El sol ya acariciaba el horizonte cuando un grupo de esclavos vino en busca de Lucy debido a que su amo reclamaba su presencia. La encontraron en el templo local, a donde Flora había insistido que la acompañase después de que ambas pasaran cerca de una hora conversando en el Jardín de las Tejedoras. Allí Lucy tuvo el placer de conocer al sacerdote Federico, quien insistió en que los acompañase a almorzar y no estuvo dispuesto a escuchar una sola objeción al respecto, y a la sacerdotisa Alice de Anima, una mujer ya entrada en años y de apariencia amistosa, que se presentó a sí misma como una sobreviviente de la Masacre de Descanso de Carroll, y una fiel seguidora de las enseñanzas de santa Elise.
-No puedo imaginar que al tesorero real le guste tener que hacer negocios con mestizos, ni mucho menos que quiera tener a otros presentes mientras lo hace, así que de seguro te está llamando solo para restregarte en la cara de Vlad- le dijo Flora a Lucy, y al hacerlo un inmenso disgusto fue evidente en su rostro.
La guardiana de juramentos ya le había dicho a la muchacha, con lujo de detalle y sin escatimar en palabras, lo que pensaba del mercader y los miembros de su séquito, y había hecho especial hincapié en que debía cuidarse de Tertius, a quien describió con una sola palabra: sádico.
-Espero que podamos vernos mañana- dijo Lucy a manera de despedida.
-Yo también- le contestó Flora.
Lucy apenas tuvo tiempo de despedirse de Federico y Alice con un movimiento de mano antes que el grupo de esclavos prácticamente la arrastrara fuera del templo, se mostraban desesperados por regresarla al lado de Marcus, quizás temían que él los castigase con severidad si lo dejaban esperando. Ninguno de ellos se apartó del lado de ella durante el trayecto de vuelta a la mansión, y una vez estuvieron allí la guiaron hasta el estudio de Marcus sin la menor demora.
-Entiendo que encontraron problemas en el camino hasta acá- se escuchó decir a Marcus mientras abrían la puerta.
Por un instante Lucy temió que sus palabras estuvieran dirigidas a ella y a los demás esclavos, y que no vaticinaran nada bueno para ninguno de ellos, pero, una vez la puerta hubo abierto del todo pudo ver que había más personas dentro de la habitación, y Marcus, el cual se encontraba sentado tras un elegante escritorio hecho de un tipo madera de color púrpura que ella jamás había visto antes, meramente estaba teniendo una conversación.
-No fue nada de lo que no pudiéramos encargarnos- respondió un hombre que vestía una armadura dorada con el símbolo de La Vigilia, el cual era un arquero montando guardia en la cima de una torre, grabado en el pecho. Lucy supuso que sólo podía ser el infame Sir Raleigh al que Flora tanto detestaba.
-Me alivia escuchar eso, pero según tengo entendido hubo lúmenes implicados en el altercado.
Un joven de cabello castaño y ojos color miel, que vestía un elegante traje blanco con botones dorados, asintió con la cabeza y procedió a decir, con una sonrisa de oreja a oreja:
-No presumo tener autoridad sobre el destino de ningún lumen, sin importar los crímenes que este haya cometido en contra de mí o los míos, así que le insistí a Sir Raleigh que trajéramos a los conspiradores hasta aquí con vida, sus hijas incluidas. Ya los dejamos en custodia de vuestro capitán de la guardia.
Aunque sus palabras fueron de naturaleza humilde su tono de voz rebozó de una arrogancia que no pasó desapercibida para ninguno de los presentes, en especial Marcus quien no pudo evitar fruncir los labios en disgusto.
-Me complace ver que sabe bien cuál es vuestro lugar señor Vlad- respondió el tesorero real, tras lo cual sus ojos fueron hasta la puerta abierta y se posaron en Lucy, quien sintió escalofríos al verlo sonreír a su solo avistamiento. -Caballeros permítanme presentarles a mi esclava personal, Lucy de Weston- dijo invitándola a entrar con un movimiento de mano.
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La historia que ellos se contaron
FantasyHan pasado más de cuatrocientos años desde de que los lúmenes, originalmente llamados elfos, llegaran en exilio a las tierras de los umbras; la raza de la oscuridad, durante todo ese tiempo los lúmenes se han esforzado en olvidar los horrores del pa...