Capítulo 37 - Una conversación en la plaza

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-Espero que volvamos a vernos muy pronto- declaró Basil mientras estrechaba la mano derecha de Quincey entre las suyas.

Quincey miró por encima del hombro del Ariel, hacia el barco en el cual este estaba a punto de zapar de Ninazu, llevándose consigo a su esclava personal y a la recién adquirida Viviana Del Nuevo Amanecer, era un tanto más grande que Valerosa, y tenía el nombre exasperante de "Rey del Oeste".

-¿No planeas regresar directamente a Anima?- preguntó Quincey.

-No- dijo Basil-. No me atrevería a llevar a Viviana a ningún lugar cercano a mi padre, así que seguiré camino rio arriba, hasta Galatea. Siempre quise visitar esa ciudad, admirar el famoso Jardín de las Doncellas.

-Yo también espero visitarlo algún día- mencionó Quincey, y en sus adentros añadió con amargura: "Suponiendo claro que ya no lo haya visitado en alguna otra vida que no soy capaz de recordar"

-Bueno, quizás en alguna ocasión podamos ir allí juntos y disfrutar de una taza de té en la igualmente famosa Casa del Té de Rosalía- dijo Basil esbozando una sonrisa, una genuina para variar-. Aunque me temo que Bianca no podría acompañarnos, ella odia las rosas.

-Eso me habían dicho- respondió Quincey.

Media hora más tarde, después contemplar al Rey del Oeste alejarse hacia el norte, hasta que se hubo hallado tan lejos que los rasgos de las personas en cubierta se le hicieron casi por completo imperceptibles, Quincey sintió un nudo en el estómago, acompañado de un enorme deseo de regresar a la posada, dejarse caer sobre alguna de las dos camas de la habitación que ya no compartía con nadie. Puesto que al día siguiente de que subieran a Dioniso, Fabio decidió serle fiel a su palabra, y partir directamente a la Fortaleza de Huesos, al frente de guerra. Quincey y Basil lo acompañaron, junto con una escolta de miembros de la milicia, que el Comandante Garrett les otorgó tras advertir que ninguno de ellos contaba con soldados de sus respectivos clanes, hasta el poblado más próximo, que se alzaba allí donde al bosque de pinos aún se le permitía crecer, para poder comprarle un caballo con el cual emprender su travesía. Encontrar a alguien dispuesto a desprenderse de un corcel en esos tiempos que corrían no fue nada fácil, y Basil tuvo que pagar tres veces el verdadero valor del animal, el cual al menos era joven y de buena raza; a su lomo Fabio podría llegar al norte antes de que empezara el otoño.

No obstante, Quincey se sintió sin fuerzas para seguir poniendo un pie frente al otro a medio camino de vuelta a El Rey Ciego, al llegar a una pequeña plaza en cuyo centro se alzaba una estatua de bronce del General André Bellum, quien lideró las fuerzas lúmenes durante la Batalla de Cedo Nulli, y murió heroicamente antes de que esta llegara a su final. Quincey escogió de entre los bancos que habían allí uno que no mirara hacía el este en el cual poder sentarse. No quería mirar hacia la cordillera, no quería ver Dioniso, ni tener que pensar en lo que ocurrió cuando Fabio, Tavis y él lo visitaron. Fue inútil por supuesto, podía sentir en la nuca la presencia amenazadora de las Montañas Negras, Ninazu estaba prácticamente a su sombra, era imposible escapar de ellas allí.

Quincey pensó en como lo primero que vio al abrir los ojos al término de su viaje espiritual, fue el rostro de Fenris, a pocos centímetros del suyo. Flora le explicó más tarde ese día, una vez hubieron descendido de vuelta a la ciudad, que después de que Sigmund intentara varías veces comunicarse con ellos tres sin recibir respuesta, comenzó a preocuparse, e intentó entrar al Cuarto Seguro para ver que estaba ocurriendo, pero en el momento mismo que introdujo la llave en la cerradura para abrir la puerta esta se fundió en su mano, provocándole quemaduras bastante serías. Ella y los milicianos escucharon sus gritos de dolor desde la entrada del asilo, y sin desperdiciar un momento fueron a ayudar. Sin embargo, ambas puertas al Cuarto Seguro eran muy sólidas, y estaban reforzadas con magia, por lo que todos sus intentos de forzarlas resultaron infructuosos. Al final, a ella se le ocurrió ordenarle a Fenris que las echara abajo, él la obedeció sin vacilar, y lo consiguió a su tercera embestida.

La historia que ellos se contaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora