Epílogo

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Hay cosas en la vida que son impredecibles, que llegan pasan y tú tan solo debes afrontarlas. Es importante nunca perder el foco, es importante luchar hasta el último momento.
Cuando era una niña jamás creí que mi padre se iría de casa y que me pasaría aquéllo por intentar seguir su camino. Cuestionar mi actuar una vez más ya no es una de mis opciones. Que ese hombre apareciera en mi vida nunca fue mi culpa, me llevó años comprenderlo pero lo hice, así como también comprendí que callar nunca debió haber sido una opción, porque cuando yo hablé Victoria también lo hizo y poco a poco él se fue hundiendo como lo merecía. Tal vez tardé años en abrir los ojos y quitarme todos mis miedos, pero si de algo estoy completamente segura es que nunca es tarde para hacer justicia. Fueron meses muy difíciles, pero sé que todo valió la pena.

Me giro sobre mis pies, quedando frente a frente con las personas que están ahí. Sonrío, y estiro mis brazos para darme una vuelta. Mi madre sonríe y sus ojos se cubren de lágrimas, su emoción me contagia.

—Te ves hermosa cariño —da un paso hacia a mí y acaricia con suavidad mi mejilla—. Siempre deseé verte así de feliz.

Pestañeo un par de veces para contener mis lágrimas, no quiero que las tres horas que estuve parada frente a un espejo sean en vano cuando mi maquillaje se desvanezca. Vuelvo a observar mi reflejo en el espejo de cuerpo completo que me deja ver el diseño y color perla de mi vestido una vez más. Nunca creí que estaría usando algo así a unos minutos de casarme.

—Vamos Sarah, no la hagas llorar —Leticia luce emocionada también, pero ella más bien se ríe—. Te quedan quince minutos mi cielo, no querrás dejar plantado al novio, ¿Verdad?

Niego, sonriendo. Soy incapaz de pronunciar una palabra.
Afuera nos espera el auto que nos guiará a nuestro destino. Me demoro unos segundos en acomodarme en él, cuando lo logro, suelto un suspiro y toco mi vientre.
Tengo casi siete meses y mi bebé no se ha hecho notar demasiado, es muy pequeño y aunque su sexo lo hemos dejado como una sorpresa, tengo un presentimiento de lo que puede ser. Aún así, cada momento relacionado con él es mágico.
La iglesia aparece en mi campo de visión en unos cuantos minutos, todos nuestros seres queridos y amigos están ahí, esperando. Lucy está con sus padres esta vez, Victoria toma el brazo de su madrina. Puedo divisar la figura de los chicos, cada uno de ellos luce un traje elegante, incluso el pequeño Julián. Sonrío cuando me notan en el auto y hacen gestos de aprobación. Sin duda alguna Dylan, Michael y Alex son los mejores amigos que la vida me regaló.
Es momento de que todos entren el lugar para que yo pueda salir. Al poner mis tacones en el cemento y observar la iglesia frente a frente recuerdo el día que me propuso matrimonio. Amé su manera tan sencilla de pedírmelo, sólo él y yo acariciandonos y pensando en nuestro futuro, tan íntimo, tan repertino, tan especial.

—Ya es hora —murmura Leticia, sonriendo.

Sus palabras me hacen reaccionar, por lo que me dispongo a caminar a pasos lentos hacia la puerta principal. Cuando la leve melodía suena en toda la iglesia, comprendo que no es un sueño. Estoy a un par de metros de casarme con el hombre que amo.

Agradezco con una sonrisa cuando Daniel estira su brazo, dándome paso a que lo tome. Caminamos lentamente por el pasillo adornado con una alfombra roja. Saludo con una sonrisa a todos y luego pongo mi vista al frente. Su mirada hace contacto con la mía, la sonrisa que se forma en nuestros labios es instantánea. Siento que el aire me falta. Llego frente a él, y cuando tomo su mano, mis nervios se desvanecen.

—Estás hermosa —susurra sobre mi oído. Yo sonrío y presiono un poco más nuestras manos.

—Estás hermoso —repito, y él se ríe suavemente. Todo a nuestro alrededor se detiene y comienzan las palabras del sacerdote.

My Girl-Boy. [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora