Capítulo 18

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Amber.

Creo que de todas las veces en las que me dolió el alma, esta se unía a la lista. Esa manera brusca y sin una pizca de sentimientos me había desecho por completo.
Aaron parecía estar fuera de si, no sé que habría pasado con Dan, pero las cosas se habían ido de control. Él terminó con un gran golpe en su cara, casi me dieron ganas de llorar al ver lo lastimado que estaba.
Por otro lado, no pude dejar de pensar en como habían llegado a esto. ¿Acaso Aaron era un maniático?
Despues de esa breve pelea con él, la angustia me surgió como bola de fuego en el pecho. Retuve las lagrimas y me di la vuelta para encaminarme de nuevo a donde estaba mi padre.
Por un momento estuve tentada a echar un vistazo detrás mío para ver si Aaron seguía ahí, o se había ido por completo. Pero no lo hice. Con la ultima pizca de dignidad, seguí mi camino.

—¿Cómo está Dan?— pregunto dandole un golpecito en el hombro a mi padre.

—Fue una mala idea que se juntaran esos dos, es bastante obvio que los dos sienten algo por ti—se lamenta sin dirigirme por completo la mirada.

Respiro profundo en un intento de calmarme.

   —¡El novio al altar!— una voz nos sobresalta y dirigimos los dos la mirada hacia la chica que lleva un portafolio en la mano y corre con desespero.

    —Amber, este debe ser uno de los dias más felices de mi vida, nada lo va a arruinar—mi padre me agarra las manos para luego soltarlas y irse detrás de la chica.

Lo que él dijo, creo, que fue mas para recordárselo a él mismo, que para mi.

Mis ojos parecieron desorbitarse cuando pase donde estaba toda la gente y vi a Aaron entre la multitud. Sentado, sereno. Su cara no demostraba absolutamente nada.

Un brazo se enredó en mi cintura repentinamente haciéndome sobresaltar.

Dan estaba ahí. Su cara media rota pero seguía siendo igual de atractivo que siempre.

En fin.

Dan me saludo con un beso en la mejilla y se fue a sentar. Me desplace hacia el altar con unas chicas más que sostenían algunos ramos pequeños de rosas blancas. Me puse en el lugar que me habían indicado y me quede quieta hasta que la música empezó a sonar, y tuve que moverme para dejarle un poco más de espacio a la novia.
Poco después, y bajo la atenta mirada de todos, apareció Athenea. Su sonrisa parecía imborrable y sus ojos estaban totalmente iluminados.
Por otro lado, me tome unos segundos para observar a mi padre. Parecía impactado. Miraba a Athenea con tanto amor que parecía que lo que estaba viendo era irreal.

Cuando ella por fin llego al altar, el sacerdote empezó a decir los votos matrimoniales. La verdad no escuché mucho ya que mi vista se concentro en Aaron quien posó su mirada sobre mi y no la saco en ningún momento. Trate de seguirle el jueguito de miraditas, pero tuve que cortar el contacto cuando vi que ya mi padre le ponía el anillo a athenea.
Aunque seguí sintiendo que él escaneaba mi cuerpo, incluso cuando no lo estaba mirando.

Una hora más tarde, me encontraba con Dan que parecía pegado a mi cintura como tratándome de aferrar a él.

Mas allá, Aaron parecía estar pasándolo bastante bien con una rubia que ni sabia que estaba invitada a la boda de mi padre. Se sonreían y ella le tocaba el brazo de vez en cuando.
No sé que fuerza es la que mi impulsaba a querer ir a hablarle. Será que por primera vez en mi vida lo sentí lejos, estando cerca.
A esa fuerza ya no la llamo por ningun nombre aunque sabia que era. ¿De que me serviria? El ser humano esta lleno de puntos nerviosos, o mejor dicho, esta lleno de sentimientos, que nos hacen humanos. Explicandolo mejor, sentimos aunque tratamos de no hacerlo, pero es imposible, tan imposible como dejar de respirar. Somos humanos y fallamos a causa de nuestros impulsos y dañamos a otras personas, aunque tratemos de no hacerlo. Saber que se siente ese dolor, nos enseña a no hacerlo a otras personas.
De un momento a otro, me di la vuelta para escuchar lo que Dan quería.

—¿Crees que él siga sintiendo cosas por ti?— su pregunta me descolocó completamente.

—¿Hablas de Aaron?—reí tratando de disimular mi nerviosismo.

Él me miraba fijamente y bastante serio.

—El mismo, parece que cree que eres de su propiedad—su comentario me molestó un poco.

Fruncí el ceño.

—Que crea lo que quiera, yo no soy de nadie, no soy ningún objeto.

Creo que mi voz había salido más dura de lo que pretendía. Es que puede ser que me haya enojado bastante, pues yo no sentía que Aaron me mirara de esa forma.

—Tienes toda la razón, Amber.— dijo abrazándome un poco.— Ven, vamos a comer algo.

Con suma delicadeza me dirigió hasta la mesa donde se encontraba toda la comida. Me senté en una de las mesas junto a Dan y empezamos a comer como muchas personas ahí. Mi padre estaba con Athenea y se encontraban en la otra punta del lugar. No me preocupe mucho, estaban recién casados, no creo que seriamos tan buena presencia ahora.

No volví a ver a Aaron en toda la noche. Pude haber pensado que él tan solo se fue a su casa o algo así. Pero lo que me hizo agarrar un fuerte enojo, o a decir verdad, estaba que estallaba de celos, era que por casualidad, la rubia tampoco se encontraba en la fiesta.

No había que suponer mucho, para saber que Aaron la debía estar pasando bastante bien. Y si, no era conmigo. Como siempre, yo era la única que la pasaba mal, yo era siempre la que le dolía todo lo que él hacia.

N/a:
¡Disfruten que se esta viniendo lo bueno!
Nos leemos en el próximo.

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Las ventajas de enamorarte © |Completa| (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora