Si supieras lo que he sentido al ver la expresión en sus ojos, la sonrisa en su cara y la manera en que frunció los labios, él lo sabía, lo supo todo el tiempo y mi ingenuidad no le sorprendió. Sin decir nada continuo limpiando, solo de vez en cuando me miraba para sonreír de nuevo de una manera traviesa.
—creo que eso es todo. —mi miró colocando las manos en su cadera y observando alrededor.
—creo que sí, ya cerraste la puerta, todo esta guardado y las cervezas que sobraron están en el refrí.— contaba con mis dedos mientras giraba para ver si estábamos omitiendo algo.
Creo que era eso lo que quería, algo, lo que fuera para no tener que ir a la cama; aunque en realidad mi cuerpo estuviera muy cansado.
—entonces vamos, o ¿seguirás buscando algo para no ir a la cama?— río cruzando los brazos.
—no, supongo que es todo, además estoy cansada.
Sonriendo caminó hasta donde yo estaba, me tomó de la mano y en silencio subimos las escaleras después de apagar las luces.
Al llegar a la habitación se quitó la playera botándola en un canasto cercano. Se dirigió al armario y escuché cómo comenzó a cambiarse. Pero yo estaba de pie, sin moverme, sintiendo los colores subir y bajar de mi cabeza, quería aventarme a la cama y a la vez el miedo me congelaba.
Salió sin playera, tan solo con un pijama ligero. Podía ver su abdomen trabajado, sus pectorales y los músculos de sus brazos, era excitante, lo admito, al mismo tiempo que intímidante.
—¿no piensas cambiarte?— me dijo al salir y verme quieta.
Tímidamente dije que sí, caminé hasta el armario, saqué mi pijama , una que dejo colgando todas las mañanas y me encerré en el baño, me desvestí, me cambie y me lavé los dientes, con vergüenza salí del baño, él me esperaba en la puerta, dijo querer lavarse los dientes y con tranquilidad se metió al baño sin cerrar la puerta, salí a prisa y me fui a la cama, me introduje a las cobijas con rapidez y por inercia tome mi celular.
Salió y se metió a las cobijas.
—me agrada tu familia.— dijo con amable tono, mirando el techo.
—a mí también.— dije sin dejar de mirar el celular.
—le agradas a César.
—¿de verdad?.
—sí, me lo dijo cuando se marchó.
—me sorprendió que lo invitaras.
—¿por qué?.
—temía que dijera la verdad.
—él no sabe nada. Piensa que nos casamos de verdad.
—¿estás bromeando?.
—no, de verdad.
—no puede ser... —puse el celular a un lado.
—¿qué pasa?.
—lo hice a un lado en varias ocasiones, ¡me sentía amenazada! Y ahora dices que él no sabía nada. Soy terrible.— cubrí mi cara con mis manos y gemí. Me sentía avergonzada y tonta.
—no te preocupes, no se dio cuenta, te lo aseguro, solo creyó que eras tímida, es todo.— lo sentí acercarse a mi lado de la cama.
—me siento terrible.
—ya no importa. Ahora, deberíamos dormir, ya es muy tarde, a menos que tengas otra cosa en la cabeza.
—no tengo nada en la cabeza que no sea dormir.— y apague la lámpara de mi lado.
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El contrato.
Документальная прозаJulia y Andrew se conocieron a través de una pagina de Internet en la que se encuentran los empresarios y millonarios, pero también las chicas y chicos que andan en busca de un "patrocinador" que les ayude en sus negocios o educación. Los empresari...