Capítulo 16 - Beatriz

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El nacimiento de Quincey se vio marcado por dos eventos desafortunados. El primero fue que tuvo lugar al año siguiente del primer intento de rebelión de las tribus del Bosque Corrupto. La mayoría de la gente creía de manera errada que ese conflicto se resolvió con rapidez; los salvajes tomaron la Fortaleza de Huesos y saquearon varios poblados aledaños, incluyendo algunos pertenecientes a umbras libertos, pero pronto fueron derrotados por la Segunda Legión y los caballeros de la Orden del Filo Redentor. Y aunque en eso estaban en lo correcto, esa victoria no fue el final del conflicto. Para evitar que los salvajes se reagruparan y lanzaran un contraataque, los legionarios y caballeros los persiguieron de vuelta al interior del bosque, donde seguirían batallando en su contra por días y noches sin cesar, hasta que finalmente durante el otoño del año siguiente Jared Garra de Plata se paró sobre el montículo de cadáveres que era lo único que quedaba de una de las tribus vencidas, y ordenó que los restos de todos los adversarios caídos fueran arrojados a uno de los lagos del bosque. Ese fue el verdadero final, el punto en que las tropas decidieron que ya habían derrotado a su enemigo y emprendieron la marcha de regreso a casa ¿Y en qué forma eso perjudicó al pequeño bebé Quincey? Pues en la forma de que su padre, Quentin Mano del Destino, fue uno de los caballeros que respondió al llamado del deber durante los últimos días de la rebelión, así que cuando su hijo vino al mundo durante la primera nevada de invierno, él se encontraba demasiado lejos para ser testigo de ello. El segundo evento desafortunado fue la muerte de su madre, Veronique, a causa de complicaciones durante el parto.

Por el resto de su vida Quentin nunca llegaría a superar la pérdida de su esposa, y fue la relación con su hijo la que sufrió a causa de ello, desde el momento mismo que le pusieron al bebé en brazos no pudo evitar echarle la culpa. Al igual que también se la echaba a sí mismo; en sus adentros pensaba que quizás de haberse encontrado al lado de Veronique, durante esos momentos críticos hubiera podido hacer algo para salvarla. Sabía que era ridículo, él era un caballero, sus habilidades yacían en el combate no la sanación, no había ninguna forma en que hubiera podido triunfar en donde los sacerdotes fracasaron, no obstante esa idea lo apesadumbraba. No pasó mucho tiempo antes de que Quentin abandonara a Quincey, no formalmente, ni por un momento pensó en desconocerlo como hijo, simplemente dejó de interesarse en él.

Era debido a eso que cuando Quincey pensaba en sus primeros años de vida, lo que inmediatamente le venía a la mente era el rostro gentil de su hermana mayor, Beatriz. Ella fue la que lo cuidó durante sus primeros años, la que estuvo presente para alentarlo a tomar sus primeros pasos, y la que lo felicitó en el momento en que pronunció sus primeras palabras. Fue ella la que cada noche le ayudó a conciliar el sueño leyéndole su libro de cuentos predilecto: Las Aventuras del Rey Trol y su Lacayo. Quincey recordaba con particular cariño como ella imitaba las voces de los personajes principales, Del y Gren. Su historia favorita era en la que ambos troles viajan a la playa, y Del decidía construirse un magnífico palacio de arena en el cual vivir, solo para que una vez este estuviera acabado se colapsara, por culpa de las vibraciones causadas por los pasos de un gigante vagabundo.

Un día de especial importancia en la infancia de Quincey fue aquel en que su hermana, junto con su esclava personal Tonya, lo sacó temprano de la cama, y lo hizo desayunar rápidamente y luego vestirse, para llevarlo a lo más alto de la ciudad. Se quejó mucho durante la subida, estaban en pleno verano por lo que hacía mucho calor, y las escaleras no parecían tener fin; para el niño que fue en aquel entonces resultaban un obstáculo muy arduo. Tan pronto su hermana lo notó demasiado cansado para seguir trepando por su cuenta, lo tomó en brazos y lo cargó el resto del trayecto, ella también sudaba copiosamente a causa de la temperatura, pero en ningún momento dejó de sonreír. Al alcanzar la cima todo el esfuerzo se vio recompensado, porque él pudo ver por primera vez su ciudad natal de Anima por lo que era, una maravilla del mundo. Aunque el pequeño Quincey hubiera jurado que tenía la forma de un gigantesco tazón, la ciudad era en realidad una copa de roca, que estaba sumergida casi hasta el borde de su boca en medio de las aguas del gran lago Lapislázuli. Todas las calles y los edificios, incluyendo el palacio del clan Mano del Destino, se encontraban sobre terrazas construidas a lo largo del interior del cáliz, y justo en el fondo de este se encontraba un estanque artificial, que era alimentado por tres canales que descendían desde lo alto de la ciudad, y a la vez en medio de ese estanque, conectado al resto de la ciudad a través de un único puente, se alzaba el inmenso palacio del clan Sinfonía, el fundador y regente de Anima.

La historia que ellos se contaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora