Égloga era tal y como Adelfried dijo que sería, un pequeño pueblo de calles de piedra, con casas pintadas de colores vivos, y techos de tejas de arcilla, que se encontraba ubicado a la orilla de un lago de aguas cristalinas. A lo lejos se podían apreciar las Montañas Negras, las cuales vistas desde esa distancia parecían serenas, casi hermosas. Algo que Adelfried no había mencionado, y que sin duda él tampoco había esperado encontrarse, fue la empalizada que ahora envolvía al poblado. Más sorprendente aún fue la sangre que cubría la hierba a ambos lados del camino, evidencia de que allí se había luchado una batalla. Sin embargo, cuando Oswald, quien cabalgaba a la cabeza del grupo, intentó forzar a su caballo a que se acercara a ella para poder examinarla mejor, el animal se plantó en su lugar y se negó a abandonar el camino. Al final a Oswald tuvo que resignarse y desmontar.
-¿Cuánto tiempo lleva esta sangre aquí?- le preguntó a uno de los guardias en la empalizada. Aunque decir que aquel nervioso hombrecillo, que usaba ollas y sartenes como armadura, y cuya única arma era un viejo rastrillo, era un guardia era sobrevalorarlo.
-Lleva allí desde el último ataque mi señor, eso fue hace dos días.
Oswald se arrodilló junto a la mancha de sangre más cercana, y empapó en ella la punta de un pañuelo.
-¿Y en todo ese tiempo no se ha secado?- le preguntó a continuación.
-No mi señor, sigue tan fresca como cuando se derramó. El Gran Maestro Jardín de los Lamentos nos ha prohibido limpiarla.
Oswald olisqueó el pañuelo manchado, y de inmediato, con una expresión de palpable repugnancia en el rostro, procedió a arrojarlo tan lejos como pudo.
-El Gran Maestro Jardín de los Lamentos hizo bien al daros esa orden. Seguramente nada bueno saldría de tocarla, los animales sin duda saben mantenerse apartados.- Dicho esto Oswald regresó al camino, y volvió a subirse a su caballo.
-Sangre que no se seca. Ya no hay dudas de que estamos lidiando con un nigromante- le dijo Adelfried.
Oswald asintió con la cabeza.
-No debimos haber ignorado los primeros mensajes- lamentó Andrew. -A estas alturas podría tener cientos de cadáveres a su disposición. Solo los dioses saben que podría llegar a ocurrir si no lo encontramos antes de que se haga con aún más poder.
-En su estado actual el reino no sería capaz de sobrevivir a un nuevo Señor del Terror; apenas estamos comenzando a reparar los daños causados por el maldito Conflicto de Sucesión- tras decir eso Adelfried se volteó hacia a Quincey y Carrie. Por su expresión ambos tuvieron en claro que se arrepentía de haberlos traído. A diferencia de Andrew, quien ya estaba juramentado, ellos dos aun eran aprendices, y un nigromante era sin duda mucho más peligroso que pequeños grupos de asesinos filo rojo.
-Tenemos una ventaja- mencionó Oswald, -Églogas ha sido el foco de todos sus ataques desde comienzos de la primavera. Algo en el poblado le interesa, y no creo que nuestro arribo vaya a disuadirlo de intentar conseguirlo.
-Entonces fortificaremos y le tenderemos una trampa- concluyó Adelfried.
-También haríamos bien en averiguar precisamente que es lo que quiere- opinó Andrew. -Un nigromante no se arriesgaría tanto a llamar la atención sin un buen motivo.
-Quizás el clan Jardín de los Lamentos sepa qué es lo que quiere- sugirió Oswald.
-Lo dudo mucho- dijo Adelfried. -Si mi abuelo tuviera algún indicio sobre porque su pueblo se encuentra bajo ataque lo habría mencionado en alguna de sus cartas.
-Supongo que solo hay una forma de estar seguros- con un movimiento de mano Oswald le indicó a Adelfried que se pusiera al frente del grupo. -Llévanos a hablar con él.
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La historia que ellos se contaron
FantasiHan pasado más de cuatrocientos años desde de que los lúmenes, originalmente llamados elfos, llegaran en exilio a las tierras de los umbras; la raza de la oscuridad, durante todo ese tiempo los lúmenes se han esforzado en olvidar los horrores del pa...