Epílogo

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_ Respira cariño, coge aire y suéltalo -me dice Jared inspirando y expirando muy rápido-.

_ ¿Qué te crees que estoy haciendo?

Veo como imita las respiraciones que nos enseñaron en la preparación al parto, ahora mismo le pegaría en esa preciosa cara que tiene para que deje de hacerlo, me está poniendo de los nervios.

Cierro los ojos y aprieto su mano con fuerza. Me centro en inspirar y expirar para ver si así con mi respiración se mitiga un poco este dolor desgarrador que siento que me va a destrozar en mil pedazos.

_ Hela, ¿vas a querer la epidural? -me pregunta mi médica-, es el momento de ponerla.

_ No, va a ser parto natural -le responde Jared-.

_ ¿Qué? Por supuesto que la quiero, pínchame de una vez por favor, ponme anestesia suficiente para tumbar a un elefante.

_ Cariño, dijimos que iba a ser un parto natural.

_ Eso lo dijiste tú.

_ ¿Y todas las clases de relajación tibetana no han servido para nada?

_ Han servido para aguantarte todos estos meses. Es mi parto, mi decisión. La medicina ha avanzado y pienso aprovecharme de ello todo lo que pueda.

La médica se ríe por mi respuesta, pero es que tendría que haber estado ahí. Amo a Jared con todo mi corazón, pero es que ha sido excesivo, durante todo el embarazo le he tenido pegado como una lapa, leyendo libros sobre maternidad y paternidad, viendo opciones de parto alternativas, formas de relajaciones extrañas para que el parto sea "sin dolor", las cuales, claro están, no han valido para nada. Entiendo su actitud, lo que más le duele en esta vida es no haber estado ahí cuando yo estaba embarazada de Tara, no haberla visto nacer y perderse sus primeros años, por lo que en este embarazo se ha volcado muchísimo, pero llegaba a ser un poco agobiante.

Jared se ha leído mil libros, ha ido a talleres, ha mirado mil y un vídeos, se sabe todas las tácticas nuevas de lactancia, de dieta de bebés... hasta ha ido a un taller para aprender a dar masajes a embarazadas para estimular el vínculo con el bebé. Es decir, que ha sido de locura.

Sé que debería hablarle mejor, pero el dolor es insufrible y necesito esa anestesia en mi cuerpo, necesito aunque sea unos segundos que mitiguen esto. Se que no se puede, pero por mí me habrían puesto esa inyección hace muchas horas.

Llega otra contracción y me pinchan la adorada epidural, la cual duele horrores ya que es una inyección enorme y te la tienen que pinchar en la espalda estando en una postura muy incómoda mientras tienes una contracción, te estrujas la tripa y mantienes la respiración, pero da igual, no hay nada comparable con el dolor que quita, más después de ocho horas de dolor.

_ Hela cariño, joder, me vas a romper la mano -se queja Jared porque mientras me da la contracción se la estoy apretando tanto que tengo los nudillos blancos-.

_ Voy a expulsar a tu enorme hijo por un agujero minúsculo lleno de terminaciones nerviosas, ¿en serio me hablas de dolor?

Escucho una fuerte risotada de su parte, lo cual me enfada, lo admito, estoy de muy mal humor, pero es que esto duele horrores y ya estoy agotada.

_ Señor Leto, ¿quiere venir aquí a ver el nacimiento? -le pregunta mi médica por si quiere ponerse a su lado-.

_ ¡No, no te vayas, quédate conmigo Jared! -salto yo nerviosa, vale, ahora mismo soy bipolar, pero es que duele mucho, el parto de Tara fue mucho más sencillo porque era muy pequeña y se adelantó, no como este, pese a ser peimeriza fue un parto realmente rápido-.

Bright Lights (Luces brillantes) -COMPLETADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora