Capítulo 39: Luces de esperanza.

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[Sin editar]





Me demoro unos segundos en darme cuenta que es ella quién está frente a mi puerta, abrazándome con todas sus fuerzas. Instantáneamente siento mi pecho latir con desesperación.

—¿Melisa? mi amor, ¿Qué sucedió? —cuestiono, un poco confundido mientras enredo mis brazos en su cuerpo.

Ella levanta la vista y ver sus ojos negros cubiertos de lágrimas hacen que mi corazón de un vuelco. Va a abrir la boca para responderme, pero fija su vista justo detrás de nosotros. Derrepente, parece en estado de shock y solo ahí me doy cuenta lo que está mirando, o más bien, a quien estaba mirando. En cuestión de segundos, pone sus manos sobre mi pecho y me aleja de ella.

—Y-yo, lo siento —el tono de su voz tiembla, pero sé que intenta calmarse—. No sabía que estabas ocupado.

—No, no es lo que estás pensando... —pero antes de que pueda pronunciar algo más, Melisa se da la vuelta y comienza a alejarse.

«Eres un imbécil, Matthew Caden» me repito mil veces, mientras siento una oleada de desesperación invadirme.

—Oh, Matt. Lo siento, yo no quería causarte problemas —me dice Mia, con cierto grado de arrepentimiento en su voz.

No me detengo a seguir escuchándola, tan solo hago caso a mi instinto de perseguir a Melisa. El ascensor se tarda unos segundos en descender, pero cuando llego, fácilmente la distingo saliendo del edificio. Doy largas zancadas y me detengo justo a un metro de ella, Melisa levanta la vista y nuevamente siento mi corazón latir apresuradamente, pero ahora sé que es por verla tan destruída.

—¿Qué sucedió? —cuestiono nuevamente, preocupado.

Ella detiene el temblar de sus labios, mordiéndose el inferior. Da un par de pasos tan apresuradamente que me tardo un poco en darme cuenta que vuelve a abrazarme con todas sus fuerzas. Yo enrollo mis brazos entre su pequeño cuerpo y acaricio con cautela su cabello castaño, ella solloza sobre mi pecho, y puedo darme cuenta que hace un esfuerzo por detenerse. Suelto el aire contenido en mis pulmones, mientras siento como poco a poco, comienza a desprenderse de mí, me mira sobre sus pestañas y aclara su garganta, sonrojada.

—Matthew, quiero ir a mi casa —musita, bajando la voz.

—¿No me dirás qué pasó? —cuestiono, exasperado.

—Nada importante, todo salió bien. De hecho, no sé por qué vine aquí —pasa una de sus manos por su rostro, para secarse algunas de sus lágrimas.

—¿Qué quieres decir? —arrugo las cejas, algo ofendido. Melisa tan solo me mira fijamente unos segundos y se da la vuelta para marcharse—. Está bien, yo te llevaré a tu casa.

Creí que se negaría, pero parece que no está dispuesta a discutir, ya que solo asiente con la cabeza. Caminamos hasta el estacionamiento en completo silencio, uno que no fue interrumpido ni siquiera cuando el auto se deslizaba por las calles.
Tengo tantas cosas que decirle, sin embargo, parece que ella está decidida a ignorar por completo el hecho que yo esté aquí, no sé si es porque está molesta, o sigue firme en su idea de que “debo aclarar mis sentimientos”.
Me detengo justo enfrente de su casa, Melisa se quita el cinturón de seguridad y levanta la vista para enfrentarme.

—Gracias —susurra. Yo trago saliva, y antes de que ella pueda salir, pongo mi mano sobre la suya. Me mira fijamente y respira profundo—. Tengo que irme.

My Girl-Boy. [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora