obviamente quería comer, pero me tenia que cambiar primero, así que solo hice un breve sonido.

  —¿Eso seria un sí o un no?

  —Si, si por supuesto, ya bajo—oí sus pisadas alejarse.

Me cambié con lo mismo que tenia ayer, y fui al baño. Vi una pasta dental, y aunque no tenia cepillo puse un poco en mi dedo y cepille mis dientes, por lo menos para no tener mal aliento. Detestaba eso.

Fui rápidamente a la cocina y me encontré con Emma y Dan.

  —¡Buenos días!—genial, lindo grito para arrancar la mañana.

—Buen día—respondí el saludo de Emma.

  —Espero que hayas dormido bien—interviene Dan con una sonrisa encantadora.

  —Lo hice, gracias— de pronto mi celular empieza a sonar.


—¿Amber?— la voz de una mujer que me costó un poco reconocer se hace presente.

—Athenea—digo dándome cuanta de quien es.

—Si...—hoy un silencio ensordecedor del otro lado—Sabes, ayer te esperé en casa, pensé que me acompañarías a la modista.

«Oh no, no maldición»

—Y-yo perdón, no me acordé, igual en media hora llego a casa y podemos ir—dije dudando un poco de su respuesta.

Creo que yo efectivamente era la peor persona del mundo.

—¡Por supuesto!— aturdida, asiento.
—Te veo—corta la llamada sin dejarme contestar.

—Dios—murmuro cansada.

—¿Ya te vas a tu casa?—pregunta Dan al ver que agarro mi pequeña cartera.

—Si, lamento no poder quedarme a desayunar—él hace un breve gesto dándome a entender que no pasaba nada.

—Te puedo llevar a tu casa, yo voy a buscar unas cosas por esos lados—dice Dan al ver que hacía frío afuera.

Asiento sin decir más palabras y salimos.

[...]

Ibamos callados en el auto ahora. Aunque a decir verdad, el rato se me paso volando porque me había contado mucho de su vida.

—¿Y entonces me dices que tu padre no asistió a tu boda porque decidiste ponerte un traje azul?

Nos reímos los dos ante su anécdota.

Las ventajas de enamorarte © |Completa| (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora