Lucy no se enteraría hasta el día siguiente, cuando tuviera la oportunidad de preguntárselo a alguno de los otros esclavos, pero el poblado al que los jinetes fantasmas la habían llevado se llamaba Tabula Rasa, y en esos momentos otra mujer se encontraba de camino allí. Aún estaba a unas cuantas horas de distancia, pasando la noche en una posada junto con algunos individuos de cuya compañía gustosamente hubiera pasado días sin comer para prescindir. El nombre de esa mujer era Flora y pertenecía a la Santa Orden de los Guardianes del Templo de la Ciudad de Horkos, o como era más comúnmente llamada, la Orden de Horkos.
Por desgracia para Flora el ausentarse de la mesa no era una opción que pudiera permitirse tomar pues el anciano sacerdote Federico, al que juró resguardar con su vida durante aquel viaje, no parecía ser capaz de decirle que no a las invitaciones para cenar de Vlad de Anima, a pesar de que este le causaba tanto desagrado a él como a ella.
Si alguien le hubiera pedido a Flora que le señalara la característica específica que le molestaba tanto de Vlad ella no hubiera sido capaz de hacerlo, porque su desprecio por el comerciante surgía de la suma total de sus partes, apariencia pretenciosa y personalidad condescendiente por igual. De hecho si se ponía a pensarlo se daba cuenta de que le era imposible recordar una sola ocasión en que hubiera visto a Vlad sin que este tuviera en su rostro una sonrisa de oreja a oreja, y su sonrisa no era cálida y gentil sino despiadada y mezquina. A si mismo sus ojos de color miel daban la impresión de no hacer otra cosa que inspeccionar todo aquello sobre lo que llegaban a posarse, analizándolo. Quizás trataba de descubrir debilidades en los demás ¿Después de todo que era para un comerciante una debilidad sino una oportunidad a la cual sacarle provecho? Flora no creía tener nada que Vlad pudiera querer, ni siquiera información, pero a pesar de eso no deseaba mostrarle ninguna debilidad.
Sentado a la derecha de Vlad se encontraba su estoico y mudo guardaespaldas Mortimer de Asómaf, quien era un hombre alto, fornido, con la piel del color del bronce, y un cabello blanco que le llegaba hasta los hombros. Sus ojos, al igual que la ropa que vestía, eran negros, y no reflejaban emoción alguna solo un vacío absoluto, casi parecían los ojos de un cadáver.
Tanto Mortimer como su jefe, igual que la infortunada Lucy de Weston, eran mestizos en parte umbra y en parte lumen. Esa sola característica bastaba para que muchos los repudiaran pero era la única que no les merecía el desprecio de Flora. A los miembros de la Orden de Horkos se les enseñaba desde el primer día a reconocer como un digno hijo o hija de la Diosa Madre a cualquiera que tuviera aunque fuera una sola gota de sangre élfica en el cuerpo. Alguien cuyo solo avistamiento si bastaba para hacerla fruncir el ceño era el mercenario Tertius, el cual se encontraba sentado en el puesto siguiente al de Mortimer.
Tertius poseía una larga melena de cabello negro que daba la impresión de que jamás había sido peinada o siquiera limpiada, su barba le cubría solo la barbilla y en ella tenía restos de comidas tanto recientes como de días atrás. Su piel curtida era de un desagradable color grisáceo y la surcaban venas negruzcas. La piel que rodeaba sus ojos grises era la que mostraba peor aspecto pues estaba llena de finas líneas negras que descendían por sus mejillas. Flora hubiera pensado que lucían como las huellas dejadas por lágrimas derramadas a lo largo de toda una vida, de no ser porque dudaba que aquel hombre hubiera llorado alguna vez. La verdadera razón tras su apariencia era la exposición prolongada a la magia oscura, la cual era dañina para los lúmenes. Y dado que Flora dudaba que Tertius perteneciera al clan Penumbra, o hubiera formado parte de la Orden del Lobo Negro, solo podía presumir que su corrupción se debía a que se encontraba al servicio de Vlad, quien comerciaba en armas hechas con acero abismal. Un metal infame porque portaba la corrupción del Abismo, pero que era indudablemente codiciado ya que poseía la cualidad única de repeler todos los tipos y formas de magia.
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La historia que ellos se contaron
FantasyHan pasado más de cuatrocientos años desde de que los lúmenes, originalmente llamados elfos, llegaran en exilio a las tierras de los umbras; la raza de la oscuridad, durante todo ese tiempo los lúmenes se han esforzado en olvidar los horrores del pa...