Capítulo 21 - Un espécimen único

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Para el momento en que fueron a buscarla, Bianca se encontraba nuevamente en el muelle trabajando en su magnum opus, en esta ocasión usaba un vestido azul oscuro de falda corta con encajes negros, y aunque se había soltado el cabello ahora llevaba un sombrero de copa. Está de más decir que su apariencia le dio mucho de qué hablar a aquellos que posaban ojos sobre ella por primera vez, excepto por Sofía, quien por la expresión de estupefacción de su rostro pareció haberse quedado por completo sin palabras.

-¿Hay algo en que podamos ayudarlos?- les preguntó Emil con hostilidad.

Emil se encontraba parado junto a Bianca, cubriéndola con un sombrilla para evitar que la nieve que llevaba cayendo en Églogas desde el amanecer fuera a estorbarla, cosa que le causó a Quincey mucha gracia de ver; si tan solo Emil hubiera sido así de atento cuando aún era su esclavo personal.

Fue Samantha la que habló, Bianca la escuchó sin interrumpirla ni mostrar expresión alguna mientras le proponía aquello que Quincey había sugerido; una idea nacida de la más absoluta desesperación, y cuyo único fundamento era algo que ella le había mencionado a él la noche anterior ¿Pero cómo era posible que alguien no se mostrase desesperado ante la presente situación? Como si ya de por si no fuera lo suficientemente mortificante el hecho de que los no muertos se hubieran retirado más temprano que en ataques anteriores, cosa que como Cedric les hizo notar, podía deberse a que al fin hubieran conseguido todas las partes necesarias para el golem de carne, ahora estaba nevando. Tanta nieve fuera de temporada solo podía deberse a una razón, la Vanguardia del Invierno se encontraba en el área, y en gran número.

La razón de que Quincey sugiriera aquella idea se debía a que al mediodía Samantha los llamó a todos a la plaza central para una reunión de emergencia, y cuando llegaron allí se encontraron con que ella, haciendo enfadar al Gran Maestro Jardín de los Lamentos durante el proceso, había enterrado la estatua de Ludwig bajo una pila de cristales, ahora se asemejaba más a un árbol sin hojas que a un héroe de guerra. El Capitán Isaac y sus soldados captaron de inmediato el significado de sus acciones, y lo aceptaron sin titubear, pero aquellos menos familiarizados con las estrategias y protocolos del clan Torre de Cristal como Quincey requirieron una explicación, y esta no fue grata. Según y cómo Samantha les explicó, los caballeros del clan Torre de Cristal eran capaces de hacer explotar cualquier cosa que crearan con sus cristales, por lo que si en algún momento llegaba a considerar que la lucha estaba perdida, o peor aún, si llegaba a caer en combate, los cristales que ahora cubrían la estatua detonarían inmediatamente. La explosión reduciría a Églogas a un cráter humeante, y con algo de suerte incineraría la totalidad del ejército de muertos vivientes, junto con cualquier jinete fantasma que se atreviera a acercarse.

Tanto Andrew como Carrie estuvieron de acuerdo con ese plan, Adelfried, de no ser porque seguía roncando en su habitación de la posada, probablemente también lo hubiera estado, pero Quincey tenía sus reservas. No es que le temiera a la muerte, pero se supone que habían venido allí a ayudar, una explosión difícilmente ayudaría a Leif, y al resto de la gente inocente del poblado. Sin mencionar que si todos ellos perecían allí no quedaría nadie para salvar al pequeño Ritter. No obstante, Quincey optó por quedarse callado, lo último que necesitaba en esos momentos es que comenzaran a considerarlo un cobarde. Claro que le fue imposible apartar el asunto de su mente, tenía que existir una mejor alternativa a simplemente quedarse sentados a esperar el próximo ataque, con la esperanza de que les fuera posible derrotar al golem de carne. Transcurrió cerca de una hora antes de que se acordara de que Bianca le había dicho que su "perrito" era capaz de oler cadáveres reanimados por magia, si tal cosa era realmente posible, entonces quizás podía seguirles el rastro hasta su escondite. A Andrew la idea le pareció ridícula, no creyó que ni siquiera valiera la pena preguntar, pero para sorpresa de Quincey, Samantha dijo haber leído en su infancia sobre un clan, ya extinto, que durante la Guerra del Gran Colapso fue capaz de entrenar a sus sabuesos para detectar nigromancia. Eso bastó para convencer a los demás de que no perdían nada con ir a hablar con la artista.

La historia que ellos se contaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora