-Entonces, ¿está todo arreglado?- preguntó Quincey.
-Sí, aunque debo confesar que no fue tan fácil como pensé que sería. Descubrí con pesar que los capitanes de barcas mercantes no son como los de la Armada de Módir, y aún viven inmersos en supersticiones ridículas que al parecer aplican tanto en altamar como aquí en los ríos, y una de ellas es que las mujeres son de mala suerte a bordo- explicó Basil, con un tono de voz que dejaba entrever un poco de exasperación-. Por suerte no fue nada que el peso de vuestro nombre como gran maestro de un clan tan cercano a la familia real, y mi fortuna, no pudieran resolver, así que zarparemos pasado mañana a primera hora en una pequeña pero robusta embarcación llamada Valerosa.
Quincey alzó la mirada de los papeles sobre su escritorio, en los cuales había estado fingiendo interés, para escrutar con los ojos a ese hombre cuya compañía no creía que le fuera posible tolerar por más de unos minutos, pero con el cual de alguna forma tendría que aprender a convivir en un espacio muy reducido durante los cuatro o cinco días que tardaran en arribar a Ninazu. Sin embargo, atraído por la curiosidad su atención no tardó en desviarse de Basil a la persona que se encontraba parada junto a este, una muchacha umbra de piel morena, y ojos de un color verde intenso y brillante, que llevaba puesto un vestido del blanco y dorado que caracterizaban al clan Ariel. La muchacha tenía un collar de esclavitud en el cuello, pero desde donde Quincey se encontraba no le era posible leer lo que tenía escrito en su placa.
-Esta es Esmeralda, mi esclava personal- le informó Basil tras notar la dirección de su mirada.
-¿Tienes una mujer como esclava personal?
-Mi pobre y leal Alfredo, quien fue mi esclavo personal desde la niñez, murió de manera trágica recientemente- le aclaró Basil tras llevarse una mano al pecho con solemnidad-, y sin duda alguien de vuestro estatus entenderá como alguien como yo, que posee tantos negocios que debe administrar diariamente, no puede darse el lujo de permanecer demasiado tiempo sin un par de manos extras. Por lo que no fui muy quisquilloso al momento de reemplazarlo; Esmeralda es competente, escribe de manera legible, y es buena con los números, no requería de nada más.
Si bien las palabras de Basil fueron las de alguien engreído con no pocas ilusiones de grandeza, por un fugaz momento a Quincey le pareció detectar en su tono de voz una pizca de genuino pesar cuando pronunció el nombre de su difunto esclavo personal, y eso lo hizo sorprenderse un poco. En parte porque no había creído que Basil fuera capaz de sentir por alguien más que por sí mismo, y en parte porque le hizo recordar a Emil, su propio esclavo personal con el que tuvo una relación atroz; a veces le costaba tanto aceptar que otras personas eran capaces de llevarse bien con sus esclavos personales.
-Presumo que traerá a Esmeralda con usted en este viaje- le dijo.
-Por supuesto, no confiaría en dejarla sola en proximidad de mi padre- respondió Basil, y esta vez Quincey se vio muy sorprendido puesto que en lo que acababa de escuchar era posible entrever una ira inmensa. Sin embargo decidió no hacer ninguna pregunta sobre el asunto, no albergaba el más mínimo interés en los problemas familiares que Basil pudiera tener, y de momento ya había tolerado demasiado su presencia.
-Entonces nos veremos pasado mañana- declaró Quincey levantándose y ofreciéndole la mano, Basil se la estrechó sin titubeos, y tras realizar una reverencia se retiró junto con su esclava personal, la cual no hizo ninguna reverencia antes de partir. Eso fue algo que Quincey halló un tanto curioso, pero no tardó en restarle importancia, después de todo tenía otros asuntos más apremiantes en los que pensar, y el primero de ellos era Fabio, al que no había visto desde la mañana.
Tras preguntar los esclavos le informaron que su viejo amigo aún seguía en el palacio, así que después de pasar un par de minutos titubeando, se decidió a salir del despacho e ir a encontrarlo, y una vez lo hubiera hecho esperaba recibir una muy buena explicación sobre lo ocurrido con Flora.
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La historia que ellos se contaron
FantasyHan pasado más de cuatrocientos años desde de que los lúmenes, originalmente llamados elfos, llegaran en exilio a las tierras de los umbras; la raza de la oscuridad, durante todo ese tiempo los lúmenes se han esforzado en olvidar los horrores del pa...