¿Lo amas?

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--Julia, querida. Sé que había dicho que saldríamos mañana, pero parece ser que aún no me decido a irme. ¿Qué te parece si pasamos un par de días en la ciudad?--

-- ¿Llamas a eso ciudad?-- respondió Don Álvaro.

--Claro Nana, no hay problema, de hecho podemos  quedarnos tanto como gustes, no es que nadie nos espere en Londres.-- Le sonrió Julia. 

Ambas estaban disfrutando del sol de Segovia y no tenían una agenda que llenar en Londres. 

--¡Ah!, mira. Me encanta esa idea, quédate un mes más mi dulce Aurora-- le tomó las manos.--Nos quedaremos en la ciudad, tengo asuntos que ver allá de todas formas y si Julia lo desea puede ayudarme en la tienda--

--Me encantaría, si está bien con Nana--

--Querida no tienes de que preocuparte, no la dejaré a sol ni sombra-- contestó Don Álvaro.

--Bueno, entonces bajaremos a la ciudad.-- sonrió emocionada Nana -- ¿Será que debo de avisar en Londres?--

--No te preocupes, todos están al tanto de tu salud, aunque no he dicho nada sobre estar en España, ¿crees que sea necesario contarles?--

-- Por ahora déjalo así-- 

En los últimos días que estuvieron juntas Julia y Martina, no volvieron a hablar del tema que quedó pendiente. Martina le contaba sobre sus hijos, sobre su familia y a veces sobre los hijos de Don Álvaro. En poco tiempo Julia comenzó a apreciar la compañía de Martina. Aunque le parecía triste tener que irse de nuevo, pensó que seguramente en algún lugar de Segovia la encontraría.

La ciudad le pareció más interesante que las montañas a Julia, y lo que pensó sería una pequeña tienda, tenía el tamaño de un almacén de dos pisos. La gente se acumulaba por las tardes para tomar una mesa y disfrutar del vino, comida al horno y aperitivos. Cerca de la Plaza de Azoguejo, se encontraba la tienda, que más que tienda era un hermoso restaurante de noche.

Cuando las puertas se abrieron, ahí estaba con un largo vestido floreado, su pañoleta roja sujetando su cabello en lo alto de la cabeza, sonriente y emocionada gritó un saludo de bienvenida desde el otro lado de la barra. 

-- ¿Pensabas que te habías desecho de mí?, me han traído hasta acá para cuidarte-- salió de barra a media frase y con los brazos abiertos se lanzó a Julia y la beso dos veces como era la costumbre. 

Julia que no estaba muy acostumbrada a eso la recibió igual con los brazos abiertos. 

En los siguientes días Martina y Julia se habían vuelto inseparables, atendían la barra juntas desde la mañana y terminaban por las ocho o en veces a la media noche, dependiendo del ambiente del lugar, y al hablar del ambiente mucho se lo llevaba Martina. 

Martina llegaba poco antes del medio día después de mandar a los niños a la escuela y haber preparado el almuerzo, casi siempre subía a su casa para la cena y solo los fines de semana se quedaba tarde. Su marido la recogía y de paso dejaban a Julia en la casa en la ciudad. 

Martina gustaba de cantar cuando hacía de comer o limpiaba las mesas, hablaba con los clientes y cuando no entendía, pedía ayuda a Julia con el idioma. Julia aprendió a tomar las órdenes de los comensales y poco a poco se veía mas liviana, mucho más contenta. 

--Te dije que le vendría bien--

--Eso te lo dije yo mi querida Aurora, además Julia es buena con los clientes, trabaja muy duro y parece que está contenta.--

--De hecho le veo esas mejillas rosaditas, se ve muy guapa!, ¿no crees?.--

--¿Cómo dices?, la única guapa en esta ciudad eres tu querida.--

El contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora