Capítulo 42 - Lo que la magia ha causado

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Cuando Quincey y Bianca hablaron sobre el destino, ella mencionó que cambiar el futuro podía acarrear consecuencias devastadoras, similares a las de un rio saliéndose de curso y destruyendo todo aquello que se encontrara a su orilla, incluyendo poblados enteros. En esa oportunidad Bianca uso al Rio Rojo como ejemplo, tres días después de la destrucción de Ninazu, tras despertar poco después de la salida del sol en su habitación de una pequeña posada cuyo nombre no se molestó en aprender, Quincey consideró que de hecho habría sido más apropiado si ella hubiera usado al Lambert. Después de todo, sus aguas habían sepultado las ruinas de la ciudad que por años sirvió como puerta de entrada a las Montañas Negras, y formado sobre estas un lago, al que él había bautizado como: "Caída de Garrett".

Por supuesto que no era un nombre oficial, pero Quincey se creía con derecho de ponérselo, ya que él había sido su descubridor; el pobre tonto al que se le ocurrió regresar a la ciudad con la esperanza de hallar sobrevivientes. Lo único que encontró fue un cráter, que el Lambert ya iba a más de medio camino de terminar de llenar, y cadáveres, cientos de cadáveres apilados allí donde habían estado las puertas de la muralla. La gente de Ninazu que intentó escapar del fuego y de los posesos, descubrió que les era imposible salir del área de influencia de la magia de alteración de realidad de Garrett. Los hombres se fracturaron los nudillos golpeando esa barrera de magia pura, y las mujeres acabaron con la punta de los dedos descarnados y sanguinolentos por intentar rasgarla, por intentar atravesarla por cualquier medio que tuvieran a su disposición y alcanzar la salvación. Al final fue inútil, los únicos que pudieron salir de la ciudad fueron Fenris y Flora, a quienes la muñeca, Albedo, realmente les había abierto el camino, y el dragón y él, solo gracias a que en el momento en que emprendieron su escape Garrett ya no vivía, y su magia se estaba evaporando. De Agripina, y más importante aún, de Tavis, el joven gran maestro no halló ningún rastro, y transcurridas horas de búsqueda solo pudo asumir lo peor ¿Qué le diría a Jacob y a Tami cuando regresara a Anima?

Algo que si halló, aunque no demoró demasiado en desear no haberlo hecho, fue el cuerpo de una mujer. La lluvia de escombros había destrozado su rostro por completo, pero eso no fue lo que atrajo la atención de Quincey hacia ella, había muchas otros cadáveres en condiciones similares de entre los cuales escoger, sino el hecho de que cargara un niño en brazos, apretado contra el pecho. El niño ya había estado un tanto grandecito, ciertamente no era un bebé, pero aun así Quincey no pudo evitar que la visión de una madre que había perecido tratando, y fracasando, de proteger a su hijo le resultara familiar en una forma inquietante. Sin embargo, su error fue el acercarse a examinar los cadáveres mejor, porque al hacerlo no le costó trabajo, pese a la sangre y a la fina capa de polvo, reconocer al pequeño de rodillas costrosas que se le acercó a Bianca en la plaza para preguntarle si era una maga. Sus ojos azules, tan vivaces en aquella ocasión, ahora se veían opacos, ¿y cómo no, si ya no quedaba vida en ellos?

"Espero que en tus últimos momentos hayas estado pensando en ese beso, pequeño amigo" pensó Quincey. Un beso era sin lugar a dudas algo mejor que tener en mente a la hora de encararse a la muerte, que pesares sobre lo que no se tuvo la oportunidad de llegar a hacer; y una vida así de corta debía de haber dejado mucho sin hacer.

Para Quincey no había consuelo alguno, ni tampoco perdón, sentía encima de él la mirada acusadora de los ojos lechosos de todos los cadáveres que lo rodeaban. La destrucción de Ninazu había sido su culpa. Si no hubiera entretenido al dragón con sus estúpidas exigencias de que lo llevara consigo, este hubiera demorado nada más que un par de minutos en deshacerse de Garrett y destruir el templo, la ciudad se habría salvado. En cierta forma, aquella noche él fue un agente de El Arquitecto, igual que Garrett, Oswald, y esas dos mujeres.

Fenris también visitó las ruinas de Ninazu esa mañana, mas no en busca de supervivientes. El equipaje de Bianca se había quedado en la posada, los restos de la cual ahora yacían en lo más profundo del cráter, varios metros por debajo del agua. Eso fue algo en lo que el lobo del Bosque Corrupto solo se detuvo a reflexionar por la totalidad de una fracción de segundo, antes de zambullirse. Surgió minutos después, cargando con los dientes el asa de las maletas de su ama. Quincey tuvo que reconocer que Bianca se había esmerado con la magia que empleó para mantener sus posesiones protegidas, todas se hallaban intactas, desde sus vestidos hasta el violonchelo. Y eso fue algo por lo que él supuso que debía de dar las gracias, aunque no lo hizo, pues era casi seguro que su propio equipaje, el cual contenía la mayor parte del dinero que trajo consigo al partir en ese viaje, no había sobrevivido la destrucción de Ninazu, lo que significaba que ahora dependía de la artista para alojamiento, comida, y transporte. En términos simples, dependía por completo de la buena voluntad de ella para regresar a casa.

La historia que ellos se contaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora