-¿Lo has visto?- preguntó Emerick desde su cama.
Sus palabras, pronunciadas por una voz cuya vida se estaba extinguiendo, hicieron que Quincey desviara la mirada de la manzana que estaba pelando, y provocaron que se cortara accidentalmente con el cuchillo. Pero tan pronto volvió a bajar la mirada para evaluar la seriedad de la herida se dio cuenta de que no había ninguna manzana, ni tampoco un cuchillo, y sus manos estaban intactas ¿Entonces por qué podía sentir el corte al igual que la calidez de su sangre? ¿Y por qué le dolía tanto? Salomé pronto advirtió que el dolor era suyo, no de Quincey. Un corte se había abierto en la palma de su mano, la misma mano cuya uña aún tenía incrustada en la frente de él, y su sangre ahora se abría camino hacia abajo a lo largo de sus dedos.
"¿Cómo ocurrió esto?" se preguntó ella, mas esa pregunta no tardó en verse reemplazada por otra de mayor significancia: "¿Por qué estoy tan asustada?"
No lo había notado hasta ese preciso momento, pero su corazón latía desbocado dentro de su pecho, y sus manos y piernas eran víctimas de leves, pero incontrolables, temblores. Eso no estaba bien, sin lugar a dudas no estaba nada bien; se sentía incluso más aterrada que cuando la expedición del clan Sheridan regresó a Mircalla trayendo consigo los restos del árbol en medio del claro. Cada uno de sus instintos le estaba gritando que saliera de allí. Y a ella no le hubiera gustado otra cosa más que obedecer; olvidarse de Quincey, de Dante, y de todos los demás, solo escapar y regresar al lago congelado, a la Ascalon encadenada, y al aroma de su hermana. Como deseaba que ella estuviera allí en ese momento, añoraba su reconfortante abrazo. No obstante, Salomé se halló a sí misma atrapada, era casi como si alguien estuviera sujetándola por el brazo, forzándola a seguir viendo los recuerdos de Quincey.
Y pese a que ya no quería ver o escuchar nada más, las palabras de Emerick Mano del Destino se repitieron dentro de su cabeza.
-¿Lo has visto?
-¿Qué si he visto que?- preguntó Quincey, quien en ese recuerdo se encontraba sentado junto a la cabecera de la cama de Emerick, viendo a este con compasión.
-¿Qué si has visto el Signo Amarillo?- Emerick giró levemente la cabeza para poder ver a su sobrino a los ojos.
En un principio Quincey no tuvo idea alguna de a que podía estarse refiriendo, pero entonces lo tuvo tan claro como un súbito golpe en el estómago, y todos esos sentimientos con los que había evitado lidiar, primero enterrándolos bajo las demandas de los preparativos para su matrimonio, después bajo la comodidad de la rutina diaria, luego bajo el dolor que le causó enterarse de la muerte de Nero; ocurrida cuando las tribus del Bosque Corrupto tomaron Las Tres Hermanas, y más recientemente, tras la amargura provocada por el hecho de que lo eligieran como el sucesor de su tío, resurgieron en su interior de manera implacable. El pasado no podía negarse, incluso ahora lo cargaba consigo, y este lo seguiría a donde sea que fuese y sin importar que hiciese. El Incidente del Nigromante de las Tierras de Cultivo, con todas sus implicaciones, había ocurrido, y el Signo Amarillo por el que Emerick le estaba preguntado no era otro que aquel por el cual Tessie había atacado Églogas, y el cual Oswald había conseguido robar bajo sus ignorantes narices.
-No, no lo he visto- respondió con disgusto.
¿Cómo era posible que incluso ahora, que Adelfried y el resto de la Orden del Filo Redentor se encontraban luchando una verdadera guerra en el norte sin que él pudiera hacer nada para ayudarlos, el solo pensar en esos días y noches en Églogas le causara tanta ansiedad? La respuesta era obvia: lo ocurrido en las Tierras de Cultivo no había terminado allí, ni siquiera empezado allí, y podía sentir en su alma que aún estaba muy lejos de llegar a su final. Eso que Oswald le dijo aquella última noche en que lo vio hizo eco dentro de su cabeza en ese momento: "Esperamos grandes cosas de ti".
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La historia que ellos se contaron
FantasyHan pasado más de cuatrocientos años desde de que los lúmenes, originalmente llamados elfos, llegaran en exilio a las tierras de los umbras; la raza de la oscuridad, durante todo ese tiempo los lúmenes se han esforzado en olvidar los horrores del pa...