Capítulo 1 - El Lobo del Norte

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En los tiempos en que los así llamados umbras libertos solían construir sus hogares apartados de las rutas principales para no perturbar con su presencia a sus antiguos amos lúmenes, solo los fundadores de Las Cuatro Esquinas habían tenido la osadía suficiente de construir su poblado en la encrucijada del Camino del Medio Día, allí donde los viajeros podían elegir entre ir hacia el sur para llegar a la ciudad de Helios, o ir al norte hacia Corvus y la capital. Algunos pocos de hecho tomaban las rutas del este y el oeste, la primera se internaba en el Gran Bosque del Sur, y la segunda conducía hacia Éaco, las ruinas de Radamantis, y la ciudad maldita de Minos.

Gracias a su posición privilegiada Las Cuatro Esquinas era el asentamiento umbra más próspero de todos. Cada año veía actividad constante de mercaderes que transitaban el Camino del Medio Día, y se detenían a beber en sus tabernas, pasar la noche en sus posadas, comprar vegetales y verduras cultivadas por los granjeros locales, y aunque muchos jamás lo admitirían, aprovechar los muchos esplendores del burdel local. No solo eso, ya que aquella parte del camino no estaba técnicamente bajo el control de ningún clan, los umbras de Las Cuatro Esquinas solo tenían que pagar impuestos a la corona. Claro que eso significaba que no contaban con la protección de los magos en caso de ataques de bandidos, pero muchos de los lugareños no veían la diferencia, después de todo eran raros los lúmenes que siquiera considerarían mandar tropas a ayudar a un poblado umbra.

Pese a los defectos, Las Cuatro Esquinas era el santuario de los umbras libertos, y el sueño de aquellos que aun vivían en esclavitud. Uno que les servía como rayo de esperanza en sus peores momentos.

Sin embargo, la prosperidad del poblado comenzó a decaer a principios del segundo ciclo del conflicto iniciado en el norte. Menos viajeros en los caminos, menos bienes que comerciar. Luego con la inevitable llegada del invierno quedo muy en claro que la guerra apenas estaba comenzando, y el pueblo cayó en una verdadera crisis. La causa tras esta no fue la falta de comercio en sí misma, sino las nuevas leyes impuestas por la familia real. La primera de las cuales demandaba alimentos con que mantener lleno el estómago de los legionarios, alimentos que por supuesto saldrían primero de las poblaciones umbras. La segunda por su parte establecía que en tiempos de crisis incluso los umbras tenían que defender el reino. Y defenderlo en calidad de milicianos voluntarios, no como verdaderos soldados. Así que por arriesgar el pellejo ni siquiera recibirían monedas que enviar de vuelta a sus familias en casa. Tal abuso no sólo privó a Las Cuatro Esquinas de una enorme porción de su reversa de alimento, sino que además les arrebato la mayoría de su gente capaz de trabajar en producir más comida. Por desgracia la primavera no traería consuelo alguno, pues a la corona aún le quedaba un último golpe que acertar, una última humillación que infligir. Con el fin de poder costearse nuevo armamento y equipos para sus tropas, de los cuales los voluntarios umbras no llegarían a ver nada, la cantidad a pagarse en impuestos fue triplicada. Cosa que le arrancó al poblado sus últimas monedas.

Muchos de los lugareños se vieron forzados a abandonar sus hogares, regresaron a las ciudades lúmenes en busca de trabajos. A varios de ellos no les quedó otra opción que regresar a la esclavitud para sobrevivir.

Solo unos pocos se quedaron, en su mayoría viejos demasiado obstinados para partir. Aunque también se podían contar algunas madres con hijos demasiado pequeños para ir a la guerra, o para viajar. Mina era un caso especial, era joven, apenas acababa de alcanzar la mayoría de edad ese mismo año, y era hermosa, tenía un rostro de facciones delicadas con unos ojos hipnóticos de color verde intenso, poseía una figura esbelta con un busto generoso. Su cabellera era lisa y larga, casi le llegaba hasta los muslos. Pero lo más bonito de su cabello era sin duda el color, tenía un tono rojo intenso que resplandecía bajo la luz de las llamas que alumbraban el interior de la taberna en la que trabajaba durante las noches. No solo eso, Mina contaba además con una piel blanca como la de un lumen, y que era rara de hallar en umbras. Sin duda la Madre Oscura la había bendecido.

La historia que ellos se contaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora