-¿Qué crees que contenga?- preguntó la mujer con el collar de perlas inclinándose levemente sobre la vitrina para ver mejor el libro en su interior.
-Horrores inimaginables sin duda- respondió el hombre con el elegante traje negro que estaba parado a su lado. Y luego agregó en ese tono pedante que caracterizaba a tantos miembros del clan Cuervos Eternos: -Es una fortuna que ya no quede nadie en este mundo capaz de entender el idioma en que está escrito.
-¿Existen otros idiomas?- preguntó la joven dama con incredulidad.
Sus voces llegaron a oídos del pequeño Jonathan Garra de Plata, y despertaron en él la suficiente curiosidad para motivarlo a alzar la cabeza y dirigir sus ojos, en ese momento verdes, hacia ellos.
-Oh si, una idea inconcebible hoy en día pero érase una vez existieron cientos de idiomas distintos, algunos incluso tenían letras completamente diferentes a las que conocemos- explicó el hombre. -Horrible, sin lugar a dudas horrible, las personas no tenían forma de comprenderse las unas a las otras, verdaderamente esos fueron tiempos de oscurantismo. Afortunadamente generaciones atrás nuestros monarcas tuvieron la sabiduría suficiente para permitirle a mi clan remediar ese problema, y gracias a ello ahora todos somos capaces de entendernos los unos a los otros sin importa de dónde vengamos.
-Si lo que usted dice es cierto entonces todos les debemos a los Cuervos Eternos una gran deuda de gratitud- dijo la joven esbozando una de esas sonrisas que eran tanto gentiles como picaras, y que eran muy comunes de ver en el rostro de damas de alcurnia.
Jonathan por su parte lo único que pudo hacer fue fruncir el ceño, y pensar con disgusto que era típico de los nobles el llamar victorias a los sacrificios que forzaban a otros a realizar por el bien de su adorada superioridad. Y le entristeció en demasía el considerar que el mundo entero estaba condenado a bailar al son de una misma canción solo porque era demasiado inconveniente para algunos aprenderse los pasos de otra.
-¿Se encuentra bien joven señor?- le preguntó Unferth, quien como de costumbre estaba parado a su derecha, pero siempre un paso por detrás de él como le correspondía a un esclavo.
Jonathan lo ignoró, o mejor dicho se esforzó en ignorarlo. Ese hombre no era alguien de cuya presencia fuera posible desentenderse así nada más.
-Me dijeron que este libro fue hallado bajo la posesión de uno de esos legendarios monstruos del Abismo- mencionó la joven volviendo a inclinarse sobre la vitrina. -Yo he visitado Bóreas en dos oportunidades y jamás he visto uno de esos supuestos horrores de más allá del Vacío Blanco, ¿dígame cree usted que existan?
-Mi dama no dudo que hayan existido alguna vez- respondió el hombre.
-Pero sin duda ya están todos muertos- interrumpió un hombre que vestía el jubón blanco con negro ceremonial de la Orden del Filo Redentor, y que lo identificaba como uno de sus caballeros. -Eso era lo que ibas a decir a continuación, ¿no es así Fortunato?
El hombre del traje negro observó al recién llegado tanto con familiaridad como con resentimiento. Su compañera en cambio lo miró con curiosidad.
-¿Disculpe usted es?- preguntó.
-Oswald querida, Sir Oswald Cuervos Eternos- respondió el caballero. Ante su respuesta ella le ofreció su mano para que la besara, cosa que él hizo sin demora.
-Ademia Febo, encantada de conocerlo- se presentó la joven sujetando los extremos de la falda de su vestido dorado e inclinando levemente la cabeza.
-Estábamos en medio de una conversación privada- dijo Fortunato mientras con la mirada intentaba persuadir al caballero de que diera media vuelta y se marchara dejándolos otra vez a solas.
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La historia que ellos se contaron
FantasyHan pasado más de cuatrocientos años desde de que los lúmenes, originalmente llamados elfos, llegaran en exilio a las tierras de los umbras; la raza de la oscuridad, durante todo ese tiempo los lúmenes se han esforzado en olvidar los horrores del pa...