Capítulo 28

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¡Capitulo largo! (Me emocioné)

Amber.

Mi cuerpo se paralizó ante las palabras de su abuela. Esto no podía ser cierto. No quería volver a ver a esa arpía nunca en mi vida y ahora la iba a tener viviendo en el mismo lugar que yo compartía para estar con Aaron.
Sé que es su casa y por lo tanto, tiene derecho a quedarse...¿Pero justo tenía que ser cuando por fin me arreglaba con Aaron?.

Creo que él noto lo tensa que estaba porque acarició mi pierna. Me sentía mal porque no quería hacer que él decidiera entre su hermana y yo.
No era esa clase de persona.

Le di una sonrisa para disimular mi malestar. Lo menos que quería era que él se sintiera mal por mi.

   —No creo que sea bue...—lo interrumpo rápidamente.

  —Estoy seguro que Aaron la recibirá con los brazos abiertos, Rosa—ella miro y asintió con una gran sonrisa.

  —Si, como sea, voy al baño—Aaron se levantó y yo solo le devolví la sonrisa a Rosa de manera incomoda.

  —Amber, yo no sé muy bien que les hizo mi nieta, pero te aseguro que ella es una persona hermosa, y por más que se haya equivocado...—frunce los labios y mira para abajo—Sé que podrías darle otra oportunidad.

Tenía razón.
En teoría era mi cuñada, bueno, aunque todavía no éramos novios con Aaron, sabía que pronto lo seríamos. Pero me sería difícil verla así, realmente me hacía recordar malos momentos.

  —Lo intentaré—dije por compromiso.—Espero estar bien con ella realmente.

—Mi niño es muy afortunado de tenerte, tienes un alma pura, Amber—me sujeto la mano— Sé que conseguirás todo lo que te propongas, no te rindas.

—Gracias, Rosa—hablé sincera. Era una buena mujer.

La mesa se quedó en un silencio bastante incomodo. No sabía que decir ni mucho menos que hacer.

Pronto llegó Aaron y lo agradecí internamente. Sujeté su mano en un intento de tenerlo más cerca de mi.

Él habló llamando mi atención.

—Amber, ya nos vamos—tiró un poco de mi sin mirar a su abuela.

Lo miré mal y por lo bajo hablé.
—Saluda a tu abuela, vamos, no estés enojado—lo animé pero sin quitar mi tono de reproche.

—Adiós, Rosa—me dió pena por ella cuando noté que no se había dado cuenta de la sonrisa fingida de su nieto.

Ella lo abrazo separándolo de mi.
Fruncí el ceño, aunque luego lo relaje y me sentí tonta por sentir celos cuando lo apartaban de mi.

—Adiós, mi niño—él cedió ante sus palabras y la sujetó mas fuerte, devolviendo su abrazo.

Luego de que se separaran, fue mi turno de saludarla y así lo hice. Planté un beso en su arrugada y suave mejilla. Me dió ternura.

Salimos del lugar mientras Aaron sujetaba mis caderas.
Era posesivo incluso con sus toques.
No me molestaba, él era así, aunque aveces llegara a pensar que sus celos eran bastante excesivos.
Y yo no me quedaba atrás. Había visto cómo varias chicas e incluso mujeres grandes se le quedaban viendo y me hacía sentir muy insegura.

—No traje nada para taparte los ojos, morocha—se lamento. Había empezado a amar ese sobrenombre.

No lo entendí, aunque supuse que estaba hablando más consigo mismo que conmigo.

Nos subimos a la moto y me apoyé en su espalda.
No sabía dónde íbamos pero tampoco me importaba, solo con sentir su calor cerca de mi cuerpo, me podría llevar hasta el fin del mundo si así lo quisiese.

Las ventajas de enamorarte © |Completa| (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora