Capítulo 3 - Salomé

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Era un sentimiento extraño el que le ocasionaba darse cuenta de que en muy poco tiempo había olvidado lo que se sentía tener frio. Incluso de pie ante la ventana abierta de su habitación, desnudo de la cintura para arriba, y con el viento helado que venía del Bosque Corrupto golpeándolo de frente, no podía decir que sintiera otra cosa que una reconfortante tibieza ¡Eso no estaba bien! En un impulso arrancó uno de los carámbanos del marco de la ventana y lo apretó entre sus manos. Casi derrama lágrimas cuando el hielo se derritió por completo sin haber llegado a causarle la menor molestia.

Un fuego ardía en las venas de Quincey. El fuego de los primigenios, los hijos de la serpiente.

Sabía que tenía que aprender a aceptarlo pero la parte de él que era un fiel caballero de la orden se negaba a hacerlo. Se había convertido en una de las perversiones que se suponía que debía combatir y purgar ¿Cómo podía solo aceptarlo? En especial porque si alguien llegaba a descubrirlo lo arrastrarían hasta el patíbulo y le cortarían la cabeza sin pensarlo dos veces, ni siquiera Fabio diría una sola palabra en su defensa ¿Mas que otra opción le quedaba? Aparte claro de cometer suicidio, una opción a la que los años habían despojado del atractivo que poseyó durante su infancia.

En un esfuerzo por recordarse que lo que se había hecho no había sido sin causa se llevó una mano a la cicatriz que iba desde su hombro izquierdo hasta su corazón. La piel alrededor de ella estaba cubierta de pequeñas líneas oscuras como tatuajes, y la cicatriz en si misma era negra como una quemadura. Eso se debía al hecho de que la hoja de la espada que se la provocó había cargado la corrupción del Abismo. Una herida como esa debería de haber sido letal, seguía con vida solo gracias a la sangre de Salomé. Pero su supervivencia no fue el único beneficio, ahora sus heridas sanaban en cuestión de minutos, los huesos rotos en cuestión de horas. También era más fuerte y rápido de lo que jamás fue, y no tenía razones para seguir temiéndole al fuego puesto que ya no era su enemigo.

Así mismo encontró algo de consuelo en recordar que no era del todo cierto que nadie debía enterarse sobre en qué se había convertido. Una persona en la Fortaleza de Huesos ya lo sabía, y estaba seguro de que otra lo sospechaba. Ambas guardarían su secreto.

-Por más que te quejes de ser un gran maestro debes admitir que te ha traído muy buenos beneficios- dijo Salomé desde la bañera.

Su voz solo sirvió para que su estado de ánimo volviera a desmejorar, y no se molestó en responderle porque a pesar de que le molestaba admitirlo ella tenía la razón. Era solo debido a su estatus como líder de clan que tenía su propia habitación, caso contrario habría tenido que pasar las noches apretujado junto con los demás. Aunque no era en realidad el pensar en la falta de espacio personal o privacidad lo que lo incomodaba, se había adaptado a ambas cosas durante los años de su aprendizaje, sino el saber que en las barracas le hubiera sido imposible evitar a Lucius.

No obstante, el ser un gran maestro en la orden entrañaba ciertos problemas que el solo ponerse a considerar le hacían muy dificil disfrutar de sus privilegios. La Orden del Filo Redentor demandaba lealtad de todos y cada uno de sus miembros, por ello un gran maestro no era la persona más indicada para formar parte de ella. Y aunque Quincey no había sido el primer individuo en decidir que no le importaba arriesgar un conflicto de intereses, ese deshonor le pertenecía al ahora traidor Dante Luna Roja, sabía que su caso se diferenciaba del de este en un aspecto fundamental. Dante fue elegido como próximo gran maestro mientras aún era un aprendiz, y una vez lo hicieron todos esperaban que no se juramentara. Pero Dante decidió que no le interesaba llegar a regir su clan. Y aunque lo más adecuado entonces hubiera sido que el clan Luna Roja eligiera otro sucesor, el entonces Gran Maestro Alaghiero dictaminó, por razones que jamás le reveló a nadie, que conservarían a Dante como su sucesor. Quincey en cambio ya había sido nombrado gran maestro del clan Mano del Destino cuando decidió ir al Templo de Deimos para juramentarse.

La historia que ellos se contaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora